Capítulo 3

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Narra Marinette.

—Soy tan ingenuo, es obvio, ¡lo mejor es hacer que se maten entre ellos!

Apenas pude creer lo que acababa de oír. Cada pequeña parte de mi cuerpo se sacudió involuntariamente, y de inmediato intercambié una mirada llena de desesperación con Chat Noir.

Mis músculos no se sentían propios, apenas podía mover la boca. Estábamos a su merced, y con dos aplausos, vi como mi compañero comenzaba a agacharse. Al ver el propósito de esa acción, me quedé muda; había tomado una de las espadas que dejaron los del club de esgrima antes de salir corriendo.

—Veamos, veamos— oí decir a André con un tono calculador.

Esta vez, fui yo la que me moví hacia atrás hasta que mi cuerpo se topó con una pared.

—¿¡Qué ganas con esto!?— grité tan fuerte como pude —¿Qué te hicimos...?

Sin siquiera inmutarse ante mis palabras, hizo un sonido con sus dedos y Chat Noir comenzó a avanzar hacia mí, con la espada en mano. Sus ojos demostraban el horror que sentía al dar cada paso.

—No me hagas esto— susurró mientras intentaba resistirse a ser controlado —Por favor, no puedes hacer que yo... Yo a Ladybug la...

Entre la espada y mi pecho ya quedaban unos centímetros. Dando un suspiro indiqué que ya me daba por vencida, no había escapatoria alguna. Le sonreí al rubio que se encontraba frente a mí, sus manos temblaban entre las órdenes de André y su propia voluntad.

—No vale la pena— le dije, aunque sus lágrimas no dejaran de caer.

—¿Cómo puedes decir eso?— me respondió con un hilo de voz.

No tenía la intención de contestarle, así que sólo cerré los ojos con fuerza, esperando. Ni siquiera tenía la intención de hacer algo.

Fueron unos rápidos segundos, eternos en mi mente, que esperé mi muerte. Seguía forzando mis párpados para mantenerlos cerrados, pero el sonido de una ahogada respiración me hizo abrirlos. No era la mejor escena de todas. La espada que debería estar en mí, estaba atravesando el pecho de Chat Noir. Prefirió atentar contra su propia vida.

Librándome de todo control sobre mí, avancé rápidamente y tomé al rubio entre mis brazos, la sangre no dejaba de salir, realmente me estaba dejando...

—¡Tonto!— exclamé, apretándolo con la poca fuerza que me quedaba mientras mis mejillas se mojaban —¡Me dijiste que estarías siempre conmigo...! No te puedes ir...

Su rostro me brindaba un débil sonrisa, aumentando el dolor que sentía en ese momento. Tomé su mano y la coloqué en mi rostro, sintiendo levemente su dedo pulgar secarme las lágrimas.

—My Lady— apenas logré oírlo, el calor de su cuerpo bajaba lentamente —Te amo.

Eso fue lo último que escuché.

Su mano cayó, sus ojos se cerraron, lo único que quedó intacto fue su sonrisa. Hasta ahora me daba cuenta de lo importante que se había vuelto, a tal punto de que ahora sentía un abismal vacío en mi corazón.

Sin poder dejar de llorar, me acerqué a su rostro y planté un beso en sus fríos labios. Ese cuerpo que siempre me brindó fuerza, calor y alegría, yacía sin vida a mi lado.

Una multitud se reunía a nuestro alrededor, pero no hacían ruido, tan sólo nos observaban en silencio. No tenía idea de que había pasado con André, pero realmente ya no importaba, nada importaba...

Las palabras que se repetían en mi cabeza una y otra vez apenas me permitían pensar.

Siempre a tus órdenes.

¿Cómo puedes decir eso?

My Lady...

Te amo.

Era demasiado para mí. Un sentimiento de culpa, rabia e impotencia crecía en mi interior, aunque el temblor de mis manos me indicaban lo débil que era, me decían "ya no puedes hacer algo por él... Ya es muy, muy tarde".

Tu pérdida |MLB|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora