LA BATALLA DE LOS CAMPOS DE PELENNOR

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Hubo gritos salvajes y algún ruido de armas, pero la escaramuza fue breve. Los orcos que se encontraban alrededor de las murallas eran poco numerosos, y fueron tomados por sorpresa fue fácil abatirlos, o al menos obligarlos a retroceder. La guardia de Rohan impacto sobre los orcos, atravesándolos con sus lanzas y espadas. Casi toda la mitad norte de Pelennor estaba ocupada por los Rohirrim, y los campamentos ardían, y los orcos huían en dirección al río como manadas de animales salvajes perseguidas por cazadores; y los hombres de Rohan galopaban libremente, a lo largo y a lo ancho de los campos. Arya galopaba en busca de enemigos, y los traspasaba con su espada y las lanzas que se encontraba abriéndose paso entre ellos. Pero aquello solo era el inicio y lo peor estaba por pasar. Distinguió en el cielo algo negro que se movía rápidamente.

De pronto vio como los orcos se dispersaban de aquel lugar. Se dirigió a atacar a los orcos, embistió su espada y sin descanso los ataco. Y vio a lo lejos a unos olifantes; debajo de uno de ellos, un jinete lo atacaba, justo cuando dio la vuelta supo quién era. Éowyn y Merry. Cuando estaba dispuesta a ir con ellos, la empujaron y cayó del caballo. No le paso nada, pero el yelmo que ocultaba el secreto de Arya había caído, y los cabellos oscuros le resplandecían sobre los hombros.  

Las tinieblas cayeron alrededor. Los caballos gritaban, encabritados. Los jinetes arrojados de las sillas se arrastraban por el suelo. Rápida como una nube de tormenta descendió la Sombra. Y se vio entonces que era una criatura alada: un ave quizá, pero más grande que cualquier ave conocida; y parecía desnuda, pues no tenía plumas. Descendió, descendió, y luego, replegando las palmas digitadas, lanzó un graznido ronco, y se posó de pronto enfrente de Arya. Una figura envuelta en un manto negro, enorme y amenazante, venía montada en aquella criatura. Llevaba una corona de acero, pero nada visible había entre el aro de la corona y el manto. Arya se levantó lo más rápido que pudo.

—Heredera este es tu último día — dijo con voz glacial. No se dejaría asustar por eso. El Señor de los Nazgul desenfundo una gran espada.

—Yo decidiré cuando sea, Rey Brujo — le reto Arya de igual modo alzando su espada.

De pronto, la bestia horripilante batió las alas, levantando un viento hediondo. Subió en el aire, y luego se precipitó sobre Arya, atacándola con el pico y las garras abiertas. Entonces Arya;  descendiente de reyes, feroz y sin temer. Descargó un golpe rápido, hábil y mortal y cuando la espada cortó el cuello extendido de la Bestia Alada, la cabeza cayó como una piedra, y la mole del cuerpo se desplomó con las alas abiertas.

El Jinete Negro emergió de la carroña, alto y amenazante sin aviso la golpeo con rapidez, Arya se aferró a su espada. Allí estaban los dos en medio de la batalla. Comenzaron a chocar sus espadas. Esta vez con una fuerza deshizo de su espada a Arya, estando ahora desarmada. La Dúnedain quiso ir por ella pero el Brujo la agarro de su capa, rapidamente Arya se quitó el broche y cayó de rodillas. Entonces Arya, trastabillando, había logrado ponerse de pie una vez más, y tomo su espada, pero, el Nazgul mucho más veloz la sujeto por el cuello. Arya al verlo al rostro no vio nada mas que oscuridad. Sentía que se ahogaría, intento quitarse la mano de este, pero tenía una fuerza descomunal. Entonces con la espada le dio en una pierna, la soltó y Arya cayo de nuevo sobre el suelo. 

El Rey Brujo gritó de odio que traspasaba los tímpanos como un veneno, haciendo que Arya se tapara sus orejas con sus manos. Y sin previo aviso, el Jinete Negro le atravesó el hombro.  

Al instante sintió un dolor intenso.

El Jinete Negro ahora estaba satisfecho, pero esa distraccion por su triunfo fue lo que acabo con su vida; sin previo aviso Arya juntando todas sus fuerzas había hundido la espada entre la corona y el manto. La espada chisporroteó y voló por los aires hecha añicos. La corona rodó a lo lejos con un ruido de metal. Arya cayó de bruces hacia atrás; y un grito se elevó por el aire estremecido y se transformó en un lamento áspero, y pasó con el viento, una voz tenue e incorpórea que se extinguió, y fue engullida, y nunca más volvió a oírse en aquella era del mundo.

Elendil Arya, amiga de los elfosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora