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Lentamente se acercó al chico y le entregó su chaqueta recién lavada, olía a menta, él lo tomó y procedió a sentarse en uno de los asientos vacíos.

Por desgracia para ella, el asiento junto a él no estaba disponible.

Una anciana ya había tomado su asiento y estaba tratando de provocar una conversación con el chico.

A la señora no le importaron los cabeceos monótonos del chico, viendo como ella hablaba lo suficiente.

Y es que para los próximos días la señora de ochenta años tenía temas de conversación sobre su esposo y nietos durante veinte eternos minutos de viaje.

El chico se perdió de manera extraña de su alrededor, mientras ella se sentó sola en su asiento.

Sus ojos eran generalmente lanzándose hacia atrás de la cabeza del chico.

Con la esperanza, sólo con la esperanza de que diera la vuelta y toparse con su mirada.

Lamentablemente para ella, eso nunca sucedió.


Viajes en el autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora