Capítulo IV.

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Envejeció Evaristo, el enamorado boticario sin tener noticia de Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el sauce de la parcela, viendo secarse, estériles, sus flores en cada primavera. Solía, por instinto, Mazuelos, hacer una excursión crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al borde del arroyo, enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del sauce, y allí veía caer la noche. El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del farmacéutico.

Un día el sauce, familiarizado con la muda compañía doliente de Mazuelos, esperó y esperó en vano. Mazuelos no vino. Aquella misma noche un hombre, el carpintero de P... llegó con tremenda hacha he hizo temblar de presentimiento al sauce triste, enamorado y joven. El del hacha cortó el hermoso tronco de Hebaristo, ya seco, y despojándolo de las ramas lo llevó al lomo de su burro hacia la aldea, mientras el agua del arroyo lloraba, lloraba, lloraba: y el tronco rígido, sobre el lomo del asno se perdía en los baches, y lodazales de la Calle Derecha, para detenerse en la "Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos"...

Hebaristo , el sauce que murió de amor ( Abraham Valdelomar )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora