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El atardecer caía en Jilena y los chicos ya estaban listos para salir. Llamaron al timbre apenas segundos después de que April se acabara de peinar.

—¡Chicos! —Gritó, emocionada. —¿Vamos? —Señaló a la plaza del pueblo. Todos asintieron.

Cuando llegaron allí no había nadie. Estaba desolada. Y era extraño. Aunque no eran más de las siete y media de la tarde, y los chicos no salían hasta las nueve. Los grupos que ya superaban su edad, estarían por otra parte, pero ella suponía que se juntarían a la noche, más tarde de las diez.

Y entonces Parker apareció. Rodeado de chicos de diferente edad, entre ellos su queridísimo hermano. Con la nintendo en la mano, ¿cómo no?

Se sentaron justo enfrente de ellos. Tyler reía mientras Kris lo hacía reír.

Acabaron de anuciar las nueve. Una cortina de colores alegres invadió el azul cielo de Jilena. La noche quería dejarse ver entre aquellos rayos de sol.

—¡Tyler! ¡Gordo! —Gritaba Parker.

El chico se encogió de hombros y agachó la cabeza.

A April le salía humo por la cabeza. —¿Cómo se atrevía? Tyler era un gran amigo y una gran persona. ¡Qué vulgar y maleducado! ¡Parker era un estúpido! ¿Acaso se creía guay haciendo eso? —Pensaba ella.

—Cállate, Parker. ¡Tú si que estás gordo! —Remató April, aún sabiendo que Parker estaba delgado. Era por improvisar. Dijo, lo primero que le vino en mente.

—Madre mía, no sabes vacilar...—Rió el chico con un tono arrogante.

—Cállate, Parker. Sé vacilar y más que tú. —Replicó April insegura.

Y qué va. April era la mar de inocente. Era una adolescente con una actitud positiva, tal vez demasiado como para importarle aprender a vacilar. April no entendía por qué a los demás les importaba tanto "saber vacilar". Ella misma pensaba que, aunque quedaras mal, no llevaría a ningún lugar aquello. ¡A ella le daba igual! Si la gente se creía guay por aquello, ¡que lo creyésen! Si así eran felices...

April era una chica soñadora, con una vista diferente a la prespectiva que tenían todos sobre la adolescencia. Apenas tenía doce años, y cumpliría los trece con un poco más de tiempo.

Era una niña decidida y segura. Aunque no le gustaba nada cometer errores. Lo detestaba. No sabía por qué, pero lo detestaba.

—Oh sí, sabes vacilar. Y yo soy astronauta. —Respondió sarcásticamente. —Cuando seas guapa, avísame. Almenos sabré que has conseguido una cosa de las dos. —Dicho ésto, chocó la mano con Marco, el chico de su lado, con arrogancia.

—Agh. —Escupió April furiosa. ¿Siempre tenía que tener respuesta para todo? ¡qué rabia!

Como Romeo y Julieta © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora