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Haakon

No podía estar día y noche tras Alban. Sus lobos encargados de vigilarlo para su seguimiento. Cada día, al caer el sol, uno de ellos se reportaria.

Pero hoy fue distinto.

A la cabaña llegó Beltran, con una sonrisa soncarrona y una mirada pícara. Al pasar el umbral de la puerta, me miró y soltó.

-Alban y Salma hablaron hoy -me miró a los ojos.

Alce una ceja interrogante, dejé el libro que estaba leyendo en la mesa ratona de la sala.

-Ellos son compañeros. Es claro que hablarán Beltran.

-Ellos hablaron, mucho -hizo énfasis en la palabra "mucho".

Quede asombrado. Debían de ellos hablar sobre eso, pero no imaginaba que tan pronto.

-¿Su conversación no llegó a otros niveles? -pregunté interesado.

Beltran río. Lo miró por unos momentos y se dirigió hacia la puerta de nuevo. Ese era todo el cumplimiento que debían a su alfa por el día.

-Lo único que pude ver -habló- y que realmente no quise ver fue cuando se besaron.

El alfa suspiró aliviado. Aún no se habían marcado el uno con el otro. En el momento en el que lo hicieran, no había vuelta atrás. Pero por más de que ocurrían excepciones, todos los compañeros estaban obligados a marcarse. Sin su otro compañero de vida un lycan no tiene ninguna posibilidad de vivir.

-Bien -Haakon volvió a tomar el libro para seguir leyendolo- si eso es todo, puedes retirarte.

Beltran asintió formalmente y salió por la puerta de la cabaña. Mientras tanto, Haakon seguía en los pensamientos por su hermana.
Por más de que Alban fuera el mate de Salma, el alfa aún no lo aceptaba como tal. En sus pensamiento aún rondaba la traición hacia su manada y siendo el líder debía proteger a los suyos. Incluso más a su hermana.
Pero no había nada que hacer. El destino los unió.
Como la primera mujer lobo de la manada Carpato que tuviera un compañero que no fuera de su mismo linaje. *

*se habla de linaje como manada, no como línea de sangre*

Suspire. Su situación era complicada a más no poder. Pero sabrán cómo sobre llevarla.
Seguí con mi lectura pacíficamente. El libro trataba de astrología.

De pronto, sentí como una criatura se acercaba a paso lento en el bosque circundante al campamento. Olía a sangre. Gad. El Halcón. Salí rápidamente de la cabaña, miré a los alrededores cambiando mi visión a lobo para ver en la oscuridad, aumente mis sentidos. Vista, olfato y audición. Cumplieron su papel.
Gad estaba en su forma Lycan, con dos heridas de arma de fuego. Una en su abdomen y otra en su rodilla izquierda.

Corrí hasta donde el se hallaba acostado en el piso. Al principal pensé que estaba inconsciente, luego el alzó su cabeza y aullo.

El sonido viajó a través de todo el bosque. Despertó a cada ser viviente en la zona.
Su lamento y dolor dejó claro lo que no podía decir.

Defraude a mi alfa.

Su dolor era notable. Me miró a los ojos, vi la culpa y la vergüenza en aquellos negros ojos de mi Halcón. Intenté ayudarlo a levantarse pero el no quería hacerlo.

-Tranquilo Gad, estarás bien -dije tranquilizandolo, acariciendolo en su cuello, enterrando mis dedos en aquel pelaje negro noche- llamaré a Shea y te pondrás bien.

Él sólo me miró, su miraba se suaviso al saber que me encontraba a su lado. No dejaría que ningún lobo de mi manada sea herido por nadie.

Miré a la luna que asomaba somnolienta sobre una nube negra. Y cambie. La fuerza de la misma impulsó el cambio.

- Beta -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora