Sentí un golpe brutal en mi cabeza. Era una almohada sin lugar a dudas.
—¡Auch! —Me quejé mientras ocultaba mi cabeza debajo de la almohada.
—Tienes diez minutos para levantar tu enorme trasero de mi sofá y asistir a clases.
—Relaja tus hormonas Hernández — mascullé. Mi temperamento no era de los mejores y eso se reflejaba en los dolores de cabeza de mi mejor amiga.
Quizás pasaron más de diez minutos. No lo sé. Estaba muy cómoda entre la frazada y la almohada. Pero fue en el momento exacto en que sentí algo frío recorrer mi nuca y bajar por mi espalda, que todos mis sentidos se alarmaron.
—¡Pero qué mierda! —grité al sentir cómo mi playera y mi cuerpo se mojaban.
—Te lo advertí Cabello —dijo con desdén mientras tiraba de mi preciosa frazada de mi cuerpo haciéndome caer al piso. Sí, mi mejor amiga me había tirado agua fría en el cuello y ahora me hacía caer al suelo «¡Qué mejor manera de empezar el día!».
—Perra —bufé. Con los ojos aún cerrados me levanté y comencé a caminar escaleras arriba hacia la ducha.
—Y procura estar en el coche antes de las nueve —Me pidió molesta. Yo sabía que era imposible molestar a Ally, supongo que sólo se sentía cansada.
Una ducha fría y maquillaje oscuro solucionaron mi cara de resaca. Salí del departamento casi corriendo con un café en una mano y mi bolso en la otra.
Advertí la ausencia de mi mejor amiga alias peor enemiga al encontrarme sólo con mi coche.
Entre las cosas que se hallaban dentro de mi bolso, logré encontrar las llaves del Camaro y partí hacia la universidad.
El congestionamiento en la ciudad de Miami a las nueve de la mañana era quizás una pesadilla, incluso peor que ser despertada con agua fría.
A esa dichosa suerte que me acompañaba, se le sumaban las peores agujas de mi vida. La del nivel de gasolina y la del reloj.
Alguien debió lanzar algún hechizo o maldición en mi bebida de la noche anterior, sino no se explicaba cómo es que estaba con una suerte de porquería.
Viví un momento casi agonizante. Golpear al volante mientras el sonido ensordecedor de las bocinas alrededor mío me aturdía, tampoco ayudó a solucionar mi problema. «¿En qué momento se me ocurrió mezclar bebidas en la fiesta que anoche tuvimos en el campus, sabiendo que hoy tenía la última clase de programación?».
Minutos de pura agonía y nervios fueron los que pasaron hasta que me encontré estacionando el coche y corriendo por el césped del campus hacia el edificio donde se dictaba la clase.
Corrí sin medir la velocidad y fue por tal motivo que aterricé de cara al piso al chocar con alguien.
—Lo siento mucho —farfullé sin observar al pobre ser humano en el suelo.
—Supuse que me la cruzaría por aquí señorita Cabello.
—¡Profesor Bluccianti! —«Oh, mierda»—. Perdón yo... Perdone.
—La próxima vez debería comprarse una alarma —Mi profesor, la eminencia más grande del estado de Florida en programación y mi mentor en mi proyecto final fue víctima de mi torpeza. Era la persona más intimidante de la Universidad, sin embargo, sabía que sólo bromeaba. Y muy a mi pesar, me torturaba haciéndome sentir como la peor de las alumnas con sus comentarios burlones.
—Yo... —Rasqué mi cuello—. Anoche tuve una fiesta y...
—Está bien —Sonrió—, la clase finalizó hace apenas un par de minutos.
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Beyond Infatuation ; Camren
RandomLauren cree que tiene todo bajo control. Siempre se repite a sí misma que puede con cualquier cosa: desde dirigir la junta de su propia cadena hotelera hasta criar a dos niños sin ayuda de nadie. Camila cree fervientemente que su pasado no afectará...