Capítulo X

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Una semana después allí estaba, esperando ver su sombra porque sabía que algo importante me diría. La puesta de Sol se reflejaba en el mar y el viento galopaba fríamente acompañado de las olas. Salí un poco antes de lo previsto pero ella ya había llegado.
Tenía miedo de solo pensar en lo que me contara. De aumentar el número de pesadillas a costa de liberarla.
-¡Hey! Llegaste antes.
-He estado desde hace quince minutos, no es mucho-.
Ambos nos sentamos golpeados por los fríos brazos invisibles del clima.
-Me aterra recordarlo todo. No quiero volver a enloquecer, ¿Pero tú me ayudarás, cierto?
-Como tú lo hiciste conmigo.
-No te estoy obligando.
-Lo sé, es un código ético.
-No dejarás que enloquezca ¿Cierto?
-Lo prometo.
Respiró largo y profundo quitarándose el abrigo que tanto la abochornaba. Traía una blusa de tirantes negra que resaltaba sus cortes, tonos cafés significando que algún día cerrarían pero no pronto. Guardé completo silencio por primera vez en mi vida. Ella ni siquiera me miraba, volvió su completa atención al atardecer.
-Nací en 1970, cerca de algún bosque escondido de Texas. Mi hermana lo vio todo. Dijo que cuando estuve en brazos de mi madre ella comentó algo que haría responsabilizarme de mí. "-Oh pequeña ¿Por qué has decidido venir en el momento menos indicado?". Un rato después llegó mi padre, ebrio porque había esperado la llegada de su primogénito, un niño que no era. La partera salió a recibirlo "-Felicidades, señor. Ha sido una hermosa niña." y se marchó dejando desamparadas a mi mamá y mi hermana. Azotó la puerta cuando hubo estado en su cabaña maloliente, aventando su botella de whisky barato y tomando del pelo a su esposa, dirigiéndola hacia un fuerte golpe en la pared sin importar su reciente parto.
Mi hemana se escondió conmigo en el armario mientras escuchaba gritar a mi madre. Tenía miedo, ella me relataba cada noche desde los tres años aquel día. Tal vez su intención no era intensificar el terror que nos provocaba nuestro padre, ¿Cómo no temerle a un estúpido que solo llegaba a golpearte, hiriéndote con palabras como "eres igual que tu madre, una inútil inservible"? ¿Cómo no querer huir de él si cada noche sentías sus asquerosas manos a través de las sábanas en aquella cama vieja que estaba a punto de romperse? Pero mi madre, o era muy estúpida para conocer con quién se había casado, o era la inútil que le recalcaban cada día para defender a sus hijas y conservar un poco de dignidad. Pues volvió a embarazarse cinco años después. Esta vez logrando lo que mi padre quería desde el nacimiento de mi hermana. Era un niño, un lindo niño que no merecía vivir con nosotros. Esa ocasión mi padre llegó glorioso, abrazando a su único hijo, el elegido para seguir con su legado, mientras los miraba y pensaba
"-¿Por qué él no me puede querer así?"
Al año siguiente aquel hombre que me había dado la vida para perjudicarla desde el primer momento murió de un infarto. Enterrado en una monótona caja acompañado de los imbéciles que no se revelaron contra él. Mi hermana escupió en su tumba, que desendía lentamente a su final, y yo hice lo mismo. Mi madre la reprimió. "-¿Qué te ocurre?" Ni siquiera muerto su esposo podía ser valiente.
Fue cuando ella decidió empezar de nuevo. Trabajaba día y noche mientras estábamos a cargo de mi hermana, íbamos al escuela con la ropa más vieja y zapatos rotos. No alcanzaba ningún centavo que ganaba. Pidió dinero prestado al antiguo jefe de su marido. Él y su hijo comenzaron a frecuentar la cabaña. Cuando los conocí, el mayor no pudo evitar decirme "-Es su pequeña copia. ¿No es asombroso? Sus ojos contienen el mismo misterio que los de ella." Claro que esa época no entendí ninguna de sus palabras.
El chico tenía dos años más que yo, creía que era una persona humilde a la cual no le importaba si mi familia pedía préstamos a su papá. Lo quería y mucho. Mi mejor amigo, él no podría lastimarme, enserio que todas mis espectativas eran altas. Porque no sería como mi progenitor, no, él era mi segundo hermano. Pero lo hizo, maldita sea ¡Acabaste con mi dignidad! ¡Pisoteaste mi cordura y mi propio ser! ¡Jamás te importé en lo absoluto! ¿Por qué escoger a una pueblerina? ¿Simplemente por su parecido? ¡Nunca fui ni seré igual a ella!
No lo entendió, Jim. Me hirió y me lastimó. Me consumió y ahora...ahora no sé cómo superarlo. Espero que arda en el más profundo de los infiernos, como yo, pago por algo que no decidí y lo odio por eso. Aprovechó la debilidad de mi madre y juntos mataron el alma que cargaba dentro-.
Gritó tanto que provocó que mi tío y uno de sus empleados salieran para verificar qué ocurría y la chica sin nombre se escondió en una capa de vergüenza. La abracé limpiando sus lágrimas invisibles. Olvidé que ella no lloraba.
-¿Es el mismo chico de la foto?
-No.
-¿Es la persona de la que huyes?
-Sí
-¿Qué fue lo que te hizo?
-Me engaño, me utilizó y acabó con todo lo que tenía. ¡Lo odio! ¡Lo odio!-.
Ambos se marcharon dejándome a cargo de ella. Me dolía ver cómo se desmoronaba ante mis ojos. Su tristeza disfrazada de antipatía cedía para dejarla ayudar.
-¿Por qué lo hiciste?-. Dije a la vez que tomaba sus brazos. -¡No es el único medio para desahogarte Dianna!
-Yo...solo fue una vez. No volveré a hacerlo, pero te ruego que me sueltes-.
No pensé que eso la hiriera, debía saber el estado emocional en el que se encontraba.
-Lo siento.
-No, yo no, no debí decirte nada. Era una mala idea, desde el principio-.
Se levantó y se puso el abrigo, abandonándome en la playa mientras corría rápidamente hacia el otro lado, pero no recordó mirar a ambos lados. Demasiado tarde para siquiera detener el carro que la arrolló y la dejó inconsciente.

ScarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora