Capitulo 3: Pretendamos que nunca pasó

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Disculpen por no haber actualizado  por tanto tiempo, la arena y el internet quebrantaron mi espíritu y mi inspiración.

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Capitulo 3: Pretendamos que nunca pasó

Sol de medio día, ese incomodo y molesto sol cuya luz quemaba casi igual o mas que las llamas del mismo infierno y que por supuesto, Arthur odiaba con toda su alma, sobre todo en días donde se desvelaba. La noche anterior, por más intentos que hizo para concentrarse en la composición, terminó por pasar la noche pensando en lo ocurrido con Bonnefoy. Nunca había sentido nada por un hombre y se negaba empezar a sentirlo aunque se preguntaba porqué no lo golpeó cuando tuvo la oportunidad.

Se giró a contra luz, quería dormir un rato mas, sin embargo, el sonido de su celular se lo impidió. Miró la pantalla, en el, el número de Alfred resaltaba.

— ¿Bueno?–

—Ah, Arthur, buen día... me preguntaba si podía ir a tu casa a ver el avance de la canción— se trataba de Alfred, esa voz chillona y jovial era inconfundible.

Arthur alejó el teléfono de su oído y miró la hora, doce con quince, luego regresó el teléfono a la posición previa — ¿te parece si nos vemos en la cafetería que está por las oficinas de la disquera?— propuso, no quería que el francés hiciera otra escenita si los llegase a ver.

Pactado el lugar y la hora, colgó y se volvió a acostar en su cama, tenía una hora extra para poder intentar dormir un poco más.

Alfred F. Jones esperaba impaciente la llegada del compositor, jugaba de forma inconsciente con sus manos mientras veía con impaciencia hacia el norte, lugar por donde seguramente vendría el compositor. No solía ser así de puntal ante citas y encuentros con otras personas, generalmente era él el que llegaba tarde a las reuniones pero la necesidad saber que había ocurrido la tarde anterior lo hizo adelantarse por varias horas a la reunión. Sus lentes de marco negro reflejaron la luz del sol mientras sus ojos azul cielo se perdían en el recuerdo de ese día.

Ser interrumpido a mitad de una confesión no era tan difícil de superar pero no perdonaba a la persona causante de ello. Ese sujeto, el compañero de apartamento de Kirkland y seguramente su rival, se había interpuesto en lo que había sido su oportunidad de oro. No lo culpaba, él hubiese hecho lo mismo de haber estado en la misma posición pero aun así, la frustración de haber perdido la oportunidad estaba latente.

—Lamento llegar tarde, el tráfico está terrible— dijo una voz ajena a la de sus pensamientos y por inercia fijó su mirada en el dueño de ésta. Sin disimulo esbozó una sonrisa.

–Ni que lo digas– dijo con empatía, el haberlo esperado tantas horas valía la pena al ver esos ojos verdes bañados en un halo de dorado.

No hubo más palabras de cortesía después de eso y fueron directo al tema principal: la composición. Arthur le mostró el párrafo y medio que había avanzado, admitió no lograr la adecuada inspiración pese a escuchar la melodía una y otra vez. Alfred escuchó con detenimiento las disculpas mientras leía con atención el significado entre líneas de las estrofas.

–Es motivacional– dijo por inercia – ¿pensabas en algo cuando la escribiste?

Arthur brincó de su asiento, pensó en mucho, sobre todo en Bonnefoy cuando iba a mitad de la estrofa —en nada en particular— restó importancia aunque su nerviosismo lo delataba.

Cambiaron algunas frases y modificaron otras. La atmosfera tensa poco a poco fue desapareciendo y aunque Alfred era consciente que no sabia leerla, su instinto le decía que era momento de indagar sobre el día anterior. Abrió la boca, aspiró aire y se preparó mentalmente para lo que diría y le responderían.

Mi Platónico Amor (Hetalia FRUK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora