Le agradecí a Dios durante toda la noche el haber encontrado a Olivia, o mejor dicho, el haberla encontrado con aquella muchacha. Con Camila.
Estuve analizando una y otra vez qué pudo salir mal, o, en qué momento la perdí de vista. Me culpaba y trataba de imaginarme los "hubieras" y escenarios terribles. Oficialmente me sentía como la peor madre del mundo y la presión en mi pecho no se iba.
¿Cómo la había extraviado en medio de un predio lleno de atracciones peligrosas y de personas desconocidas? «Pero qué irresponsable eres Lauren... ¡Maldito teléfono! ¡Idiota! Era tu día libre con los niños y atendiste esa cochinada. ¿Qué hubiera pasado si Camila no la hallaba?».
Al llegar a casa duché a los niños y le di una muy severa charla a Olivia sobre apartarse de mi lado. Ella comprendió que no debía perderse de mi vista bajo ninguna circunstancia similar a aquella, y aproveché para abrazarla muy fuerte durante largo rato hasta que se durmió en mis brazos. La acosté en su cama junto a Nash y me regresé a la mía para intentar encontrar algo de calma.
Fue inútil. Durante la corta ducha sollocé como una desgraciada.
Me tumbé en la cama llorando en silencio. «¿Qué le hubiera sucedido si alguien más la encontraba?» Mierda. No pude conciliar el sueño, mi cabeza repasaba una y otra vez aquellos minutos que viví al percatarme de su ausencia.
Había girado desesperada buscándola con la mirada, y el corazón comenzó a fallarme. Me asfixiaba y sentí arcadas. Grité desesperada su nombre y eso asustó a Nash. Caminé, corrí. Pregunté a quienes se cruzaban si la habían visto.
Finch, que había ido a buscarnos apareció para cuidar de Nash mientras yo me disponía a recorrer cada rincón del lugar. Pensé en llamar a la policía, pero debía mantener la mente fría e intentar recuperar el aliento. Mi hija era muy inteligente y sabría cómo mantenerse salvo.
Cada segundo de aquella noche lo reviví entre lágrimas sintiéndome incapaz de dormir.
***
Noté que apenas había cerrado los ojos cuando la alarma comenzó a sonar. Una jaqueca como ninguna otra taladraba mi cabeza. Lógico: mi llanto no había cesado hasta que el cansancio me cobró factura a las cinco de la mañana y logré conciliar el sueño.
Hice el intento de levantarme de la cama pero el dolor se agudizó. No pude siquiera pensar con claridad. Me quemaba algo ahí arriba y me mordía los labios para no llorar ni despertar a los niños.
Aún no tengo la más remota idea de cómo llegué a la cocina. Todo a mí alrededor fue suprimido por la intensidad con que mil agujas clavaban mi cráneo.
Busque desesperadamente un par de analgésicos o aspirinas pero no podía. Tuve muchísimo miedo. No entendía qué me estaba pasando o por qué mi cuerpo me fallaba de esa manera. Las lágrimas no cesaban y no pude evitar emitir sollozos. Si seguía así podría desvanecerme. Mi vista comenzó a nublarse y noté la aparición de sudor en mi frente. Me alarmé: era claro que algo andaba mal por lo que tuve que juntar valor para llamar por teléfono.
—Michelle, ¿sucede algo?
—Mamá —Logré pronunciar con el nudo en mi garganta—. ¡Mamá me duele!
—Hija, ¿qué pasa? —Su voz cambió reflejando su preocupación—. ¿Qué te duele?
—La cabeza, me duele mucho —No podía dejar de llorar. Ni siquiera en el parto de Nash me había sentido tan destruida.
Luego de medio minuto ella contestó:
—Tu padre y yo estamos yendo para allá. Enseguida llamo a un médico.
ESTÁS LEYENDO
Beyond Infatuation ; Camren
De TodoLauren cree que tiene todo bajo control. Siempre se repite a sí misma que puede con cualquier cosa: desde dirigir la junta de su propia cadena hotelera hasta criar a dos niños sin ayuda de nadie. Camila cree fervientemente que su pasado no afectará...