Querido diario

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La luz que se filtraba a través de la persiana no era suficiente cómo para poder distinguir figura alguna en la habitación, tan sólo dibujaban un patrón de aspecto aleatorio en forma de puntos luminosos que se repartían entre el escritorio y la silla que pegada a éste estaba. El silencio tan sólo interrumpido por el sonido de los dedos de una chica, que tocaban una y otra vez la pantalla táctil de su teléfono móvil, enviando un mensaje de texto en el cuál volvía a excusarse una vez más porque no podría ir a la fiesta de todos los Viernes. Eran las siete de la tarde y sin embargo el cansancio que sentía era cómo si no hubiera dormido en mil años.

- Qué pereza...

Musitó para si misma. Se revolvió entre las sábanas y se sentó en la cama, algo mareada por haber dormido más de la cuenta. Un bostezo sonoro se escapó de su boca y en silencio se quebró, no sólo por ella, sino por el sonido de unos golpes en la puerta.

- Melisa, ¿Estás mejor?

- Si, mamá. En seguida bajo.

- No tardes, tenemos que ir a casa del tío Robert.

- Si, mamá.

Se levantó frotando sus ojos, dirigiéndose hacia la ventana y subiendo la persiana. Arrugó el gesto y giró el rostro hacia otro lado, a la par que trataba de proteger su cara de la luz del sol con una mano. No tenía ganas de salir de su habitación. A duras penas había ido a clases ese día, y había vuelto peor de lo que se había levantado temprano en la mañana. Un dolor de cabeza horrible la había tenido toda la tarde encerrada en su cuarto, huyendo de la luz del sol cómo un vampiro de los libros que le gustaba leer. Cogió un pantalón vaquero algo entallado y un suéter de color melocotón. Su pelo castaño, recogido en una coleta bastante improvisada, se balanceaba de un lado a otro mientras lidiaba con su memoria para recordar dónde había dejado las botas.

- En el baño.

Recordó y se dirigió hacia allí, andando tan sólo con unos calcetines de separación con el frío suelo y una vez llegó allí, se quedó parada frente al espejo, mirando su reflejo y reparando en unos surcos oscuros que decoraban la zona que lindaba con su párpado inferior. No se molestaría en intentar taparlos con maquillaje, tan sólo se lavó la cara y echó algo de perfume, para luego salir de su habitación y reunirse escaleras abajo con su madre.

- ¿Ya estás lista, cariño? Coge el abrigo que nos vamos.

- Si, mamá. -Volvió a repetir con la misma desgana de las veces anteriores.-

''Querido diario, este sería el comienzo de un día de mierda''

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