Capitulo 4: Un día a la vez

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Capitulo 4: Un día a la vez

Días posteriores al pacto realizado, la interacción de los dos siguió siendo tan nula como lo había sido en días previos. Las fechas de entrega para ambos se estaban acercando, especialmente para Francis quien había perdido bastante tiempo en sus ensoñaciones, festejos por no haber sido echado del apartamento y remedios caseros para recuperarse del bloqueo de escritor.

Horas antes había recibido una llamada de su editor avisándole que iría a recoger el borrador de los capítulos que adeudaba y sabiendo que no tenía nada escrito, sacó una excusa barata y gano un día más tiempo... un día.

Se revolvía los cabellos con gran angustia, estaba consciente que se acababa de echar la soga al cuello. Apenas y había pasado del punto de quiebre en la historia donde ambos jóvenes se percataban de los sentimientos mutuos y el desolador futuro que le deparaba a la tierra donde se encontraban.

En medio de la desesperación, el sonido de la puerta del cuarto contiguo se escuchó, era Arthur y seguramente iba de salida a encontrarse con el músico. Se acomodó lo mejor que pudo los cabellos y quitó las arrugas imaginarias de su camisa – ¿vas de salida?– preguntó con su cuerpo recargado sobre el marco de su puerta en una pose a la que él consideraba como "sexy".

Arthur detuvo sus pasos y lo volteó a ver –no, voy entrando de reversa– respondió tan sarcástico como siempre.

– ¿Te puedo encargar algo?– dijo, no porque necesitara algo de fuera sino porque quería verlo un poco más.

–Depende.

Una sonrisa pícara se asomó por sus labios franceses más luego despareció al ver la cara de pocos amigos del otro –un café latté de la cafetería de la esquina si no es mucha molestia.

El inglés se encogió de hombros y fingió no haberlo escuchado, luego salió del apartamento. En cuanto se supo solo, un sonoro suspiro brotó de sus labios, era difícil actuar como si nunca hubiese expresado sus sentimientos.

Minutos más tarde, Alfred vio a lo lejos la silueta del compositor y por inercia, sus pies lo encaminaron hacia él – ¡Artie!– le saludó con efusividad, le alegraba verlo.

El oji verde bajó levemente la cabeza en señal de haberlo escuchado mas no detuvo sus pasos. En el trayecto, abrió su portafolio y buscó las partituras –ten Alfred, dale un vistazo–

Se sentaron en la banca de un parque cercano. Alfred sacó su guitarra del estuche y empezó a tocar la melodía que se sabía ya de memoria – ¿empiezo desde aquí?– preguntó al inglés quien repasaba el lyric una última vez.

–Mejor desde el inicio, quiero ver el énfasis que le darás– pidió.

Los dedos de Alfred empezaron a moverse de un lado al otro, brincando entre fas y las, acordes dulces y alegres –Cuando un sueño se te muera o entre en coma una ilusión, no lo entierres ni lo llores, resucítalo.

Arthur escuchaba atento como entonaba las palabras que él había creado y se imaginaba de que otras formas podían ser cantadas – ¿y si mejor empiezas con un registro alto casi agudo y lo terminas en un suave casi grave?– preguntó, pensando que quizás así se escucharía mejor. El oji azul se aclaró la garganta y volvió a entonar la misma estrofa: perfecto.

Con la segunda estrofa continúo con el mismo ritmo impuesto y en la tercera agarró vuelo. Alfred parecía satisfecho con el resultado y como iba escuchándose la melodía. Algunos transeúntes que iban pasando se detuvieron a escucharlo, sonriendo ante lo positiva que resultaba la canción.

Mi Platónico Amor (Hetalia FRUK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora