Capítulo 2:

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Nico:

Caminamos por el oscuro Campamento. Procure no encontrarnos con ninguna arpía, no estaba de ánimos para ser devorado por esas gallinas humanas. La chica iba detrás de mí. Escuchaba sus pasos, el remover de la tela de su ropa mientras caminaba. Quizás estaba nerviosa, quizás tenía miedo. Iba a dormir con un extraño en un lugar que no conocía y no recordaba nada de ella o su vida. Yo estaría asustado y nervioso. Pensar en cómo estaría ella me recordó a mi yo pequeño, el niño que llego al campamento. Sacudí mi cabeza levemente, como si eso fuera a apartar los fantasmas de mi pasado.

-Hey- dijo la voz de la mortal-, ¿Cuál es tu nombre?- pregunto.

Sentí como sus pasos se detuvieron. Me detuve un par de pasos también y la voltee a ver. Ella me miro igual.

¿Valía la pena decírselo?

-Di Angelo- dije yo-, Nico Di Angelo.

Retome mi paso de nuevo, aunque no note su caminar.

-Es un raro nombre, Di Angelo Nico Di Angelo- advertí un poco de diversión y burla en su voz.

-Es un raro comentario viniendo de alguien que no recuerda ni su nombre- replique yo, frio.

Seguí caminando, sabiendo que ella me seguía de nuevo. Después de unos cinco minutos llegamos a la más apartada de las cabañas. Adornada por antorchas verdes y sus paredes construidas de obsidiana le daban un aspecto lúgubre y tenebroso. Quizás ella se asustaría y saldría corriendo. Fin del problema.

-Genial...- susurro ella, de manera sincera.

Se adelantó a mí y subió los peldaños de la cabaña. Trato de abrir la puerta pero como obviamente tenia seguro no pudo. Tengo que tener algo de privacidad ¿No? No quiero que los Stolls tomen fotos a mis calzoncillos y las suban a Facebook o lo que sea que usen. Saque la llave plateada de mi bolsillo y abrí la puerta, entrando yo primero.

-Que caballero...- murmuro ella, sarcástica.

-No te quejes- le dije yo, algo molesto.

Oí sus pasos entrar y luego el sonido de la puerta cerrarse.

-Te estoy dejando entrar a mi cabaña e invadir mi espacio personal- continúe yo.

Ella se quedó callada. Yo camine al closet de madera oscura que se encontraba al fondo de la habitación. Saque dos camisetas oscuras, una para ella y otra para mí, y un pantalón gris. La de ella tenía unas calaveras mexicanas bailando. Era un regalo que le di a Hazel por Día de los Muertos, se suponía que era una broma pero ella se lo tomo mal y la dejo ahí. Era talla grande, esperaba que le durara varios años.

-Toma- le ofrecí la camisa, ella el tomo- .No creo que quieras dormir con ropa, así que ponte esto mientras me cambio en el baño.

Sin esperar respuesta de su parte camine al baño. Me encerré en este y me mire al espejo. Ojeras. Palidez. Ojos oscuros. Nada había cambiado. Me quite la camisa y me puse la del pijama. Deje la anterior encima del lavabo. Me quite el pantalón y me puse el otro. Agarre el bulto de ropa sucia y salí del baño. Encontré a la chica sentada en la cama de Hazel, mirando su ropa entre sus manos. Aunque tenía la mirada perdida.

Al percatarse de mi presencia ella se paró rápidamente. La camisa le llego a las rodillas.

-Yo... ¿Dónde voy a dormir?- pregunto tímida y nerviosa.

Esta chica sí que tenía cambios de humor.

-En la misma cama en la que estabas sentada hace 7 segundos- dije yo, metiendo mi ropa en el cesto.

Ella asintió y dejo la ropa sucia a los pies de la cama. Agarro la única almohada que había en la cama y se acostó en esta, abrazando la almohada. Yo me acosté en la otra cama, mirando el techo.

-Buenas noches- susurro ella.

Me quede callado un momento.

-Buenas noches- dije finalmente.

La oí removerse un poco entra la cama, buscando la mejor postura para dormir. Después de unos 15 minutos me di cuenta de que ya se había dormido. Mire más el techo. Pensando en todo lo que había pasado el día de hoy. Mire la foto en negro y blanco de Bianca y mi madre reposando en mi mesa de noche al lado de mi cama y sonreí levemente. Mentalmente les dije buenas noches y me acurruque entre las cobijas, dejándome caer en los brazos de Morfeo.

~~~

Desperté gracias al sonido de pasos sobre la madera. Abrí mis ojos, incorporándome. Me encontré a la mortal agarrando el picaporte de la puerta. Me volteo a ver, seguramente porque había notado mi mirada.

-Vuelve a dormir- dijo ella, susurrando.

Yo negué con la cabeza.

-No me dormiré hasta que sea de noche nuevamente- le respondí yo.

Ella asintió y se dispuso nuevamente a abrir la puerta.

-Hey- dije yo, burlón-, no creo que quieras salir sin nada abajo.

Ella miro hacia abajo y se percató de que no tenía nada puesto debajo de la camiseta que le había otorgado. Se sonrojo y en un susurro leve que alcance a escuchar dijo:

-Lo siento.

No entendía el porqué. Camino al baño, no sin antes haber agarrado el short que traía puesto la noche anterior. Se quedó ahí uno 20 segundos para después volver a salir. Me dirigió una mirada rápida antes de agarrar su bulto de ropa. Camino de nuevo a la puerta y tomo el picaporte entre sus manos. No abrió la puerta, se quedó parada ahí. Soltó un suspiro y me volteo a ver. Observaba nerviosismo en su mirada.

-Yo... Gracias por dejarme dormir aquí, no era mi intención invadir tu espacio personal- dijo ella, tratando de no mirarme a los ojos.

Orgullo. Yo sonreí un poco, aunque rápidamente borre la sonrisa. Note que también quería decirme algo más. Lo notaba por que a) Todavía no abría la puerta b) Jugaba con sus dedos c) Su boca no dejaba de retorcerse.

-¿Qué quieres?- dije.

Mi pregunta y mi forma de expresarlo habían sido groseras. No había sido mi intención. Estaba por disculparme pero ella bajando la cabeza dijo:

-Nada, ya me voy.

Sin darme oportunidad de nada salió de la cabaña a toda prisa. Yo suspire cansado. No fue mi culpa que se lo haya tomado tan apecho. Camine al closet y agarre una camisa del Campamento y unos pantalones. Me metí en el baño y me di una ducha bastante larga. Me seque. Me vestí. Me peine haciendo una coleta que llegaba al inicio de mi nuca. Salí del baño y coloque mi vieja y leal espada al costado de mi cintura. Me puse unos zapatos y abrí la puerta de mi cabaña. Voltee a ver mi habitación. Mi cama estaba desordenada. La cama de la mortal donde había dormido estaba acomodada. Tendría que agradecerle el ahorro de trabajo. En la tarde se haría la revisión de cabañas y no creía a que Jason hiciera favoritismo. Suspire y salí de la cabaña, cerrando con llave. Tenía un único pensamiento de preocupación en la mente: ¿La chica se habría perdido o hubiera encontrado la cabaña de Leo? Aunque no lo pareciera, para un mortal era peligroso andar solo en el Campamento.

Los Muertos No Lloran (Nico di Angelo y tu) (Go Wattys 2016)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora