"CAPITULO 33"

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Cuando por fin me puse algo de ropa, me sentí un poco más segura para cualquier situación que se presentara después, salí de la pequeña habitación y me encontré con el interior de una casita rústica, era todo madera con un agradable olor a naturaleza. Mi mente comenzó a mover al pequeño hámster que tenía dentro y los recuerdos vinieron a mí como el flash de una cámara; niños jugando por toda la aldea, y esa mujer cuidando de nosotros.

Henrietta se movía de manera rápida en la cocina y Cara miraba por la ventana, el sol comenzaba a asomarse lentamente pero su luz aún no cubría el espacio por completo, al parecer estaba equivocada, ya no era de noche, había dormido más de lo pensado.

—Vamos cariño, siéntate.

Henrietta puso el plato que Cara había llevado hacia un momento en la mesa, Cara por su parte me miró de una horrible manera, muy bien, al parecer teníamos problemas con una hija celosa.

Me senté y comencé a comer. Dios, esto estaba delicioso, tanto que me olvidé de mis malditos modales y tomé directamente del plato, Henrietta sonrió al ver que me había terminado todo.

—Aún no puedo creer que este día llegara —sonaba muy contenta.

Me limité a sonreir porque realmente no sabía qué decirles. Sí, estaba de vuelta, pero ¿en dónde?, ¿en mi hogar?, ¿con mi familia?, ¿era esto lo que yo quería?

Tocaron la puerta y me levanté de inmediato, me quedé recargada de la pared, como si pudiera desaparecer a través de ella, Cara se asomó por una de las ventanas y sonrió.

—Tranquilas, es Rosaline.

Cara abrió la puerta y entró una mujer bastante mayor, al verme, igual que Henrietta, sonrió, mostrando una boca sin dientes.

—Princesa, es un honor estar frente a usted luego de tantos años, hemos dado gracias a los Dioses porque por fin la tenemos de vuelta —dijo haciendo una pequeña reverencia.

—Bueno, gracias —respondí.

—Cara, tengo que ir con Rosaline un momento, quédate aquí y esperen a Roderick.

—Pero mamá... —comenzó a protestar Cara.

—Por favor cielo —Henrietta la tomó de las manos y la miró fijamente—, sabes que hay que arreglar varias cosas.

—De acuerdo, pero por favor, ten cuidado.

—Quédate tranquila, no tardaré —se dirigió a mí —, estarás bien con Cara.

—Gracias —yo no estaba tan segura.

Henrietta y la anciana salieron de la casa y me quedé ahí con Cara y su pésima actitud, se sentó de nuevo junto a la ventana y no se dignó a mirarme.

Me puse a analizar las paredes de la pequeña casa, estaba repleta de varias pinturas, cualquiera que pudiera verlas, hubiera pensado que eran fotografías, eran magníficas. Imágenes de niños, jovenes, una familia. Era Henrietta, podía reconocerla, cuatro chicos y una niña hermosa muy sonriente.

—¿Es tu familia? —pregunté.

Cara soltó un gran suspiro y fue hacia mi lado.

—Sí, mis hermanos, mi madre y yo —su voz sonaba afligida.

Eran más, pero ¿dónde estaban?

—¿Y ellos...?

—Muertos —soltó de golpe.

Miró la pintura con gesto triste. Rayos. Había tocado un tema desagradable.

—Yo pinté eso, así es como nos recuerdo —continuó—, mis hermanos murieron en la guerra. Primero fue Hans después Frank y el último hace tres años, James.

Mencionó sus nombres con tristeza y sonrió levemente. Me miró de nuevo y se sentó en el pequeño sofa.

—¿Guerra? —pregunté curiosa.

¿Qué guerra?

—La que comenzó justo después de que tú desaparecieras —respondió con brusquedad—, los Tornander y las demás familias han estado en un conflicto sin fin desde hace años, las tropas no paran. Especialmente la de los Vasilith, tu familia.

No dije nada al respecto. La mirada asesina de Cara me daba una explicación más clara de por qué me trataba así.

—Lo siento, yo, bueno no sé qué decir.

—No digas nada —contestó—, no es necesario, a final de cuentas, ni siquiera es tu culpa, tú no te fuiste porque quisieras.

Bueno...

Cara fue hacia la ventana y siguió mirando, era como si esperara con ansias la llegada de su hermano, supuse que era natural después de haber perdido a los otros tres en circunstancias tan terribles.

—Justo después de que te sacaron de aquí, se desató un caos total —continuó—. Todos los reinos unidos para buscarte y castigar al responsable, arrasaron con todo a su paso, pueblos, aldeas, pequeñas comunidades como la nuestra y lo peor, vidas inocentes. Los Tornander negaron todo por supuesto, negaron que la reina tuviera participación alguna, pero era mentira, hasta su preciada hija había colaborado.

—¿A quiénes te refieres? —pregunté pues no entendía del todo su relato.

—Lucinda y Helena Tornander, a quiénes más.

Sentí todo mi cuerpo frío de repente. Ellos los sabían, todos aquí y era algo tan gracioso, el tiempo que ellas pasaron en Ravenville fue como un alivio para mí, habían sido tan amables, tan encantadoras conmigo. Ese era el plan de Lucinda por supuesto. Yo lo sabía muy bien.

—Tu padre, el rey Adrián, movió cielo, mar y tierra pero tú ya no estabas aquí, te habian convertido en una simple terrana —¿era algo malo?—, tú, la legítima heredera al trono, la hija maravilla de los reyes de la familia Vasilith, se había ido y todo lo demás también se fue, pero al demonio.

Calló por un momento y luego recobró la compostura, su mirada estaba iluminada por las leves llamas de la chimenea pero aún así podía ver el ardiente brillo en sus ojos, la emoción que emanaba de ella era inexplicable y a la vez casi podía verla, sentirla.

—Sólo espero que cuando te lleven ante ellos, se mejore todo —dijo finalmente—, ya es tiempo para que la paz vuelva y firmen otro inútil tratado

—Cara, ¿los conoces? —me miró confundida—, a mi familia.

—Claro que sí, todos aquí los conocen, son los reyes de este territorio —lo dijo como si fuera algo obvio.

—¿Y cómo son ahora? —pregunté algo curiosa—, diez años pueden cambiar miles de cosas.

—No hay mucho que decir, los sigo viendo igual que siempre, tu madre es la reina más generosa y amable que pudo existir y tu padre, bueno el rey sigue siendo él —respondió con una mueca.

Era claro que a ella tampoco le gustaba hablar de mi padre.

—Los que obviamente han tenido cambios son Halina y Peter, aunque creo que a él ya lo viste, y la princesa es toda una señorita ahora, cumplirá quince años en un mes.
La pequeña rubia apareció en mi mente. Sí, era Halina, mi hermana. Sonreí ante la idea de tenerla de nuevo frente a mí.

—Lo demás tendrás que preguntarlo en el palacio, no soy la más indicada para esto.

—Gracias Cara, de verdad —esta vez lo decía en serio.

Tocaron la puerta, tal vez era Henrietta aunque si era así, había tardado muy poco. Cara fue a abrir y sin esperarlo un joven cayó en el suelo, tenía la ropa llena de sangre y no se movía, dos hombres vestidos de negro entraron detrás y me miraron fijamente.

—¡Roderick! —era el hermano de Cara —, ¡qué te han hecho!

—Mejor dicho, ¿qué hizo él?

No podía ser posible. No, no, no.

—¡Sorpresa querida! —Lena entró a la cabaña y me sonrió—, tardé muy poco ¿cierto?, pero ya estoy aquí, así que ahora, ¿dónde nos quedamos?

"El Elemento Perdido #1: Fuego" ⚠️Disponible Hasta El 31 De Diciembre⚠️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora