La batalla continuaba, los jinetes de Rohan se mezclaban con los guerreros gondorianos. En todo el campo el viento rugía, las voces se elevaban al cielo como un canto desesperado. La ayuda inesperada había sido efectiva y útil, pero las fuerzas de Mordor superaban diez veces y hasta más a las tropas de Gondor. Así que una vez más los corazones se oscurecieron.
Pero los Nazgûl, respondiendo a la súbita llamada de un grito terrible en la Torre Oscura, dieron media vuelta, y huyeron, desvaneciéndose en las tinieblas de Mordor; y en el mismo instante todos los ejércitos de Mordor se estremecieron, la duda oprimió los corazones; enmudecieron las risas, las manos temblaron, los miembros flaquearon. El Poder que los conducía, que los alimentaba de odio y de furia, vacilaba; ya su voluntad no estaba con ellos; y al mirar a los ojos a los enemigos, vieron allí una luz de muerte, y tuvieron miedo.
Entonces todos los Capitanes del Oeste prorrumpieron en gritos, porque en medio de tanta oscuridad una nueva esperanza henchía los corazones. Y desde las colinas sitiadas los Caballeros de Gondor, los Jinetes de Rohan, los Dúnedain del Norte, compañías compactas de valientes guerreros, se precipitaron sobre los adversarios vacilantes, abriéndose paso con el filo implacable de las lanzas. Pero Gandalf alzó los brazos y una vez más los exhortó con voz clara:
— ¡Detenganse, Hombres del Oeste! ¡Detenganse y esperen! Ha sonado la hora del destino
Y aun mientras pronunciaba estas palabras, la tierra se estremeció bajo los pies de los hombres, una vasta oscuridad llameante invadió el cielo, y se elevó por encima de las Torres de la Puerta Negra, más alta que las montañas. Tembló y gimió la tierra. Las Torres de los Dientes se inclinaron, vacilaron un instante y se desmoronaron; en escombros se desplomó la poderosa muralla; la Puerta Negra saltó en ruinas, y desde muy lejos, ora apagado, ora creciente, trepando hasta las nubes, se oyó un tamborileo sordo y prolongado, un estruendo, los largos ecos de un redoble de destrucción y ruina.
La torre de Barad- Dûr comenzó a desmoronarse, a caerse a pedazos. Los orcos huyeron despavoridos hacia el interior de la Tierra Media.
El Anillo había sido destruido, Frodo lo había conseguido. Todo Mordor comenzó a desmoronarse, y el Gran Ojo, se extinguió en las mieles de lo creía que era una victoria. Merry y Pippin saltan de alegría junto a Gimli. Pero de repente el Monte del Destino estalló, escupió humo y roca y lava y comenzó a desmoronarse, como todo lo demás. Sus sonrisas, y su placer se había convertido de repente en tristeza y miedo. Pues la marea roja bañaba el Monte y la suerte de Frodo y su leal Sam era incierta. Las águilas alzaron vuelo, junto a Gandalf, hacia aquel río de fuego y no se supo de ellos hasta muchas horas después.
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Arya se encontraba sentada en la biblioteca en la sección "los antiguos archivos", a pesar de que Ioreth protestara, ya que creía que debía de seguir descansando; aunque al mismo tiempo le sorprendía la rapidez con la que se estaba recuperando la doncella viajera, parecía como magia.
La Dúnedain se encontraba leyendo, la lectura era algo que siempre le había gustado hacer y en estos momentos de incertidumbre era necesario la distracción. La mayoría de los títulos los conocía; la historia de Gondor, sus reyes y senescales, los comienzos de la ciudad... Fue por recomendación de Elrond que empezó a leer, para conocer la historia de sus antepasados, su historia, luego ella quiso saber más, siempre fue curiosa, así que leyó todo lo que encontró en Rivendel. Y al ser un hogar de elfos en su mayoría, aprendió sobre todo de su raza. Su historia desde el comienzo de los tiempos, el Cuivienen, hasta tiempos remotos, sobre la medicina elfica a lo que se dedicó mucho tiempo y Lord Elrond en persona le había enseñado algunas cosas, al ver que tenía el don de la magia.
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Elendil Arya, amiga de los elfos
FanfictionLa decima miembro de la Comunidad del Anillo tendrá que ser valiente en su misión. ¿Lo conseguirá? ¿Habrá tiempo para el amor? Basado en las películas del Señor de los Anillos y en los libros de J.R.R. Tolkien