Capitulo 12

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En ese momento, el papá de Miguel le hizo una señal y lo acompañé hasta el frente del entarimado. Nos pusimos frente a frente. Delicadamente, me quitó el cabello de mi cuello. Mis nervios estaban a flor de piel. Me hizo un camino de besos hasta llegar a la yugular y entonces, sin perder el tiempo, me mordió. Un fuerte ardor recorrió todo mi cuerpo, haciendo que todo mi cuerpo temblara de dolor. Salió un grito desgarrador de mi garganta, mientras Miguel me decía palabras de consuelo, pero no lo escuché más, porque se nubló mi vista y todo se puso obscuro.

De pronto, apareció una luz y entonces, a mi alrededor, apareció un bosque con grandes árboles y un bello prado. En ese momento, salió un lobo de color mitad blanco, mitad negro, con un ojo color azul y el otro amarillo.

- Hola, nuestro nombre es Ika y Keila. Somos tus lobas y representamos el bien y el mal. Tu lado más obscuro y tu lado con luz.

En ese momento, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Me sentía débil y con mucho frío.

- Tranquila, Jazz, pronto pasará - Ambas lobas me aseguraron que estaría bien.

Confíe en ellas y pronto dejó de doler. Sin más, me dejé llevar por la oscuridad.

Y así pasarían las horas más largas de mi vida. La fuerza de mi cuerpo aumentó considerablemente. Mi audición se intensificó. Escuché hasta el más mínimo movimiento. Se escuchan unos ligeros pasos que estoy segura que se van a detener en mi puerta. Acto seguido, se abre la puerta. Siento como se acercan a mí y me tocan el pulso.

- Luna, ¿puedes escucharme? - me preguntó Rosa.

Abrí lentamente mis ojos, tratando de acostumbrarme a la claridad de la habitación. Le respondí con un suspiro:

- Sí, Rosa. ¿Cuánto tiempo pasó?

- Dos días, mi luna. Lo suficiente para volver loco al Alfa. Ha tenido mucha fiebre y no ha dejado de hablar sobre sus padres. El Alfa no se separó de usted.

- ¿Dónde está ahora? - le pregunté.

- Fue a ducharse y a comer algo, ya que estoy yo aquí en su lugar.

- Uff, dos días - dije confundida.

- Espera un momento, Rosa - le dije.

- ¿Qué pasó, mi luna? - me preguntó.

- Que si se supone que soy humana, no tendría que haber muerto. Ningún humano sobrevive a la mordedura de un licántropo, o eso me dijeron.

- Tienes razón, luna - me respondió.

- Y entonces, ¿por qué no estoy muerta? - le pregunté.

Ella simplemente alzó los hombros, dándome a entender que ella tampoco sabía el porqué.

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