3- El Amable Blaise. I parte

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     Ninguno de ellos sabía exactamente cuanto tiempo habían estado sentados en las esquinas de la habitación, mirándose el uno al otro, durante un silencio lleno de tensión e inquietud. Podría decir que se sentía como si hubiese pasado una hora, pero su sentido del tiempo había dejado de trabajar desde el momento en que empujó la puerta para entrar en la mansión de los Zabini. Y con ello su habilidad para pensar coherente o lógicamente. No era fan de los silencios incómodos, pero, por las Barbas de Merlín; nada de lo sucedido en la últimas horas era menos que eso.

     El chico que estaba al otro lado de la habitación lucía tan incómodo como ella o quizás más, considerando su situación. Aparentemente, el sonoro bang  con el que ella abrió y cerró la puerta de la habitación desconocida, donde ella había entrado, lo había despertado.

     Estaba enredado con las sábanas de seda negra, pero estaba sentado y Hermione lo podía detallar mejor: tenía el torso desnudo, y con la luz de la habitación, su oscura piel parecía leche achocolatada.

     Asegurándose de que no tuviese más lágrimas que humedecieran sus ojos, Hermione pasó sus manos por su cara, casi agresivamente, antes de levantarse débilmente de la alfombra de terciopelo que estaba debajo de ella. Antes de girar el picaporte dorado de la puerta, escuchó las sábanas agitarse, el chasquido del colchón y unos audibles pasos.

    —Espera...

     Hermione no se voltio cuando escuchó la voz. Mantuvo su mano en el picaporte y sus ojos en la puerta negra de la habitación en la cual accidentalmente tropezó.

     El muchacho detrás de ella se aclaró la garganta—Por favor, espera—Las educadas palabras sonaron extrañas en el aire, pensó Hermione. Se preguntó si ella, siquiera, había escuchado a un Slytherin o a un ignorante sangre pura utilizar esas palabras sin la intención de mofarse o intentar ser adulador.

     —Yo... No te vayas, Hermione.

     Al escuchar eso, la castaña no pudo evitarlo. Se alejó de su ruta de escape para encontrar a Blaise Zabini mirándola fijamente. Realmente nunca le había prestado tanta atención durante los pasados seis años en Hogwarts. Era un bastardo prejuicioso como el resto de los sangre pura con los cuales estaba asociado. Y ella lo había oído por casualidad despotricar varias veces en el Club de las Eminencias, pero el chico sabía cuando quedarse callado. Pero ahora él estaba al frente de ella, a unos pocos metros. Y de alguna manera, estaba viendo dos versiones del mismo chico.

     Era alto, unos centímetros más bajo que Ronald, pero más alto que ella y mucho otros. Era de hombros anchos, delgado pero musculoso, producto al estar en el equipo de quidditch y su piel era del color de la leche chocolatada. Su cabello era corto, negro y rizado. Considerando que se acababa de levantar, su cabello seguía en su lugar. Sus ojos eran esmeraldas, delineados por gruesas pestañas. Estaba totalmente segura que era igual a Deon Zabini cuando tenía 17 años.

     Pero aún notando el parecido con el patriarca de la familia Zabini en él, no pudo dejar de observar la versión con la cual estaba familiarizada. Ella vio el arrogante, prejuicioso y altanero Slytherin que siempre tenía un "Traidor a la Sangre" que escupirle a Ron o a Ginny. Incluso lo recordó en pequeños flashes durante la guerra, obviamente no en su bando.

     Así que ese era el problema ¿No? No sabía que versión de Blaise Zabini se suponía que tenía que ver ¿Debía verlo como un Zabini, un chico que de alguna forma estaba relacionado con su vida ahora? o ¿Lo vería como el miembro de ese notorio grupo de magos y brujas que quería nada más ni nada menos que asesinarla y a todos aquellos que ellos denominaban basura?

    —Honestamente no creía que ellos te convencerían de venir— Él habló otra vez, rompiendo el silencio incómodo—  Esperaba que explotaras la mitad de Londres antes de que ellos intentaran arrastrarte hasta aquí.

Lover of the lightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora