P.O.V.Spencer:
Los días después de esa noche transcurrieron un tanto peculiares, cada día le llevaba un bonito ramo de flores, todas y cada una de las mañanas le dejaba una nota en su taquilla, poniéndole lo maravillosa y bonita que era y ella todas las mañanas tiraba el ramo a la basura sin ni siquiera mirarlo. De las notas no sé qué hizo pero imagino que también las tiraba, yo no me rendí ni me rendiría. Conseguiría que su corazón de acero se ablandara lo suficiente como para dejarme entrar en él. Era un hueso duro de roer pero después de aquella noche en la que me dejó entrar un poquito en su mundo, vi que era extraordinaria y muy buena y era lo que yo quería, sí, no era la típica chica frágil, pero me gustaba su rudeza también.
Ella quería hacer notar que no le gustaban mis detalles y es más, cada vez me trataba peor delante de los demás, pero yo sabía que era una simple coraza que quería ponerse para hacerme creer que no le importaba, aunque eso no era real.
P.O.V.J.J
Todos y cada uno de los días el idiota venía con un gran ramo de flores al gimnasio y delante de todos me lo entregaba acto ¡ya! En varias ocasiones estuve a punto de decirle que era alérgica para que dejara de hacer el memo con tanta florecita ridícula; otra cosa que hacía era dejarme estúpidas notas en mi taquilla en plan:
"hoy hace un bonito día pero no tan bonito como tú"
"si fueras algo serias un ángel porque no se puede ser más perfecto"
"la luna a tu lado me parece pobre: tú robas toda su magnitud con tu luz"
"me gustas hoy mañana y pasado y quizás incluso más"
No sé por qué pero no fui capaz de tirarlas, la primera la arrugué y la tiré pero luego la volví a coger y cada una de ellas la colgué en el interior de mi taquilla para leerlas cada mañana porque en el fondo me daban energías y porque no me gustaban. El día 20 después del café, apareció a las diez de la noche vestido con un polo unos pantalones de vestir y con el pelo peinado hacia atrás. Estaba guapísimo, sí, sé que me negaba, pero había llegado a gustarme e incluso me daba pena tirar las flores. Ese día vino con un nuevo ramo y me pidió una cita formal y esa vez cogí las flores las olí y acepté.
El campeonato se acercaba y mis horas en el gimnasio eran constantes. Parker me recordaba todo lo malo por lo que había pasado para generarme más rabia, aunque eso era casi imposible. Toda yo era una gran tormenta interior, aunque en los últimos días algunos rayitos de sol se estaban colando entre los nubarrones, las flores continuaron y las notas también. Intentaba hacerme la dura pero notaba que comenzaba a reblandecerme. Spencer y yo acordamos dejar una noche libre para nuestra cita y bueno, lo cierto es que me ponía un poco nerviosa, yo la gran J.J en una cita. No lo veía pero había dado mi palabra y eso para mí era sagrado. Junto con los entrenamientos, los dolores de cabeza y los desmayos aumentaron. Yo tenía muy claro que era debido al estrés, pero Parker había contactado con un médico para pedir una cita para un chequeo me gustase o no la idea.
Entre medias de todo el caos participé en algunas eliminatorias, las cuales por supuesto, gané a mis contrincantes; eran como pequeñas hormigas bajo mis puños, sí, era invencible, para algo me tendría que valer tanto sacrificio.
Y así entre torneos, entrenamientos, flores y notas llegó el día de la cita.
Llegué a mi casa con el tiempo justo de darme una ducha rápida. Salí envuelta en una toalla y me dirigí al armario y ahí fue cuando todo se derrumbó. Yo no era una chica común que tenía cientos de vestidos, zapatos o todas esas ñoñerías, los chandals, las camisetas de sport y los tops ocupaban gran parte de mi vestuario. Empecé a ponerme realmente nerviosa, porque de verdad quería verme diferente esa noche pero no sabía qué ponerme ni tan siquiera cómo actuar.
Me hice un ovillo al lado del armario con la cabeza entre las piernas y por primera vez en muchos años lloré, lloré de impotencia de rabia y de tristeza. Por una vez me gustaría haber tenido una infancia normal y una juventud alocada de fiestas estudios y chicos. Justo en el momento en el que decidí coger el móvil para llamar a Spencer y mandarlo todo a freír espárragos un mensaje entro en mi correo.
Spencer: en diez minutos paso a buscarte, no sabes las ganas que tengo de que llegue el momento de recoger a mi princesa cual caballero andante en su flamante caballo blanco.
O vamos... ¡en serio a este chico se le iba mucho la cabeza! ¿De dónde había salido? ¿De hacía 200 años?
Corrí de nuevo, me puse unos vaqueros negros que encontré no se ni de dónde salieron, una camiseta negra con la espalda transparente que seguro fue regalo de Parker, él siempre me hacía regalos extraños según el para que no perdiera mi esencia como mujer, me calcé unos zapatos planos y hasta me maquillé un poco, el pelo me lo dejé suelto, algo extraño en mí. No me gustaba pero bueno, un día era un día. Caía sobre mi espalda un poco ondulado y en el mismo momento que acabé sonó el timbre.
- Tú siempre tan puntual ¿Eh Spenc? ¿Nunca rompes las reglas? - su cara por unos momentos se desencajó y no sabía si era por que me veía horrible o porque el maquillaje se habría corrido por mi cara dejándome aspecto de payaso tristón.
- ¡Guau Jen! ¡Estás preciosa! No tengo palabras estás... uff ¡guapísima!
- Venga Romeo déjate de escupir azúcar que voy a vomitar antes de empezar con esta tontería.
En el fondo me sentí orgullosa de que él me elogiara porque aunque suene patético era lo que buscaba.
Tal y como puse un pie en la calle no pude más que echarme a reír a carcajadas ¿en serio? Un coche que parecía más una tartana estaba aparcado frente a mí, creo que a mi caballero le dieron gato por liebre con eso del caballo blanco y le vendieron un burrito viejecito y a punto de retirarse.
- Vale ya Jen, deja de reírte no he podido conseguir otro coche, mi padre a salido de viaje y sólo quedaba esta opción así que... bueno, tiene ruedas y un volante, supongo que nos servirá. Además, es blanco.
- Sí, sí, le veo el punto con lo de que es blanco. Vamos anda, que sino no podré dejar de reírme.
Aparcamos en un pequeño restaurante, por supuesto Spencer, me abrió todas y cada una de las puertas por las que pasamos. Me retiró la silla y hasta elogió el color de mis ojos bajo aquella luz; todo puro cliché. Y aunque todo me resultaba demasiado, lo cierto es que me lo estaba pasando bien. Reímos mucho, nos pusimos serios hablando de nuestros pasados y también coqueteamos un poquito, el rubor casi no dejó mis mejillas en toda la noche y cuando de vez en cuando nuestras manos se rozaban, una electricidad surgía en el ambiente y no desaparecía hasta muchos minutos después. Me di cuenta de que me encantaba su sonrisa, cómo se le encogían los ojos al reír y cómo un pequeño hoyuelo aparecía en su mejilla derecha cada vez que lo hacia y eso me lo hizo ver más tierno de lo que jamás pensé que sería.
ESTÁS LEYENDO
UN DESTINO CON DOS CAMINOS #Wattys2016
Teen FictionJJ MCQUING cree que lo tiene todo y lo sabe todo pero ¿el destino pensara lo mismo? *** En edición