Partimos a la mañana siguiente del combate decisivo. Fue muy temprano. Ni siquiera Matt me dio tiempo para despedirme de mis otros compañeros, aunque no tuviera mucha relación con ellos. Le pregunté qué hora era cuando abrió bruscamente la puerta de mi departamento. Me respondió que eran las cinco de la mañana. Me cogió de la mano para guiarme. Sus manos sudaban tanto que hasta resbalaban. Caminaba excesivamente rápido, casi corriendo. Me costaba seguir sus pasos. Estaba nervioso, pues podía sentir sus veloces pulsaciones. Recorrimos todo el camino en silencio, sin emitir ni una sola palabra, hasta que Matt se detuvo.
— Toma este adhesivo. Tienes que pegarlo en la palma de tu mano — me dijo mientras me lo daba — En él aparece dibujado un código de barras que únicamente te dejará pasar a ti. Cuando te lo pidan, solo tienes que extender tu mano y pasarla por un escáner.
Pegué el adhesivo en la palma de mi mano que no tenía el símbolo de Los Mercenarios. Tenía un pegamento muy fuerte, así que no se despegaría tan fácilmente.
— No es aquí. Tenemos que seguir avanzando. — me volvió a coger de la mano mientras caminábamos, esta vez más despacio.
Aquella situación me recordó a la primera vez que llegué al campamento de Los Mercenarios: la tierra pedregosa, Matt caminando conmigo de la mano y la misma incertidumbre me acompañaban. ¿Dónde iríamos ahora? ¿Qué sería de mí en las Tres Grandes Tribus? ¿Lograría cumplir mi gran objetivo? Esas preguntas no paraban de rondar por mi cabeza, mientras cada vez estábamos más cerca de nuestro destino.
Matt paró, soltándome la mano. Me abandonó un momento. Después de unos instantes, se escuchó el sonido chirriante de una puerta sin engrasar abriéndose, y después el sonido del metal cuando impacta contra el suelo. Volvió a cogerme la mano cuando me advirtió:
— ¡Ten cuidado! El techo es demasiado bajo y hay unas escaleras con unos peldaños muy altos. ¡No quiero perder a mi mejor guerrero por caerse por unas escaleras! — al menos Matt conservaba el sentido del humor.
Tuve precaución al bajar las escaleras. El pasadizo era muy estrecho, por lo que Matt no podía ir a mi lado. Insistió en que me sujetara a sus hombros para poder guiarme. Al entrar al pasadizo pude percibir un fuerte olor a tierra húmeda y vegetación. Solté una mano del hombro de Matt para palpar la pared. Era áspera y seca. Pude incluso coger un trozo de ella. Me quedé extrañada. Aquello era... ¿tierra?
— Este pasadizo está construido bajo tierra. El "Supersónico" que te llevará a las Tres Grandes Tribus se encuentra a unos cincuenta metros por debajo— aclaró Matt mis dudas antes de que yo las preguntara. Aunque el tren recibiera el nombre "Supersónico", su velocidad se encontraba por debajo de la del sonido. Este modelo de tren se construyó para superarla, pero no lo consiguió, llegando únicamente a los 1000km/h cuando el objetivo era llegar a los 1500km/h.
No parábamos de bajar escaleras. Parecía que nunca acabarían hasta que por fin nuestros pies pudieron desplazarse por una superficie llana y muy escurridiza. Seguimos caminando. De lejos se podía escuchar el ruido de vehículos circulando rápidamente. Aquel lugar, juzgando por los sonidos, se asemejaba a un circuito de carreras. Avanzamos hasta que, de repente, Matt se detuvo. Agarró mi brazo y otra persona me cogió la mano que tenía el adhesivo, apoyándola sobre una superficie fría. Al pasar el adhesivo sonó una especie de pitido agudo. Me detuve durante unos instantes, porque no sabía qué hacer a continuación. Intenté buscar a Matt, que antes me agarró de los hombros y me dijo:
— Ahora te irás con esta asistente que te guiará hasta tu "Supersónico". No te preocupes si no sabes qué hacer, antes de subir te explicarán todo lo que necesitas saber. Será una ruta por distintos territorios, hasta llegar a las Tres Grandes Tribus. Una semana intensa, pero luego tendrás tu más merecida recompensa.
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El Ocaso
Ciencia FicciónChristine Brown, una chica de dieciséis años, ciega de nacimiento, vive en un mundo controlado por un duro gobierno y separado en multitud de tribus, en el que obligan a los hombres a luchar a muerte en una batalla realizada cada atardecer, conocida...