Capítulo 15

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Narra Marinette.

Después de la síntesis que Alya y Nino hicieron sobre nuestra situación actual, me di cuenta de que ni siquiera podría tomarme un tiempo para procesarlo; debía actuar rápidamente y hacer que nos fuéramos de allí, nadie más tomaría la iniciativa.

Si estábamos rodeados, el único que podría idear una forma para escapar era el dueño de la mismísima mansión, Adrien Agreste.

—Guíame, Chat Noir— dije levantándome, al mismo tiempo que él también lo hacía, extendiendo mi mano en su dirección.

Dudoso, me observó con una notable preocupación. Lo único que pude hacer en ese instante fue esbozar una pequeña sonrisa, cosa que logró reafirmar su decisión y de un momento a otro, nos hallábamos corriendo a través de enormes pasillos subterráneos.

La idea de ser fugitivos antes los ojos de todo París no era la más agradable, pero el fuerte agarre que ejercía Adrien sobre mi mano me hacía pensar en que debíamos quedarnos juntos a pesar de todo.

—Ten cuidado al pasar— susurró, señalando un pequeño conducto que seguramente nos llevaría hasta la salida —Yo iré delante de ti, sólo sígueme.

Sin ganas de cuestionar nada, ambos nos internamos unas especies de tuberías lo suficientemente grandes como para pasar por ellas gateando. Tardamos poco menos de dos minutos en atravesarlas, llegando a la parte trasera de la mansión.

En el exterior, pudimos fijarnos de inmediato en el alboroto que había. Helicópteros y decenas de policías se paseaban de un lado a otro iluminando con linternas, sujetando garrotes y pistolas, como si aguardaran por el peor criminal. Pero lo que nos sorprendió ante todo, fue la destrucción que denotaba la ciudad a simple vista, parecía haber enfrentado la peor catástrofe en la historia.

—¿Y ahora?— pregunté un poco desconcertada ante tal espectáculo.

—No estoy seguro de lo que deberíamos hacer— habló con una expresión de preocupación en el rostro —No sé si salir fue la mejor idea, pero ahora tampoco podemos volver.

Dándonos unos segundos para pensar nos quedamos detenidos en medio de toda aquella presión, aunque la pausa no duró demasiado.

—¡ALTO AHÍ VÁNDALOS!— oímos desde lo alto, mientras una cegadora luz comenzó a enfocarnos y un montón de gente amenazaba con rodearnos —¡LAS MANOS ARRIBA!

Sintiendo un pánico inmediato, me quedé quieta. La chica normal que se escondía tras el traje tuvo miedo, me sentí desprotegida y lo único de lo que era consciente era del temblor de mis piernas.

Cuando creí que los policías serían capaces de apresarnos y nuestro único destino era la cárcel, sentí el fuerte brazo izquierdo de Chat Noir enrollándose en mi cintura y sujetándome hacia su cuerpo, a la vez que con su mano derecha sacaba su bastón, estirándolo hasta el suelo y elevándonos a un edificio cercano. Del mismo modo llegamos hasta el otro extremo de París, donde la gente parecía no inmutarse por la conmoción producida en el centro de la ciudad.

Los esfuerzos de Chat Noir por avanzar se detuvieron cuando notó que estábamos lo suficientemente alejados. Bajamos a un callejón oscuro donde ningún ser podría vernos, dejándole un espacio al felino para jadear del cansancio.

—N-Necesitamos un lugar para dormir a salvo— sugirió entre su agitada respiración.

—En otra ocasión, cualquier persona nos hubiese abierto las puertas de su casa con alegría, quizá felices de que pasásemos la noche con ellos— dije, perdida, mirando las estrellas —Sin embargo ahora, nos rechazarán, temiéndonos tras creer que los héroes terminaron siendo despiadados villanos.

La mirada del rubio debía estar puesta sobre mí, pero no volteé a verle, sino que continué observando con atención la belleza del cielo nocturno.

—Tranquila, My Lady— se limitó a susurrar —Incluso si nadie cree en nosotros, tú crees en mí y yo creo en ti.

Sonreí. No sabía como era posible que tantos acontecimientos ocurrieran en un solo día, pero a pesar de todo, la última frase fue certera, porque yo seguía creyendo en él.

El resto de la noche la pasamos recorriendo las calles sigilosamente, buscando un lugar donde por el momento pudiésemos descansar y estar a salvo. Llegamos hasta una casa de aspecto abandonado, donde ingresamos y por fin pudimos librarnos de nuestras transformaciones.

Antes de extinguirse junto a su creador, el ilusionista y el maestro de la telequinesia se habían encargado de poner a la vida en nuestra contra, pero estaba segura de que ninguno de los dos pensaba rendirse y aceptarlo, éramos héroes, jamás dejamos de serlo. Hallaríamos la forma de limpiar nuestros nombres, borrar nuestras cicatrices y volver a la paz, aunque el camino nos amenazara con pintarse de rojo una vez más.

Tu pérdida |MLB|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora