Capitulo 10: Soy... ¿gay?

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Capitulo 10: Soy... ¿gay?

Arthur Kirkland se encontraba en un dilema emocional. Desde que dejó el apartamento, un sentimiento de culpa y abandono lo atacaba constantemente y pese a los esfuerzos sobre humanos que hizo por aplacar todas esas contradicciones, su estado mental le indicaba que lo correcto era estar con el francés estúpido cara de rana.

Se alborotó los cabellos por enésima vez en un intento de apaciguar el remolino que tenía por pensamientos, debía de concentrarse y enfocarse en la nueva canción que estaba escribiendo. Debido a los buenos términos en los que quedó con Alfred, éste lo recomendó con un sin fin de músicos quienes deseaban mejorar los arreglos de sus melodías y letras. Estaba tan saturado que incluso se dio el lujo de declinar varios trabajos.

Miró la fotografía que Francis tuvo el cinismo de regalarle hacía meses atrás, no entendía como un idiota como él lo convenció de guardar aquel retrato donde ambos salían haciendo muecas , era demasiado vergonzoso incluso mirarlo e incluso en ese momento podía sentir sus mejillas arder, no obstante, luego de agitar su cabeza en un intento de esfumar sus preocupaciones, retomó el trabajo pendiente.

Por otro lado, Bonnefoy se encontraba empacando sus pertenencias, en pocos días se iría para siempre de aquella ciudad. Como otras veces, dedicó una nostálgica mirada hacia la habitación del compositor y no pudo evitar que sus ojos se empañaran ante la idea de no volverlo a ver. Tantos años juntos, tantos sentimientos no recíprocos y tantos recuerdos que se quedarían como tal, un vil recuerdo.

Tomó entre sus manos las ultimas prendas y las guardó con sumo cuidado en una de las tantas cajas que habían regadas por todo el lugar. Tan solo faltaban un par de largos y tortuosos días antes de su partida.

En el apartamento solo había cajas y más cajas, los muebles y demás enseres ya habían sido vendidos en una venta de garaje. Solo era él y el eco de sus pasos. Era solitario aquel entorno pero era algo a lo que debía de adaptarse de ahora en adelante.

Se sentó sobre el suelo y apoyó su cuerpo sobre una de las cajas, con su mirada ausente y sus pensamientos perdidos en el irreal sueño donde Arthur aceptaba sus sentimientos, empezó a escribir el boceto de su nueva historia, la de un pobre diablo que fue cobarde hasta el final y no luchó por el amor que profesaba en secreto.

Días más tarde, en las afueras de la ciudad, Arthur miraba a su madre hacer calentamiento vocal mientras intentaba aplacar las constantes confusiones que rondaban por su cabeza. Ver y escuchar a su madre cantar era un especie de terapia tranquilizadora que le permitía resolver sus problemas o al menos llegar a verlos desde un enfoque más simple.

Mientras su madre realizaba aquello, él tenía un dialogo interno con su conciencia y antes de retomar sus pensamientos hacia Francis, aclaró su nulo interés hacia los hombres y se expresó así mismo como amante de las delicadas y bien formadas curvas de las mujeres. Desde su punto de vista, solo tenía ojos y mente para las mujeres y mientras exponía para si las delicias de la heterosexualidad, la imagen del escritor se hizo presente en un parpadeo que duró nano segundos. Sacudió la cabeza con fuerza ante lo que le acababa de ocurrir. ¿Acaso consideraba a Francis como una suave y delicada mujer?

Bueno, algunas veces denotaba femineidad y sus hobbies eran muy de niña, además de esa melena larga y sedosa, casi de comercial, siempre bien peinada y ese cuerpo aunque velludo, estético a la vista y.... ¡maldita sea! ¿Porque empezó a pensar en él de esa manera?. Sacudió con fuerza la cabeza en un intento de olvidar aquellos pensamientos.

Su madre quien continuaba con el calentamiento de voz, vio de reojo como él exageraba sus movimientos, delatando un estado sentimental latente. Dejó a un lado las escalas de voz y se acercó a su hijo -¿problemas amorosos?- preguntó curiosa.

-Madre, creo que soy gay- dijo Arthur, no estando seguro de lo que decía –pero no estoy seguro, me gustan las mujeres pero hay un sujeto al que no puedo quitar de mi cabeza.

Los ojos verdes de la señora reflejaron reflexión –el amor no conoce de géneros- explicó –si te gusta alguien, simplemente te gusta.

El compositor buscó en el rostro de su madre algún signo de mentira o de burla pero no encontró ninguno, ella hablaba enserio y con la verdad –creo que tienes razón pero ya es demasiado tarde, él se irá a vivir lejos de aquí y no volveré a verlo.

-Eso si tú permites que sea así- contestó la soprano y luego retomó sus escalas vocales. Conociendo a su hijo, la frase había sido un reto a alcanzar la felicidad.

Los días siguientes analizó su sentir y sus sentimientos respecto al escritor y su partida. Una conclusión siempre salía a relucir: no quería a Francis lejos de su vida. Y aunque no quería eso, ya lo había hecho al regresar a vivir con sus padres.

Fue egoísta, lo admitió; luego de la confesión del escritor y la abrupta noticia de su partida, sus sentimientos y pensamientos lo confundieron y lo acobardaron hasta el punto en el estaba ahora. ¿Se permitirá tener sentimientos hacia un hombre? Sabía que la respuesta era un NO pero si se preguntaba si podía tener sentimientos hacia el francés, la respuesta era incierta.

En otra parte, en el último día en el apartamento, el escritor dedicó un adiós en silencio a aquellos tranquilos y monótonos días que compartió con el inglés, y sonrió al pensar que a pesar de haber sido rechazado, aun tenia fuertes sentimientos de amor hacia el otro. Cerró la puerta del apartamento tras de sí y bajo las escaleras mientras tarareaba la canción del adiós porque claro, todo debía de tener un toque de dramatismo, inclusive su partida

Llegó al aeropuerto y esperó paciente a que llamaran a abordar. En su cabeza, mil y un situaciones se formaban, situaciones donde él era detenido por Arthur pero la realidad era otra, el compositor no mostraba señales de aparecer porque claro, este no le quería ni estaría dispuesto a detenerlo de lograr un mejor futuro -aunque sea hubieses venido a verme partir y celebrar que ya no estaré nunca más en tu vida- se dijo de forma pesimista ante lo trágico de su situación, un nudo se formó en su garganta, no era momento de ponerse sentimental.

Cuando llegó el momento de partir, caminó con lentitud, buscando alargar la agonía mientras con sus ojos, buscaba algún rastro de esa cabeza rubia y desordenada o de esas tan gruesas cejas como los libros que planeaba escribir. Aun en la ventanilla y con el avión amenazaban con partir, no perdió las esperanzas... quería que Arthur llegara en cualquier momento exigiéndole no se fuera y gritándole a todos los cielos que lo amaba de la forma mas gay posible.

No obstante, el avión partió junto al fantasioso escritor y sus descabellados anhelos de volver a ver a Kirkland.

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Notas finales:  la canción del adiós (Chanson de l'adieu) es como se le conoce a una cancion de Chopin, esta muy bonita, la pueden encontrar por ese nombre en Youtube. Nuevamente, gracias por seguir la historia y a sus motivadores comentarios, no crei que hubiesen personas que le agradara mi estilo de narracion. El proximo capitulo sera el ultimo, estense al pendiente. 

Mi Platónico Amor (Hetalia FRUK)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora