Capítulo 2 - Realidad

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Una vez dentro, fue llevada a una sala completamente blanca, que hacía juego con la única silla del lugar. No había ventanas, sólo la silla, ella y el científico que le haría la prueba.

- Ven Ele, siéntate.- Ella hizo caso.- Número 258, ¿eh?- rió, pero Ele permaneció seria.- ¿Algo te preocupa?

- No es eso. Estoy intrigada. Esta pastilla viene de La Tierra, ¿qué hace?

- Pues verás, no lo sabemos aún, pero si queremos tener a ese planeta listo para reciclar debemos tener todas las precauciones, vacunas primero.

Ele se calló y esperó a que le trajera la pastilla. Era de un color anaranjado por un lado, pero rojo por el otro.

Al principio dudó en si tomarla o no, pues se desconocían los efectos de esa pastilla. Aunque, pensándolo bien, no tenía opción, ¿verdad? Su vida estaba ligada a las pruebas del laboratorio, si no las hacía, no servía, por eso moría. Entonces la tomó.

Y entonces, comenzó a experimentar lo que sería una de las experiencias más perturbadoras de su vida. Lo blanco de sus ojos pronto empezó a tener venas rojas rodeando el iris.

Cerró los ojos por un momento, pues no podía aguantar el mareo que la pastilla le produjo, y una vez que todo estaba negro escuchó una voz.

- Ele.- sonó una voz suave pero tenebrosa, y a ella le dio un escalofrío de la cabeza a los pies.- Abre los ojos, voy a mostrarte todo tal cual es.

Y así lo hizo, volvió a abrir sus hermosos ojos verdes y pudo ver la cara del científico, asustado. Él quería preguntarle algo pero no se animaba, tal vez por cómo lucía ella en ese momento.

- Ele, ¿estás bien?- dijo al fin.

- Todo... Es tan raro.

Se levantó de la silla y se fue de la habitación sin saludar al hombre. Pero no se halló en el pasillo del laboratorio al salir de la habitación, sino que se encontró en una jungla.

Todo era, como Ele había dicho, muy raro. Fue caminando por ese lugar desconocido mientras los animales pasaban por delante y a costados de ella. De pronto, vio algo que le llamó mucho la atención: un monstruo enorme le gruñía a los animales pequeños.

Algo en Ele la impulsó a hacer lo que hizo, quién sabe si estaba bien o mal. Tomo una rama del interior de un árbol hueco y corrió hacía la bestia. El palo, filoso y algo corto, iba en la mano de Ele cuando ésta se abalanzó sobre él y, sin mediar palabras, se lo clavó en la espalda.

Los animales corrían desesperados en dirección opuesta a ella. Pronto, todo comenzó a desmoronarse y ahí estaba, de vuelta era el laboratorio.

Frente a ella, un río de sangre que nacía del cuerpo de aquel "monstruo", que en realidad era un jefe de alto rango que no gruñía, sólo daba órdenes. Y el palo filoso no era más que un cuchillo, incrustado ahora en la espalda del hombre, dejándole un tajo enorme.

- Ele...- La voz volvió a aparecer.- Esta no es la realidad, yo puedo mostrártela. Sólo podrás verla consumiendo la pastilla ¡Sólo yo puedo mostrártela!

- Maté a un hombre.

- No Ele, acabaste con la bestia.

Ele se quedó desconcertada, ¿acaso la voz tenía razón o era la realidad que ahora le mostraban sus ojos en la que debía creer? 

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