CAPÍTULO 1

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—Te lo he dicho mil veces y te lo digo una vez más: deberías empezar a conocer gente. Lo juro amiga, no sé cómo haces para vivir de la masturbación. ¿Hace cuánto que no tienes sexo con tu marido? —No pude evitar poner los ojos en blanco mientras ojeaba unos papeles en mi despacho.

—Bastante. 

—¿Cuántos años? —Insistió.

—No lo sé. ¿Por qué estamos teniendo esta conversación de todos modos? Deberías estar aquí ayudándome con los contratos de fin de mes.

—No me esquives el tema. Llevo años preguntándote eso.

—Los mismos que llevarás sin oír una respuesta salir de mis labios —Me quité las gafas y las dejé en mi escritorio al lado de la pila de papeles y carpetas que me causaban jaqueca—. Te quiero en mi oficina en diez minutos. Hay contratos que necesito que leas y firmes conmigo.

Oí cómo se quejó y maldijo por lo bajo.

—Oh y trae un frappuccino  de la cafetería —Agregué antes de colgar.

En esos días Miami no era precisamente una ciudad algo cálida. Se había convertido en una caldera en ebullición. Y eso, sumado al constante dolor de cabeza, no me dejaba disfrutar de la mañana.

«¡Joder! ¿Puede este bendito lugar llegar a los cuarenta grados de temperatura!»

—Julia —dije mientras desprendía un par de botones de mi blusa—. ¿Puedes encender el aire acondicionado por favor? Siento que voy a derretirme en cualquier instante.

—A la orden.

La sede corporativa de Jauregui Hotels & Resorts no era un edificio tranquilo que digamos. Muy por el contrario me producía tremendos dolores de cabeza el sólo hecho de pasearme por el mismo hasta llegar al vigésimo piso.

«Ser CEO a tus casi veintisiete años no es malo Lauren» repetía constantemente mi padre en mi cabeza, recordando cada vez que me veía entrar por su casa devastada y sin energías ni para respirar.

He de ser honesta, no me quejo de mi trabajo ni de mis logros en lo absoluto. Sencillamente a veces deseaba que mi día tuviera por lo menos treinta horas, para dormir lo necesario y poder rendir al cien por ciento. Me gusta acatar las exigencias, pero no me gusta cuando ellas me sobrepasan, convirtiendo mi cabeza y mis días en un perfecto caos.

—Lauren —Julia, mi secretaria, me sacó de mis pensamientos—, Brad está al otro lado de la línea.

«Genial. ¿Qué querrá ahora?»

—Bien, comunícame con él.

La pantalla del teléfono notificó la llamada entrante y no demoré en levantar el aparato.

—¿Lauren?

—Bradley —Devolví con sequedad.

—Cariño, sé que no debería llamarte pero necesito que me envíes los informes de mi socio. Te envié los datos a tu correo personal.

—¿Y por qué a mi correo personal y no al de algún gerente? —«Tienes que estar bromeando» Pensé al dirigir la vista al techo y pasar mi mano libre por mi sien.

—Será porque tu gente ignora mis emails la mayoría del tiempo —Podía percibir su sonrisa arrogante a kilómetros.

Tenía dos opciones: Ignorarlo y pretender que no me llamó solicitando ayuda o consultas netamente profesionales; o, atenderlo y así esperar a que por algún bendito milagro mi día diera un giro inesperado y mejorase por ser una persona demasiado buena.

Beyond Infatuation ; CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora