Bienvenidas a Woodford Lake

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Sabía que ya no estábamos en California cuando una brisa fría entró por la ventaja y posó sobre mis mejillas poniéndolas heladas hasta despertarme.

Se veían Pinos por la ventana, todos verdes y de diferentes tamaños. Admito que la vista era algo inexplicable, pero este lugar no era lo mío.

No podía sacarme de la cabeza las enormes palmeras de California, sus playas que te regalaban un amanecer soñado.

Sin dudas, eso no lo podré admirar nunca más. Estaba enojada. Mientras más km avanzábamos más me arrepentía de la decisión de mi madre.

Después de unas 12 horas de viaje, llegamos, llegamos a nuestro nuevo "hogar".
"Mira, esa será nuestra nueva casa" dijo mi madre con ilusión en los ojos. Trate de cambiar mi cara de desagrado, no quería hacerla sentir mal.

Nos bajamos, el vecindario tenía pequeñas casas de distintos colores y se notaba que pocas personas vivían aquí. Cuando llegamos, no había ni un alma en la calle, eso me llamó la atención.

Cuando entramos la casa se veía bien, ya habían puesto todas nuestras cosas.
Subí para hecharle un ojo a mi nueva habitación. No lo podía creer. Mi cama no estaba, solo mi armario y algunos de mis pósters. ¡¡¡Mamá!!! grité con todas mis fuerzas. Mi madre subió corriendo preocupada, como un relámpago.
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Te lastimaste?
- No, no estoy bien. Mi cama no está, mis cosas no están. Esto es una pesadilla.
- Okay, tranquila. Llamaré al servicio de mudanzas para ver qué ha sucedido.

Debido a la poca señal del lugar, mi madre estuvo horas tratando de comunicarse con el servicio de mudanzas y cuando al fin pudo, le dijeron que mi cama estaba en un camión que se había averiado en el camino que tardarían como mucho 1 semana.

Quería pegarle a todo, era impresionante lo poco que llevábamos en esta casa y ya la odiaba.

Eran las 19 pm y sonó el timbre. Mi mamá estaba haciendo la cena por lo que tuve que abrir yo. Cuando abrí la puerta, había una señora gorda y enana de unos 67 años.
-Bienvenidas a Woodford Lake, dijo entregándome una tarta de arándanos.
-Oh, gracias, dije con una falsa simpatía.
Mi madre, chusma como siempre, vino corriendo para ver quién era.
-Soy la Señora Thomas, pero díganme Claris. Vivo a dos cuadras de ustedes. Cualquier cosa estoy a su disposición.
-Que gentil ¿Quiere usted pasar a tomar algo?, dijo mi madre
-No, tengo que irme porque deje la cena en el horno. De todas formas gracias por la invitación y que tengan una buena noche.
-Gracias a usted, igualmente.

Mi mamá se había quedado encantada con el lugar, por mi parte ya quería volver a mi verdadero hogar.

El chico de la casa en el Bosque Donde viven las historias. Descúbrelo ahora