doce

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—Aunque ya lo sabes, seré cortés— sonreí. —Rebeca Webber— nos dimos un apretón de manos.

Él mantenía una sonrisa impecable, mostrando una hilera de dientes perfectamente alineados y blancos. Sus ojos eran hermosos, de color azul, aunque de momento parecían tener tonos verdes brillantes. Con cabellos lacios acomodados hacia la izquierda de su cabeza, de tono castaño en la parte de las sienes y en la raíz del cuero cabelludo, brotando de más arriba el color rubio que abundaba en la mayor parte de su cabeza. De cuerpo esbelto pero ejercitado, de una estatura no tan elevada. Un chico de verdadero porte y atractivo a simple vista.

Mantuve la mirada posada en la suya. Era alguien completamente opuesto a Freddy y que me transmitía también cosas y sensaciones diferentes. Algo como el bien y el mal.

—Supongo que debes tener hambre— habló matando el silencio.

Lo contemplé una vez más con una sonrisa. —No, comí algo antes de venir— mentí. Las ganas de charlar con él, eran mayores que mi hambre.

—Te estarás preguntando quién soy, o de dónde vengo— dedujo. Nos sentamos en una pequeña banca que estaba allí. —Soy hijo de una amiga de tu tía, Karen.

—Es extraño, vengo todos los domingos aquí y jamás he visto que la tía invite a alguien.

—Es que, se conocen de fuera, por personas en común. Hasta hoy mi madre aceptó la invitación de venir a visitarla, ya que Karen había ido a nuestra casa en varias ocasiones— contó.

—¿Fuiste obligado a venir?— reí.

—Algo así— se encogió de hombros. —Dijeron que estarías aquí, entonces pensé que no sería tan aburrido.

—Hace falta que vengas más seguido, digo, siempre me la paso sola. Aunque esté mi hermana aquí, ella si se incorpora a las pláticas “adultas"— hice comillas. —Dicen que aún soy una niña y no entiendo sus conversaciones absurdas de doble sentido. Debo evitar no reír para que crean que aún soy inocente y...no sé por qué te estoy diciendo esto.

Alonso soltó una pequeña risa. ¡Dios! Es tan jodidamente adorable.
—Me pasa lo mismo, aunque saben muy bien que he crecido. Suele ser exasperante.

Él continuaba hablando, de cosas que no entendía y tampoco me interesaba mucho, pero aprovechaba para mirar cada gesto que hacía. Qué chico tan lindo.

[…]

Estuvimos horas conversando, hasta que llegó la hora de irnos. Intercambiamos números telefónicos, una que otra red social, etc, para seguir en contacto.

Quedamos de salir el próximo sábado al cine y ya pedía a gritos que llegara. Alonso me había interesado bastante.

[…]

—Espero salgas de la horrible zona de la soltería— dijo Cass mientras salíamos de la preparatoria.

—Es increíblemente guapo, es inteligente, apuesto, gentil...— suspiré. —Lo tiene todo.

—¿Tienes una foto de él?

Saqué mi celular de mi pantalón, ingresé a WhatsApp y de ahí busqué su nombre, dando clic a su fotografía de perfil.

—Wow...Es guapísimo, Rebeca— dijo mirando bien la foto. —Si dejaría a Bryan.

—¿Yo qué?— apareció él abrazando a mi amiga.

—Nada, nada— evitó reír. —Bueno, Rebe, iré a casa de Bryan. Nos vemos más tarde en tu casa— me dijo. Yo asentí.

—¡Usen protección!— grité cuando se alejaban.

No iba a usar el transporte público hoy, sólo quería caminar.

Iba a paso de tortuga, pensado una y otra vez lo raro que había sido llegar seca a casa de la abuela. Necesitaba un pellizco para estar segura de que no soñaba.

Recordé aquél beso con Freddy, al instante la sensación de que había sucedido en ese momento me invadió.

Como por arte de magia él estaba ahí, a unos metros, sobre su motocicleta, revisando su celular.

—¡Boo!— le dije en el oído. Él giró y sonrió.

—Hola Beca— saludó.

—¿Que haces por acá?

—Solo me detuve un momento para llamar a alguien, estaba a nada de irme.

—Llegué a tiempo entonces.

—¿Quieres que te lleve?— ofreció.

—Sería estupendo, sólo si prometes medir tu velocidad.

—Buuh— apuntó con su pulgar para abajo. —Aburrida.

—Ésta vez no quiero morir, disculpe, señor velocidad— reí.

—Bien, iré despacio— rió también.

Estaba a punto de subir a la moto cuando una voz familiar me detuvo.

—¡Beca!

Giré para encontrarme con Alonso, muy sonriente.

—Alonso, qué tal— saludé. —Amm, te presento a Freddy, un amigo.

Apenas la mano de Alonso tocó la de Freddy; la retiró bruscamente con una mueca de dolor reflejada en su rostro.

—¿Estás bien?— cuestioné.

—Sí...es como si me hubiera dado toques, muy fuertes— se quejó.

Miré a Freddy, quien mantenía el ceño fruncido, estaba algo disgustado.

Los dos chicos intercambiaron un par de miradas, donde la de Freddy parecía quemar y la de Alonso tratar de tranquilizarlo.

—Lo siento, Rebeca, no podré llevarte— subió a su vehículo. —Nos vemos después— arrancó y en cuestión de minutos se alejó.

—¿Qué fue eso?

—No tengo idea, él... estaba bien— me encogí de hombros.

—¿Vamos por una nieve?— ofreció.

—Claro— accedí.

Es Sólo Una Ilusión » Freddy LeyvaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora