Capitulo 9

76 5 0
                                    

Ninguna de las dos podíamos hablar, estábamos en shock. Cada una nos fuimos a nuestros cuartos. Al menos ella pudo conseguir lo que yo no pude en tantos años. Como siempre, me levanté muy temprano para ir a trabajar. Adilene me dijo que no iba a ir, ya que le tocaba hacer el pago de luz, agua, teléfono y hacer la despensa. Así que me fui directo a mi trabajo. David ya había abierto, así que entré y terminé de acomodar las mesas y las sillas.

- Buenos días.

- Parece que Sergio madrugó hoy.

- Buenos días, señor. ¿Lo de siempre?

- Sí, por favor.

Fui por el pedido y se lo entregué. Como lo había estado haciendo estos últimos días, dejó una nota y una rosa roja muy hermosa. La nota decía: "Con un mismo principio, con mil finales, todos juntos a ti. Tu juntaste a mí una vida para recorrer. Mil momentos para compartir. Y un solo amor que vivir". Qué hermoso, pero de repente se me vino una voz a mi cabeza de un completo desconocido: "Si eres inteligente, te alejarás de él". Esas simples palabras me causaron que sintiera un frío recorrer mi espalda. Lo dejé pasar, pensando que era mi imaginación, así que continué con mis labores de trabajo.

Estaba muy concentrada en lo que estaba haciendo así que no me di cuenta de que alguien estaba observando, hasta que ese alguien carraspeó.

- Hola, Jazz, cuánto tiempo sin verte.

- ¿Quién era este tipo? Pensé.

- Mmm... Te conozco.

- Claro que sí, nos conocimos en tu casa. Soy Miguel.

- Ah, claro, el amigo de Norma.

- Sí, no sabrás algo de ella, hace días que no sé nada de ella.

- Y con una sonrisa melancólica y mi voz quebrada, le contesté: Hace unos días, su padre vino por ella, diciendo que tanto él como su madre querían que regresara a casa, que la extrañaban mucho, que los perdonaría por tratarla mal, así que ella regresó a su casa.

No pude más y me derrumbé, las lágrimas salían de mis ojos sin permiso, causando que mi acompañante me abrazara.

- Cuánto lo siento, Jazz, no te preocupes, algún día regresará.

- Lo sé, pero es difícil hacerse a la idea.

Me mantuvo entre sus brazos hasta que escuchamos un carraspeo. De inmediato nos separamos. Era Sergio y se veía bastante molesto.

- Solo regresé a pagarte.

Dejó el dinero en la mesa y se fue rápido. Miguel se puso tenso y me dijo:

- ¿Lo conoces?

- Sí, siempre viene a comprar un capuchino.

Me encogí de hombros, qué podía decir. Miguel dio un gran respiro y, al inhalar, se le iluminaron los ojos y se me quedó viendo como si fuera un bicho raro.

- ¿Qué te sucede, Miguel?

- Nada, mi Luna.

- Amm... Me llamo Jazmín.

- Lo sé, mi Luna, no sabes cuánto te he esperado.

Y de repente me abrazó de nuevo, encajando su nariz en mi cabello. Fue algo extraño, de repente me inundó un aroma delicioso que no puedo describir. El muy paciente esperó a que saliera de mi trabajo para llevarme a mi casa. Durante el camino, me explicó que él es el Alfa de una manada de lobos, obviamente no le creí.

- Vamos, en serio, ¿lobos? ¿Estás tomando el pelo? Su expresión era seria, confirmando todo.

- Debe ser una broma de mal gusto.

- No lo es, Jazz, esto es muy en serio.

- Y qué se supone que haga ahora.

- Irte a vivir conmigo y dejarte marcar por mí.

- Ni loca, apenas te conozco.

- Genial, ahora resulta que me tengo que ir con él, como si no tuviera opción. Y eso de la marca, me suena a cuando a las vacas las marcan para tenerlas registradas y, en caso de robo, poder reconocerlas.

- Ni hablar, no voy a ir contigo. Gracias por traerme a casa.

Me bajé de la camioneta, y él ya estaba detrás de mí. Me tomó del brazo y me dio la vuelta a modo de quedar cara a cara.

- No te voy a dejar aquí. Tú te vas conmigo, sí o sí.

- No quiero, además no puedo dejar a Adilene aquí sola, se lo prometí.

- Bien, pues ella viene con nosotros. No pienso dejarte aquí, eres mi Luna y, como tal, debes estar a mi lado.

Pero no pude contestar, ya que se escuchó un fuerte golpe dentro de la casa. No dudé en entrar, y cuando entré, vi una aterradora imagen: Sergio tomándola del cuello a Adilene y, con una sonrisa malvada, me dijo:

- Bienvenida a casa, Jazz.

En ese momento, perdí la conciencia.

ATRAPADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora