Capítulo 12

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Mis tensos músculos solté cuando él me pidió que lo hiciera. Eduardo me estaba enseñando lo que era un abrazo.

Él tenía sus brazos, quietos, alrededor mío, apretándome contra su cálido cuerpo. El silencio era nuestra música de fondo, mientras que ambas anatomías estaban pegadas. Eduardo comenzó a acariciarme de una forma suave y reconfortante la espalda. De arriba hacia abajo. Con movimientos circulares… Mi mente se relajó, y de algún modo me sentí protegida al estar junto a él. 

Eres tan inocente… —susurró contra mi cabeza luego de unos segundos.

Puede que tuviera razón al deducir aquello. Cuando necesitaba defenderme, de igual forma salía lastimada. No conocía mucho el mundo exterior, solo entendía por aquello un mundo cruel y violento, que solo lastimaba. Jamás conocí la amistad, ya que desde niña que yo estaba sola o me dejaban de lado. Tampoco conocía el amor, ni si quiera aquella palabra se encontraba en mi diccionario mental. Poco sabía sobre él. ¿De verdad cuando una persona especial se te acerca sientes mariposas en el estómago? 

Aún así, no respondí ante aquella deducción.

Eduardo me soltó de a poco, poniendo sus manos en mis hombros para mirarme fijamente al rostro, levantando una comisura para así hacer una tierna casi-sonrisa. Me pasó el dorso de su de su dedo índice suavemente por la mejilla, mientras que yo solo tendía a apartar avergonzada la mirada de él.

No fue muy terrible, ¿o si? —me preguntó, entre unas pequeñas risitas.

Negué, aún avergonzada con la cabeza, mientras intentaba esconder mi rostro bajándola lo que más podía. Eduardo me agarró con delicadeza el mentón y me obligó a mirarlo. Suspiré.

Ven, mamá está preparando el desayuno. Será mejor que bajemos ahora.

Se levantó de la cama y me ofreció su mano. Con una sonrisa forzada, la tomé y juntos bajamos hasta el comedor.

Veronica estaba sirviéndole cereales a Jazmin, quien estaba sentada en una silla frente a la mesa cepillando a una muñeca de trapo. Al vernos, sonrió mientras se bajaba de la silla, dando un pequeño salto para caer al suelo. Se acercó a mi y me abrazó por las piernas a causa de mi altura. Miré a Jazmin algo apenada, pero también la abracé, pegándola a mi cuerpo.

Mira, te presentaré a Milly —me dice, antes de apartarse de mi y tomar mi mano para arrastrarme hacía la mesa que había allí en la cocina. 

Miré a Eduardo, intentando preguntarle quién era ‘’Milly’’. Él solo rió mientras Jazmin me hacía sentarme en una de las sillas. Eduardo se encogió de hombros mientras se sentaba también con nosotros.

Es la muñeca. —me dijo.

Asentí, mientras Jazmin me pasaba su muñeca marca Barbie, aun que ésta tenía el cabello castaño y no rubio. 

Me la compraron cuando cumplí seis años… —me dijo Jazmin, señalando la edad con los dedos.

Acaricié el sedoso cabello de la muñeca, por más que fuera artificial, antes de responder: —Es muy bonita —le dije, mientras se la devolvía.

Ella sonrió. Miró la muñeca en sus manos, para luego volver a mirar a Isabela y desviar su mirada a su muñeca nuevamente.

Te pareces a Milly —me dijo.

Eduardo le pidió la muñeca a Jazmin y ella se la dio. Él inspeccionó con ojo experto la muñeca para luego mirarme a mi, provocando así que me ruborizara. Claro, ¿Quién no lo haría estando en mi situación, viendo como un chico y su hermanita me estaban comparando con una Barbie?

SálvameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora