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El chico se sentó en el pequeño stand, haciendo girar los dedos con nerviosismo.

¿Y si no lo leyó?
¿Y si lo leyó y pensó que era una estupidez?

El chico sintió que se le encogía el corazón y observaba a la puerta, ansioso.
Observaba enérgicamente, con la esperanza de que ésta se abriera y ella apareciera.

Pero como no controlaba el universo entero, esperó.
Y esperó.
Y esperó.

Fueron agonizantes veinte minutos que parecieron horas.
Hasta que ella se presentó, con sus rizos desordenados alrededor de su rostro y las mejillas con un leve sonrojo.

Se abrazó a sí misma a través de su chaqueta y se estremeció por dentro.
Sus ojos verdes se encontraron con los suyos y su rostro de color rosa se iluminó de alegría y felicidad.
Se acercó al asiento y se deslizó quedando frente a él, cara a cara.

"¿Hola?"
"¡Hola!"

Viajes en el autobúsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora