Capítulo 22

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| PDV de Eduardo |

Eran las 2 am; e Isabela se había quedado dormida en una de las habitaciones. Mi madre me había llamado avisando que por la tormenta no irían a casa, tal y como sospechaba. Luego de que la junta terminara, me levanté y fui a buscar a Isabela, quien seguía dormida enrollada entre las colchas y sábanas. Tenía una expresión de completa paz en ese momento, la que debería llevar todo el maldito día.

Me acerqué a ella y la cargué, pasando sus piernas por encima de uno de mis brazos y con el otro aferrándola a mi por los hombros. La saqué, sin despertarla, por la puerta hasta la salida.

Allí estaban aún Michael y Jared, quienes hablaban animadamente. Ambos miraron en mi dirección cuando aparecí por la puerta. Jared miró fijamente a Isabela, antes de apartar la mirada.

¿Desde cuando se quedó dormida?

Me encogí de hombros ante la pregunta de Jared.

Luego de que comenzara a cabecear, bostezar y después de que la enviara a la habitación.

Él volvió a mirarla.

Es tan bonita cuando duerme.

Lo miré furiosamente, mientras intentaba no ir y darle una patada. Michael –que supuestamente entendió mi mirada- golpeó con la mano en la nuca de Jared, haciendo que éste se sobresaltase.

¿Qué? ¿Qué dije?

Cállate Jared. No tienes oportunidad. Ella te tiene miedo.

Me tiene miedo incluso a mi —susurré, mientras miraba sus párpados cerrados y recordando el día en que la conocí, sabiendo que lo primero que vi de ella fue su ojo morado e hinchado.

Jared carraspeó. 

¿Alguno de los dos notó que Kyle fue muy distante con ella? —preguntó éste, intentando cambiar de tema.

Kyle jamás actúa así ante otras personas. Es solo que él, antes de que escapara de México, tenía una hermana. Murió en una explosión junto a su madre. Cuando llegó y me lo contó, me mostró una fotografía de ella. Isabel podría ser perfectamente la réplica exacta de ella. Quizás Kyle se sintió mal en cuanto la vio.

Miré a Michael. Jamás me había enterado de aquello. Isabel se revolvió en mis brazos antes de suspirar dormida y volver a acurrucarse entre ellos.

Será mejor que me vaya. 

Recuerda que si ves un auto fuera de tu casa, son los guardias que contraté para ti. Se irán en la mañana.

Asentí, y despidiéndome de ellos, salí fuera, cubriendo el rostro expuesto al frío de Isabela lo más que podía haciendo que ella se apegara a mi pecho. Abrí el coche y la subí a ella en el asiento del copiloto, tirando de éste hacía atrás para que ella quedara más o menos recostada. Subí luego yo, encendí en auto y me dispuse a manejar a, ahora, nuestra casa.

(…)

Luego de entrar a Isabela en mis brazos, ésta se despertó en cuanto la dejé sobre la cama de su habitación. Soñolienta, me miró y luego suspiró cansada.

Intenta seguir durmiendo, pequeña —murmuré. Saqué uno de los pijamas que mi madre le había regalado a Isabela, que estaba echo de un suave y cálido algodón. Hice que se sentara— Vamos a ponerte ese pijama.

Ella se pasó las manos por la cara, intentando quitar un poco de su sueño. Ella luego alzó la vista para mirarme.

¿Vas a ayudarme a cambiarme? —preguntó, con la voz débil. 

Sólo si tu quieres.

Tengo sueño.

Si quieres dormir, primero debes ponerte el pijama para que estés más cómoda —le sonreí.

Ayúdame. No creo lograr poder ponérmelo bien.

Asentí, mientras ella cerraba los ojos y bostezaba. Le quité el abrigo, dejándolo sobre una de las sillas que estaba a un lado de la cama. Luego le quité la camiseta, deteniéndome un momento para poder ver sus cicatrices. Tragué profundo, mientras retiraba la mirada y me calmaba para no ir en ese momento hacía el bastardo que le había echo todo eso a ella. Le puse la parte de arriba del pijama, ella acomodándola alrededor de su cuerpo.

Ayúdame para poder quitarte los pantalones.

Ella se levantó, luego me miró.

Creo que puedo ahora.

Bien. Llámame si necesitas algo —le dije, mientras sonreía. Salí de la habitación, manteniendo en mi mente cada línea de un color más claro que el de su suave piel, que estaban impregnadas en ella.

Gruñí por lo bajo, mientras iba a mi habitación. Jamás pensé que alguien estaría así de lastimado, pero con Isabela en mi casa, todo era diferente. Había visto en el estado que se encontraba su cuerpo, haciendo que mi mente involuntariamente comenzara a imaginarse lo mal que lo había pasado todo este tiempo. 

Intentando quitar todos aquellos pensamientos que llenaban mi mente, me desvestí para darme una ducha.

(…)

Luego de salir del baño, vi la hora en el pequeño reloj que estaba al lado de mi cama. Eran las 2:54 am. Me coloqué el pijama que tenía guardado bajo la almohada y suspiré, agitando mi cabello ya seco por la toalla. Me acosté, abriendo las colchas y sintiendo en mis pies lo frío que estaba el interior de mi cama, aun que no me preocupé. Suspiré, intentando agarrar el sueño que nunca venía.

Luego de unos minutos, teniendo mis ojos cerrados e intentar dormir, sentí unos tímidos golpes en mi puerta. Abrí mis ojos, mientras me sentaba y suspiraba. 

Entra Isabela… —dije, mientras veía como la puerta se abría y Isabela asomaba su cabeza por entre la puerta y el umbral.

¿Estabas despierto?

Si. No te preocupes. ¿Qué sucede?

No… No puedo dormir.

Yo tampoco.

Miró hacía abajo, mientras se acercaba a mi a pasos lentos y tímidos.

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora