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Hoy, era una cena colectiva de todo el pueblo, de nuevo. Vería a Parker.

Cayó la noche. A las diez, todos los habitantes de éste acudieron a la plaza principal.

—Pero nosotros cenamos aquí, ¿no? —Preguntó Tyler, señalando un banco.

—Pues sí. Cojemos la cena y nos la comemos aquí. No tenemos mesa. —Dijo Rowan.

Y ella tenía razón. A pesar de que la plaza era muy grande, todas las mesas y sillas estaban ocupadas. Había una gran barbacoa en un extremo de la plaza. La gente cojía hamburguesas, y todo tipo de carne para cocinarla allí.

—Mamá. —Dijo April, acercándose a ella.

—¿Sí?

—Puedes...¿cocinarme tú la hamburguesa?

—Ya eres mayorcita, April. Todos tus amigos lo hacen ellos solos. —Contestó.

—Lo siento, mamá...pero...porfavor...—Puso ojitos de cachorrito.

Su madre suspiró. —Vale.

Realmente la joven no quería hacerse ella la carne. Tenía vergüenza. Las hormonas de la adolescencia empezaban a producir un ligero efecto en ella.

Posó la vista sobre las gentes; sonriendo, hablando entre ellos. Escaneó cada rincón, cada persona. Y a...Parker.

Sus nervios se alborotaron cuando lo vio acercarse con dos de sus amigos; Declan y Marco.

No le dijeron ni una palabra.

Volvieron a sus asientos. Pero, al rato, escuchó su nombre.

—¡April! —Gritó Parker, con una maliciosa sonrisa.

Se giró, nerviosa. —¿sí?

—¿Puedes venir? —Pidió Declan, y Marco reía.

Acudió, pese a que la vergüenza la invadía completamente. Sus piernas flojeaban, y su corazón latía tanto que pensó que se le iba a salir del pecho. -Dios mío. -Dijo para sí misma.

—Hola. —Saludó Parker, aún con una maliciosa sonrisa en su rostro. —Se me ha caído un poco de Coca cola en el pantalón. ¿Puedes limpiármelo un poco, porfa?

¡Qué descarado! Pero...en ese momento tenía tanta vergüenza que no podía pensar en negativo. A su lado estaba su madre, quién pareció ignorar el asunto. ¿Como era posible que nadie se diera cuenta de lo sucedido?

—No. Límpiatelo tú, que para eso tienes dos manos. —Respondió April, tímida y inconscientemente. Dicho ésto se largó de allí tan rápido como había acudido.

¡Que corte! Lo peor era que Parker le hacía burla.

Lo ignoró y cenó con sus amigos, intentando no posar sus ojos en el chico. Su madre llegó y esperó que no le riñera por no haberse hecho ella la cena, puesto que su novio la observaba y no quería hacer el ridículo.

Cuando lo miró de reojo, vio a un Parker enamorado, mirándola con un brillo especial en los ojos. La luz de la luna se veía reflejada pálidamente en su rostro, y recordó, que, aquellos dos jóvenes cuyos corazones se odiaban en un pasado, fueron atados a un amor impredecible ese verano, en Jilena.

Como Romeo y Julieta © [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora