"CAPITULO 26"

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Papi, por favor

Trataba de soltarme de él pero me tenía fuertemente sujetada de la mano.

Te juro que no hicieron nada malo —dije de nuevo.

¡Cállate! me gritó.

Llegamos a esa habitación, la odiaba, era muy oscura y en esta parte del castillo nadie venía ni por equivocación, todo por orden de padre.

Abrió la puerta y me empujó para que entrara. Sus enormes ojos grises me miraron con furia. Padre no me quería, no quería a una hija tan mala como yo, pero, yo era como él, todo el mundo lo decía.

Cerró la puerta detrás de él y puso la llave, sacó el pequeño látigo que siempre traía en su bolsillo. Comencé a alejarme pero la pared me impidió abrirme paso más lejos de él.

—Pon tus manos —ordenó con firmeza.

Yo sólo lo miré y negué con la cabeza. Al hacer eso, algo oscuro apareció en sus ojos, se acercó a mí furioso y tomó mis manos para ponerlas sobre la mesa y entonces las azotó varias veces. Con el tiempo había aprendido a controlar el dolor y ahora solo las lágrimas salían de mis ojos. Mamá decía que sólo así papá me querría, sólo asi él me aceptaría tal como era.

Sólo así entenderás que las niñas deben portarse bien —besó mi frente y salió de la habitación.

Me acosté en la cama esperando que el dolor y el tiempo pasaran, igual que siempre.

...

Cuando desperté, unas pequeñas lagrimas inundaban mis ojos, las limpié rápidamente y me levanté. Olvidalo ya.

Debía apresurarme pues le había dicho a Lena que iría por ella al hospital, eran las nueve y ella me pidió ir a las diez, aún tenía tiempo.

La noche anterior me la había pasado encerrada en mi habitación y no quise ver a nadie, sorprendentemente nadie dijo nada, al parecer Daniel y Janine estaban ocupados y rayos, no me apetecía saber en qué. Me la había pasado despierta hasta las cuatro de la mañana, aprovechando el tiempo para acomodar el equipaje que faltaba, la ropa solo fue lo esencial y necesario, pues según Emma, me daría un guardarropa nuevo. Y aunque había dormido muy poco, me sentía más despierta que nunca.

Saqué un par de jeans y la sudadera que Nath me había dado en mi cumpleaños hacía un año.

No había recibido ni una sola llamada en toda la noche, y realmente la esperaba, algo que me aclarara qué rayos había pasado y por qué. Esos ojos. Esos ojos grises que tanto aborrecía me miraron de manera distinta y sabía que era algo real pero muy malo, y lo peor, era que yo fui tan estúpida como para corresponder a ese beso.

Di un último vistazo a mi habitacion. Ya estaba vacío. Todo estaba empaquetado y guardado en el ático hasta quién sabe cuánto tiempo.

Salí de ahí y escuché las risas de las gemelas, al bajar vi que ya estaban todos en el comedor, y  parecían estar muy contentos. No se habían dado cuenta de que yo estaba ahí y entonces, comencé a cuestionarme dónde encajaba. La respuesta era clara, jamás lo había hecho, sólo me adapté. Esta familia era perfecta, y estaba segura de que estarían muy bien sin mí.

—¡Alexia! —Tabitha vino corriendo hacia mí —, Nina hizo hot-cakes con figuritas, ven a probar.

Caminé con desgana al comedor. Daniel me sonrió al verme igual que Janine, se veían muy bien hoy, me imaginé el por qué. Que horror.

—Vamos linda —Emma señaló la silla de a lado—, ven a desayunar porque tenemos infinidad de cosas que hacer antes de mañana.

—Gracias, pero iré al hospital —me disculpé—, hoy le dan el alta a Lena, me pidió que fuera.

—Llévate el auto —dijo Daniel de inmediato—, y saluda a Lena de mi parte.

—Le llevaremos algo más tarde —Janine parecía muy complacida con la idea.

—Pero no tardes mucho —Emma dijo antes de seguir tomando su té.

Daniel me extendió las llaves y se las quité de la mano.

—Bueno, supongo que los veré en un rato —me sentía muy desanimada.

—Cuídate mi amor —Janine me sonrió radiante.

Caminé hacia la puerta y me senti de verdad mal. Era una horrible sensación. Tal vez ya es hora.

—¡Alexia espera!

Tabitha se arrojó a mis brazos y me abrazó muy fuerte, como nunca antes lo había hecho. Un nudo se formó en mi garganta y no pude evitarlo, esa mañana estaba muy sentimental.

—¿Qué ocurre Tabi? —pregunté preocupada pues esta niña me estaba poniendo los pelos de punta últimamente.

—Nada, solo cuídate mucho.

Y regresó corriendo al comedor. Di una última mirada hacia donde todos estaban. Debía calmarme y despejar mi mente, eso era todo.

...

Llegué y faltaban casi treinta minutos para la hora en que Lena me había citado y no vi señal alguna de Anthony o Lucinda en el hospital. Mi estómago hizo un ruido raro, tal vez después de todo, si debí desayunar. Decidí pasar rápido por un café pero mientras estaba en la maquina, fue como si lo sintiera. Volteé de inmediato. ¿Peter?

Dejé el café en la máquina y caminé rápidamente, quizá ya me estaba volviendo loca o tal vez no. Sí era Peter y si no me equivocaba, se dirigía a la habitación de Lena. Caminé más rapido pero con mucho cuidado para que no me viera y así fue, entró sin siquiera tocar, me acerqué muy despacio, la puerta estaba entreabierta y desde ese punto podía ver y tal vez oir muy bien.

—Vaya, vaya, ¿no me trajiste flores? —la voz de Lena fue la primera en sonar—, ¿o al menos chocolates, una buena botella de coñac?, sabes que me encanta.

Aparentemente se sentía mucho mejor, su color normal había regresado y a pesar de haber sufrido un ataque que casi llegó a matarla, lucía de maravilla.

—No quiero juegos Eleanor —Peter parecía no tener ánimos.

¿Qué?

—Aquí soy Lena, imbécil —su voz sonó seria—, ¿qué rayos quieres?

—¿Qué fue lo que hiciste? —le reclamó Peter.

—No —respondió Lena—, mejor explícame qué fue lo que tú le hiciste.

¡Rayos!, el beso. Ella le diría, pero, ¿para qué estaba Peter aquí entonces?

—No fingas maldita bruja, sabes bien lo que me has hecho, y eso no era el trato.

Peter era obviamente más alto que Lena, pero aún así, eso no le impidió a ella verlo de manera normal, él no la incomodaba ni por equivocación.

—Primero que nada, no tengo idea de qué maldito trato hablas, yo no soy mi madre, y número dos, sigo sin creer lo que Alexia me dijo —se burló Lena—, se suponía que llegaras a ella, ¿pero así?, creo que sí te subestimé.

Peter se acercó más a ella pero se apartó de inmediato. ¿Cómo es que nadie se daba cuenta de esto?, maldito hospital.

—Te estás metiendo en cosas que no debes —advirtió Peter—, igual que siempre.

Lena se sentó en la cama y cruzó cómodamente la pierna, sonrió, eso jamás podía faltar, la estúpida sonrisa arrogante.

—No me digas que... —soltó una carcajada—, eso si que es enfermo, Peter. Te has enamorado de ella, ¡te has enamorado de tu propia hermana!

Oh no.

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora