Las personas dejan de querer porque todo lo que se tiene a diario luego de un tiempo se vuelve insignificante.
A veces soñamos mil cosas, y deseamos algo que no podemos tener, y entonces luchamos por ello, o simplemente viene con el tiempo, pero cuando eso pasa, entonces la magia de la expectativa de imaginar cómo sería poseer eso se extingue, pasa con las emociones y pasa con los sentimientos y con todo lo que nos rodea.
Decimos amar a alguien, estamos el día entero pensando en su sonrisa, en la profundidad de sus ojos o en lo que nos transmite su voz, es algo doloroso cuando no se tiene a esa persona, pero es aún un poco peor cuando se tiene a esa persona y luego de un tiempo ya nada es lo mismo, cuando luego de un tiempo de estar a su lado las emociones se extinguen, como cuando tenerla a tu lado no te hace temblar, oler su perfume no te recuerda a nada, tomar su mano es lo mismo que no hacerlo... Se extingue, todo se extingue para nosotros.
Somos incapaces de satisfacernos. A veces esa realidad nos golpea de tal manera que uno se encuentra a sí mismo en la oscuridad de una noche desolada y entonces llora, llora porque no siente nada, porque todo lo que alguna vez lo hizo sentir vivo ahora ya no es especial, y llora, porque teme que nada le vuelva a demostrar que la vida vale la pena.
Reemplazamos todo y a todos en busca de sensaciones, de algo que nos demuestre que nuestra esencia sigue fluyendo. Al final cuando ya no hay nada uno recuerda lo que hubo y entonces se lamenta porque no lo valoró.
Hay sensaciones que se extinguen también, como la que tenía cuando comencé a escribir, cuando viajaba al sur o cuando escuchaba ciertos artistas, todo eso se volvió común con el paso del tiempo, tan ordinario que ahora no causa nada.
Somos insaciables, va en nuestra esencia, aunque tratemos con todas las fuerzas estar conforme con cada cosa que nos rodea y nos pertenece, no podemos, siempre estamos en busca de más, en busca de algo extravagante, de personas interesantes o de algo que llene ese pequeño vacío que todos tenemos en el alma por el simple hecho de estar vivos y de la necesidad de sentir esa vida correr por nuestras venas.