El pibe flacucho, Rafa, introdujo la llave en la oxidada cerradura de la puerta. Antes de que Rafa la abriese, me fijo, en mi reloj, que ya es la 1:30, así que en media hora tocaba ir a comer.
El chasquido de la puerta al ser abierta hace que me sobresalte. Instantes después, contemplo la habitación, que será de unos 20 metros cuadrados y de un tono azul grisáceo. En su interiore se contempla 2 literas, colocadas a cada lado del cuarto. Además, al final de la habitación, entre las 2 literas, se encuentra una mesa. Encima de ella, hay una ventana, que ofrece una vista orientada a la puerta principal del internado. En frente de las literas, se encuentra un pequeño armario para cada uno.
-¿Tú te pones conmigo, no? -le pregunta el joven moreno a Rafa.
-Sí, de acuerdo -responde de mala gana el dueño de las llaves.
Tras contemplar el reparto de la habitación, me fijo que tendré que ponerme con el joven que cogió prestado el pomo. Así que le doy la mano y me presento:
-Soy Samuel, pero me puedes llamar Samu -y le tiendo la mano amistosamente.
-Encantado tío -responde chocándome mano enérgicamente-. Me llamo Leónidas, pero llámame Leo.
Aquel apretón de manos me inspiró confianza.
-Estoy un poco perdido, no conozco a nadie... -dijo él con un tono diferente al de antes.
-Yo estoy igual, no te preocupes -respondo.
-Oye, que nosotros también estamos aquí -nos interrumpe el chaval moreno -. Yo soy Isma, y este es Rafa, el de las llaves, aunque ya se lo imaginarán.
-Hola, un placer -contesta Leo-. ¿Y tú cuántos años tienes, chaval? Pareces bastante pequeño-. Bromeó este.
-Eh, cállate fantasma. Tampoco soy tan pequeño, tengo doce años. Aunque parece que soy el más pequeño de esta habitación...
-Me da que sí, chavalín-. Vaciló Rafa.
Y tras conocernos, y bromear un poco, suena la alarma que supusimos que era pa ir a comer, así que abrimos la puerta y seguimos a la gente. De repente, caigo en que se me olvida el móvil.
Así que vuelvo al cuarto, y lo cojo. Cuando vuelvo a salir al pasillo, ya no queda nadie en él, así que me apresuro al comedor. Al doblar la esquina, se me hace un nudo en la garganta, puesto que la chica de la guagua estaba ahí. Me mira y me quedo petrificado, aunque esa mirada me traspasa, porque una amiga suya está detrás mío.
-Vamos Emily -le dice a la chica que está detrás de mí.
-Voy Lore -responde.
Lore... Me quedo ahí pasmado mirándola. Cuando de repente, me mira verdaderamente a mí.
-¿Sabes dónde está el comedor? -Me pregunta con su dulce voz.
-No, pero podemos buscarlo -sugiero con un tono dubitativo, a lo que ella asiente.
Y así, le preguntamos al Señor Valbuena dónde está el comedor, y este nos indica. Así, nos dirigirmos al comedor.
Una vez llegamos, le pregunto:
-¿Te gustaría sentarate con nosotros, o sea, mis compañeros de habitación?
-Lo siento, es que mis amigas me han reservado un sitio, ya nos veremos -dijo mientras se daba la vuelta.
-Vale, que aproveche.
La observo mientras se dirije a su mesa. Mi mirada no puede ir a parar a otro lado más que a su cu...
-¡Oye la tienes hecha pillín!- dijo Leo sarcásticamente cuando llegué a la mesa-. ¿Te habías perdido?
-Afortunadamente -respondo sonriendo.
Acto seguido, me sirvo una ración de arroz con 2 muslos de pollo, y empiezo a comer. Me fijo en la mesa del imbécil que se antepuso ante mi amigo. Está junto a un joven moreno, bajito, rubio, que tiene pinta de ser de la misma quinta que él. A su lado, están 2 pibes que parecen ser más tranquilos. Uno tenía mechas rubias y el otro, tenía el pelo corto y oscuro, y a juzgar por sus rasgos, parecía ser extranjero.
Me sorprendo cuando las demás mesas están compuestas por chicas. Unas altas, otras bajas. Unas rubias, otras morenas. Y sólo una Lore...
Tras una confortable comida, nos vamos a la habitación, a prepararnos para la presentación de los profesores. Para ello, el señor Valbuena nos iría guiando por las distintas aulas.
En primer lugar, nos dirigirmos al aula de tecnología, donde nos esperaba un hombre corpulento y moreno. Aquel hombre imponía, y aún más cuando se presento.
-Soy el Señor Gutiérrez, no quiero mariconadas en mi clase, ¿estamos? -nos dice, y esboza una sonrisa simpática.
Un leve murmullo de risas se hace sonar entre los alumnos, pero finalmente, todos asienten.
Minutos después, nos dirigirmos al aula contigua, que es la de sociales. Esta vez, nos recibe un hombre algo más bajo que el anterior, de un tono de piel claro, y un cuerpo formado.
-Soy el Señor Fuentes. Encantado de conocerlos.
Y así, poco a poco, vamos conociendo a todos los profes. Lo que más me sorprende es que solo teníamos una profesora chica, la cual resultó ser la más agradable. Mi pensamiento es que el internado es algo machista, puesto que además, separan a las chicas de los chicos. Cosa con la que no estoy de acuerdo, sinceramente.
Después de la primera jornada, nos encaminamos a la habitación, en busca de reposo, para la dura vida que nos espera. Justo al llegar, Isma intenta agradar el ambiente, contando alguna anécdota cómica que le había ocurrido. Poco a poco, el buen rollo surge entre nosotros, y por primera vez, admito que lo estaba pasando un buen rato, a pesar de estar en el lugar que me encontraba.
Justo al acabar, cada uno se va durmiendo, aunque yo soy incapaz de conciliar el sueño. La imagen de esa mujer es incapaz de escaparse de mi mente.
Creo que me paso hasta la una de la madrugada dando vueltas en la cama. Así que, finalmente, consigo dormirme, puede que sea por el cansancio o porque mi cabeza ha explotado de tanto pensar en ella. Lo único que sé, es que estoy completamente enamorado de esa mujer.
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La Condición del Destino
RandomMuchas personas podrían pensar que en una clase no hay una fuerte relación entre sus miembros, pero en el Colegio Interno Vistabella no es así. Es el primer año en el internado para Leo y Samu, los cuales aún no se conocen, pero juntos deberán afron...