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El teléfono sonó y mi padre contesto. Segundos después se encontraba llamándome para que yo atendiera. Dijo que eras tú.

Adrenalina empezó a invadirme. Tome el teléfono y fui corriendo a mi habitación a contestar. Hace mucho que no hablábamos por teléfono y estaba preparándome para una larga conversación.

Buenas noches, señorita, dijiste. Adoraba tus modales. Bueno, aunque lo hicieras solo cuando iniciábamos una conversación por teléfono. Respondí con la misma educación y enseguida pediste visitarme.

Abrí los ojos. Mi corazón se detuvo. El mundo se detuvo. El tiempo se detuvo. ¿Escuche bien? ¿De verdad vendrá?

¿Puedo ir a tu casa? Dijo.

Sé que no debo exagerar y que no es la gran cosa. Pero esto es algo que él no haría usualmente. No somos nada. No seremos nada. No estamos planeando ser algo en el futuro. Pero sentimos algo. El no siente lo mismo que yo por él y viceversa. ¿Qué somos entonces?

Acepte y me dijo que llegaría en 20 minutos. Empecé a marearme. Comencé a buscar mi mejor ropa. Tome unos leggins color negro y una blusa larga de manga larga a cuadros que alcanzaba a cubrir mi trasero y debajo de mi vientre. Justo había ido vestida formalmente a mi primera clase por motivo de exposición y había planchado mi cabello. Por suerte aún estaba liso. Cepille mis dientes. Retoque mi maquillaje. Me perfume y me puse unas zapatillas color café claro. Jamás faltan los chicles. Me senté en el sillón. Espere. Espere. Espere. Cada minuto que pasaba me ponía más y más nerviosa.

Mi teléfono vibro y era un mensaje de él diciendo ''Ya llegue''.

Abrí la puerta y ahí estaba. Vestía pantalón, unos tenis negros que ya le había visto antes y que me gustaban y una camiseta a cuadros roja de manga larga. ¡Dios mío! Si tan solo supiera que las camisas a cuadros me matan.

Se acercó a mí y me abrazo. Abrazarlo no era como abrazar a los demás. Su abrazo era único. No se comparaba al de ninguno. Solo él podía hacerme sentir de esa manera. Ni hablar de su perfume. Era adictivo.

Él no es bueno para mí. No debemos de estar juntos. Permitirle entrar a mi vida aun a pesar de lo que me ha hecho, ha sido el acto mas masoquista que he cometido.

Era la clase de persona que no puede hacerte feliz y que para tener dicha emoción necesitas sacarlo de tu vida, pero no lo haces. No por miedo ni por qué uno no quiera. Si no porque muy en el fondo sabes que aunque no pueda hacerte feliz, estar cerca de él te brinca tal sentimiento.


Enamorada con derecho a roce.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora