Capítulo 11: Y comieron perdices

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Capítulo 11: Y comieron perdices

Después de pasar horas y horas discerniendo entre su sexualidad y el mundo de posibilidades que existía en torno a la decisión de amar o no al escritor, Arthur terminó por aclararse: quería al francés. Su madre le había dado una respuesta a la duda existencial que habia surgido y encontraba coherente aquello, uno no amaba por el sexo sino por el sentimiento. Estaba consciente que no lo quería de forma sexual y tremendamente gay, lo quería de forma cariñosa y noble, lo suficiente para ir en esos momentos al aeropuerto y detenerle de tomar el vuelo a la capital... aunque ya en eso estaba, iba en un taxi rumbo al lugar.

En cuanto el taxi se detuvo, se bajó a prisa y cruzó el estacionamiento, corriendo al encuentro del francés; buscó por todos lados y todas las salidas próximas aquella figura esbelta y esos ojos tan azules como un día sin nubes, más no lo vio, aparentemente ya se había ido. Siempre tarde, siempre de último, oh pobre y enamorado compositor. Apretó los puños, eso no podía quedarse así, Francis no podía haberse ido sin haberle confesado sus recién descubiertos sentimientos.

En la capital, Francis llegó a lo que quería su nuevo hogar, un gran y moderno edificio donde habitaban la mayoría de los escritores de la editorial H. El portero rápidamente se acercó a recibirlo y le anunció que sus pertenencias ya estaban en el apartamento. Subió por el elevador y agradeció que en dicho lugar existiera tal tecnología.

Caminó con suma tranquilidad por el pasillo mientras con la vista buscaba el apartamento número setenta y cuatro, el que sería únicamente para él. Al encontrarlo, tomó el picaporte y lo giró, notando al instante que el seguro no estaba puesto; tal acto le provocó desconfianza más luego desechó aquel sentimiento y abrió la puerta, al posar su vista hacia el interior, su corazón se detuvo. Sentado sobre el sillón principal, se encontraba la figura de Arthur con su pose perfecta y sus piernas cruzadas de la forma más varonil que él sabía.

Parpadeó atónito un par de veces, seguramente estaba alucinando o a lo mejor la editorial sabia de su obsesión y le enviaron como compañía, un maniquí del inglés... o quizá más que compañía, le sería el perfecto juguete sexual, más acalló sus frenéticos pensamientos cuando vio que tal figura se puso de pie, en realidad si era el verdadero Arthur. Contuvo la respiración un momento, estaba impresionado.

-Quizá te preguntes que estoy haciendo aquí y seguramente no merezco estar frente a ti después de haberte rechazado y dejado en la primera oportunidad que tuve— las orbes color bosque reflejaron culpa y arrepentimiento, su dueño se mostraba igual.

Francis no necesitaba escuchar todo lo que el otro quería decir, solo le bastaba el hecho de tenerlo tan cerca y tan real pues únicamente podía tener tal cercanía en sueños. Corrió y le abrazó, importándole poco la reacción que Kirkland pudiera tener. Ante tal gesto, el compositor no le quedó de otra que corresponder de forma incomoda. Estuvieron así por varios minutos hasta que el francés decidió que era momento de apartarse.

Mil preguntas se aglomeraron en su garganta, impidiéndole el habla, más su sonrisa lo decía todo. El inglés en cambio, se mostró nervioso, parecía que quería expresar algo -yo no sé realmente que estoy haciendo aquí... estas últimas semanas en lo que he estado pensando, ha sido en ti... y es raro porque se supone solo somos un par de sujetos que no se soportan y que tenían que compartir un pequeño apartamento por razones ilógicas y complicadas de explicar.

Y Arthur siguió explicándose mientras el escritor lo escuchaba con atención y mientras más decía, más grande se hacia el corazón de este último. Al final y sin más que decir, el oji verde empezó a titubear puesto que se atrevería a decir algo que cambiaría su vida. Francis pareció entender a lo que iba toda aquella situación y aguardó paciente a que el inglés terminara de armarse de valor.

-Primero, quiero aclarar que no soy gay- dijo de forma seria y casi tajante -no me interesa estar de mariquita ni de amanerado- agregó, girando sus ojos y mano derecha en señal de su negativa para luego guardar silencio. Se mordió el labio interior y suspiró, no era momento de estar de sarcástico, ese era el momento de abrirse, de abrir su corazón y expresar aquello que no pudo hacerlo en su momento - ...pero estar bajo el mismo techo que tú por tanto tiempo, me ha hecho darme cuenta que ahora que no estuviste cerca, que te extraño y sé que es tonto porque siempre dije que cuando tomáramos rumbos diferentes, bailaría del gusto pero heme aquí, actuando de forma frágil, atravesando el país solo para hablar contigo y... creo que si eres tú, haría una excepción y seria "gay".

El inglés fue sincero y el francés lo agradeció, mas por el hecho que este se volviera gay por él -entonces ¿quieres decir que aceptas mis sentimientos y estarías dispuesto a una relación seria conmigo?- preguntó, a lo que la expectativa que Francis tenia, se incrementó, viéndose reflejada en sus ojos tintineantes.

-Acepto todo lo que tenga que ver entre ambos pero dame tiempo para asimilarlo- pidió de forma tranquila el otro.

El oji azul separó las manos de sus costados y las extendió en busca de las del oji verde -¿puedo?- preguntó con algo de nerviosismo, aún estaba a la expectativa de lo que pasaría con ese compositor recién declarado.

Arthur extendió sus manos en señal de aprobación y tomó entre las suyas las del escritor. Eran suaves, cálidas al tacto, enternecedoras, grandes. Ambos se miraron a los ojos, suponiendo que así iniciaría su relación de pareja.

-Esperaría por ti una vida- expresó el francés con suma ternura, su voz relajada y profunda hizo eco en la habitación y seguramente también en el corazón del compositor -no me importaría esperar un poco más a todo lo que la vida nos deparara.

-Eres muy cursi- dijo el inglés mientras intentaba disimular lo halagado que tales palabras lo habían hecho sentir.

Francis apretó las manos de este contra las suyas -es que estoy enamorado- le respondió de tal manera que hizo sonreír al otro - y siempre lo estaré de ti.

Sus cuerpos se fueron acercando, fundiéndose en un abrazo, preocuparse por lo que pasaría después era lo de menos porque ya estaban empezando a vivir el ahora y no había tiempo para el mañana ni mucho menos para el ayer y así como los dos amantes de la novela del francés, el reencuentro luego de aquella larga separación, fue dulce e inolvidable.

Para Francis, lo que comenzó siendo un mero amor platónico lleno de cobardía, terminó en el momento que expreso lo que sentía y si le preguntaban si se arrepentía de ello, la respuesta seria tan evidente como el final de su propia historia. 

FIN

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Notas finales: Y con esto concluimos con la historia del amor plátonico de Francis Bonnefoy (FBonn para el medio artistico). Me tarde años en terminar la publicacion pero no me arrepiento del tiempo que le dedique y agradezco el apoyo de cada uno de ustedes que tuve durante cada capitulo. 

Debo decir que esto quedaria en un simple one shot donde externaba un fiasco que tuve en su debido tiempo. Generalmente nunca escribo cosas que se basen de anecdotas personales pero deseaba externarlo como una forma de olvidar lo ocurrido porque asi como Francis, estuve en la msima situacion (aunque para mi si termino mal porque el chico ya ni me habla) . Confieso que siempre escribo de anecdotas ajenas pero esto fue un reto que disfrute tomar y ojala ustedes hayan disfrutado leer.

Nuevamente agradezco a todos ustedes y aunque tenia pensado con esta historia, renunciar al fandom hetaliano y sobre todo al FRUK, temo que no lo hare porque adoro la pareja y la diversidad de cosas que puedo hacer con ellos. En un futuro escribire algo nuevo sobre ellos. Gracias. 

Mi Platónico Amor (Hetalia FRUK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora