X (Parte 1)

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 —Espera... No puede ser. Antes llamé a éste mismo número y no existía. ¿Quién eres? Déjate de rodeos. Dijiste que no estoy loca, pero cada vez me convenzo más de lo contrario. ¿Qué está pasando?

—Respira, mujer. No es para tanto. Son trucos básicos, ya aprenderás a qué me refiero. Sé que quieres respuestas, pero no has formulado las preguntas adecuadas. Inténtalo de nuevo.

—¡Joder! -Exclamó y luego tapó su boca, esperando que su madre no hubiera despertado.- No juegues conmigo, equis, cómo-te-llames. Lo qué sea. ¿Por qué a mi? 

—Bingo. No era un qué o un quién lo importante. Lo importante es el por qué. Bien, es complicado de explicar, y difícil de creer, pero es la verdad. Lo que estoy a punto de contarte es totalmente cierto. Pon toda tu atención porque no te lo diré dos veces. Cómo te dije antes, el tiempo es la moneda de cambio más valiosa, y no puedo perderlo. Ni tú tampoco. No eres una chica normal, Melisa. Tienes un don, un don que te permite deformar el mundo. De hecho, ya lo hiciste. ¿Te importaría decirme qué día es hoy?

Melisa escuchaba incrédula las palabras de su interlocutora. ¿A qué se refería? Miró el pequeño calendario que tenía en su escritorio. 

—Cuatro de febrero. ¿Cuatro de febrero?... Espera. No es posible. Eso fue hace dos semanas. No... He debido olvidarme de tachar los días. Hoy es dieciocho. 

Rápidamente abrió el portátil y lo encendió, martilleando con los dedos de la mano con la que no sostenía el teléfono sobre el escritorio.  Esperó que la pantalla se encendiese e introdujo su contraseña como pudo, víctima del nerviosismo. Aquello no podía ser verdad, o eso pensaba la castaña. Cuatro de febrero.

—¿Qué has hecho? No... Estás jugando conmigo. Primero lo del examen, luego lo del número de móvil y ahora esto. ¿Eres algún tipo de hacker, no es así? Tratas de volverme loca. 

—No, Melisa. Piensa un poco. Ata cabos. Tu madre te dijo que no había llevado el coche al taller. El examen te resultó demasiado familiar. ¿No te estás dando cuenta? Has vuelto atrás. Haz memoria. ¿Qué es lo primero que recuerdas antes de levantarte ayer?

El silencio se instaló entre ambas. Melisa se concentró en recordar qué había pasado, pero sólo había un vacío negro cómo la noche. Apretó sus ojos, intentando encontrar alguna imagen, hasta que por fin pudo empezar a ver imágenes sueltas en su mente. Ella mirando a través del cristal del coche, su primo asomando por la puerta, la cena. Cómo ella misma confesó a su tío haber suspendido dos exámenes, entre los que se encontraba justo el que había hecho hoy. Casi creyó haber perdido la respiración. Todo volvía a volverse negro justo después de recordarse a si misma tirando del mantel, pagando así sus frustraciones. 

—Espera, no puedes estar hablando en serio. ¿Esperas que me crea que he vuelto al pasado? ¿Qué yo misma he retrocedido en el tiempo?... Por favor, esto es la vida real. Ahora creo que la que se está volviendo loca eres tú.

—Puedes decir lo que quieras, pero ambas sabemos que ahora mismo estás dudando de si es o no verdad... Y que poco a poco, con cada segundo, te estás convenciendo más y más. En el fondo, ansías creerme. 

—... 

—Melisa, somos iguales. Ambas tenemos el mismo don. Yo también soy capaz de alterar el tiempo, aunque claramente lo hago a voluntad. Tú, sin embargo, activaste el mecanismo de forma aleatoria. No todas las personas que nacen con la ''Bendición de Chronos'' la manifiestan de la misma manera. Incluso, en la mayoría de los casos, lo normal es que no se manifieste y que la persona ni siquiera se entere de que la poseía. Cómo te dije, soy tu amiga. Estoy aquí para guiarte. Te enseñaré a usar éste don, pero también te advertiré de las consecuencias y los peligros que ésto conlleva. Tendrás que confiar en mi. Si no lo haces, no podré protegerte. 

Aquella era demasiada información para procesar, pero en su interior sabía que, poco a poco, las piezas comenzaban a encajar. Todo tenía sentido, y le aterraba. Parecía una historia sacada de una película o una serie de televisión. Era todo tan irreal... Suspiró y se llevó una mano a la nuca, acariciando la zona con claro nerviosismo. ¿Qué opción le quedaba? Podía colgar el teléfono y hacer cómo si nada hubiera pasado, pero esa opción se le antojaba demasiado remota. Al menos en la situación en la que se encontraba. Quería saber más, quería averiguar si aquello era posible. Además estaba aquella extraña que decía ser su amiga. ¿Quién era? ¿Por qué no revelaba su identidad? Todo eran incógnitas irresolutas que no paraban de martillear en su cabeza. 

—Ni siquiera me dices tu nombre. ¿Cómo quieres que confíe en ti? ¿Cómo quieres que me crea todo ésto? 

—Mi nombre no tiene importancia. De hecho, tengo muchos nombres, más de los que podrías recordar. Tu me has bautizado cómo Equis, y así te dirigirás a mi a partir de ahora.

—Está bien... Equis. Digamos que te creo. Bueno, digamos que me creo parte de lo que me dices. ¿Cómo podrías probarlo? No soy alguien que se crea lo primero que le dicen, a pesar de que todo parezca tener sentido. Es una jodida locura. 

—Bueno, deja que te aclare un poco las cosas. No has vuelto al pasado. Ahora estás en el presente. Esa cena en casa de tu tío Robert era algo que no deberías haber vivido, no aún. No sé por qué se activaría tu poder, pero vine cuándo sentí una alteración en la línea temporal y actué. Yo fui la que te devolvió a éste tiempo. Esos dolores de cabeza continuos que has tenido estos días no eran otra cosa que desgaste por haber usado un tiempo que no tenías. Éste poder no es algo que puedas utilizar a tu antojo. El tiempo es intangible, pero manejable. Si usas más del que dispones, será tu propia vida la que se desgaste. Tu cuerpo se resentirá e irá perdiendo vida. Es cómo sumar y restar. Si avanzas dos semanas sin disponer de tiempo de sobra, pierdes dos semanas de vida, que se traducen en un deterioro acelerado de tu cuerpo. Por eso has dejado de tener dolor de cabeza. 

—Dios... ¿Por qué te estoy haciendo caso? No logro entender nada de lo que me dices. Según tú he estado hecha mierda estos días por haber querido avanzar a dónde no debía. ¿No?

—Bueno, es una manera simple de decirlo.  

 

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