Capítulo 3

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–Si, bueno... sólo estaba bromeando. No creo que en este momento pueda verme de esa forma, tal vez en otras circunstancias sí, pero ahora no.

–Tampoco es que te veas completamente mal. ¿Qué chica no se vería bien estando mojada?

–Está claro que yo no.

–Tal vez porque no eres tú quien te está viendo.– no pude evitar levantar la cabeza al escuchar esas palabras, sin duda me había tomado por sorpresa su comentario y aún más porque era la primera vez que me respondía con algo además de un "no". Sus ojos atraparon de nuevo a los míos y esta vez fue más difícil poder apartar la mirada, simplemente la intensidad que tenían aquellos ojos negros hacían que me sintiera hipnotizada, por un momento atraída. Sin embargo, el efecto duró muy poco ya que esta vez fue él quien apartó la mirada provocando que ahora me sintiera un tanto incomoda, aunque con la impresión de que él también podría estarlo, su ceño fruncido hablaba por él y parecía estar hundido en sus pensamientos, eso, hasta que se dio cuenta de que yo seguía ahí.

–Deberías darte un baño, por lo menos te verías un poco más decente, así no vas a arreglar nada.– murmuró barriéndome con la mirada y acto seguido se fue del lugar haciendo que me quedara totalmente confundida. Un momento era amigable –si es que se le podía considerar de esa forma– y casi al instante volvía con su actitud de siempre. En verdad que sus cambios de humor terminarían sacándome de mis casillas.

Termine por dirigirme a las duchas de mujeres, no tanto por hacerle caso a Adam, sino porque no quería enfermarme y sentía que así me olvidaría aunque sea un poco de lo que pasó hoy. Me quité la ropa cuando llegué y seguidamente me metí a una de las regaderas dejando que el agua caliente relajara mis músculos tensos. Había sido un día completamente agotador, nunca en mis años de la escuela tuve problemas así, los hombres no eran tan bipolares ni tenían novias tan locas y las amigas que hacía, por lo menos se quedaban conmigo y no me dejaban sola, así empezaban mis amistades. Pero ahora, he tenido el peor inicio de la escuela en la historia y yo solo quería llegar a mí casa para tirarme en la cama y poder descansar de todo esto.

Después de un rato de relajación, tomé una de las toallas que al parecer eran de obsequio para cada chica y comenzando a secarme tanto el cuerpo como el cabello, salí de las regaderas para poder empezar a vestirme.
Es cuando caigo en cuenta de que mi ropa no estaba donde la había dejado, haciendo que al instante me tensara preguntándome quién me había jugado una mala broma ahora.

–¿Estás buscando esto, zorrita?.– la ya conocida y odiosa voz de Rebecca hace que alce la vista, primero a ella y luego a mi ropa en sus manos, riendo incrédula mientras negaba con mi cabeza, ¿cómo no lo pensé antes? Esa chica si que no se cansaba de joderle la vida a los demás.

Aprieto mis labios al instante formando una línea recta, sintiendo crecer poco a poco una rabia que nadie había podido provocar en mí –además de Adam en algunas ocasiones– persona a la cual no debería estar metiendo en estos momentos en mi cabeza. Decido solo quedarme en mi lugar dispuesta a escuchar lo que tenía para decir, aunque no creía que aguantaría mucho dada su forma tan odiosa de hablar.

–Dame mi ropa Rebecca.

–Esas no son maneras de pedir las cosas Abril.

–Creo que ya quedó claro que a ti no se te pueden pedir las cosas de manera amable, y dudo que "amabilidad" esté en tu vocabulario.

–No lo soy con personas que simplemente me desagradan.

–Vale, entonces olvídalo. Ahora hay menos esperanzas de saber de alguien con la que lo hayas sido.

El Secreto De AdamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora