De nuevo en el Infierno.

17 2 0
                                    

Mis días con Rafael, habían cambiado, él era amable, cariñoso y protector.

Claro que me estaba enamorando de él, aunque mi rutina fuera la misma, era él quien ahora estaba en ella.

Me agradaba, me emocionaba cuando venía a buscarme, era simplemente un amor.

En la Universidad yo ya estaba más abierta a buscar amigos, los necesitaba quería sentirme por una vez que existía, en el orfanato parecía que era otro mundo, nadie salía al menos que te adoptarán.

Hoy es Sábado, los días libres siempre espero que Samuel salga del apartamento para por fin levantarme.

Pero ese día no fue lo que hizo, de hecho cuando por fin tome valentía para enfrentarlo, visualicé un bulto en su cama.

Era el tiritando, sentí un poco de pena, estaba enfermo, yo no hice nada, no quería que ignorara y insultara. A pesar de las dos semanas evadiéndolo todavía sentía sus palabras hirientes sonando en mi cabeza.

En fin lo que hice fue ignorar lo más que pude sus temblores debajo de la sabana, aunque claramente no fue mucho tiempo ya que con algunos paños, sin preguntar antes le puse en su frente.

Estaba ardiendo y aún así sentía frío, esto se salía de mis manos. Ya me estaba comenzando a preocupar.

-Tengo frío, déjalas.- me dijo cuando estaba acomodando sus mantas.

No le respondí.

-Ya que parece que estoy muriendo, lo siento.- trate de hacer oídos sordos.

Eso no era una verdadera disculpa.

Me levante de su lado y trate de localizar a Rafael, pero no respondió.

-¿Sabes algo de Rafael?.- le pregunté, claro pregunta al enfermo dónde está el hermano, bien Sky.

-No te va a contestar, está ocupado.- si esa era una mala respuesta.

-¿Dónde está?.- yo era increíble a tan solo dos semanas ya estaba preguntando por el paradero de mi ¿amigo?.

Bueno lo último que me dijo era que quería ser algo más, y se ganaría mi confianza, porque yo le gustaba.

Así creo que tenía derecho a saber dónde estaba.

-Estas muy mal, no sé qué hacer y Rafael no puede contestar su maldito celular.- dije sintiéndome enojada y frustrada por la situación.

No sabía qué hacer.

-Creo que llamaré a una ambulancia.- solté.

-¡No!.- gritó y trato de levantarse de la cama.

-¡Quédate quieto!.- grite no podía controlar la situación se me estaba yendo de las manos.

-Bueno, pero por favor no llames a nadie, ya se me pasara.

-Haré lo que yo quiera, pero tranquilo no llamaré a nadie, si te quedas en cama para que te recuperes.

-Si, haré todo lo que digas.- dijo un poco sarcástico.

Está enfermo, me dije no puedes abofetearlo, aunque tenía unas ganas terribles de pegarle por todo.

-Ven acércate.-dijo cuando me noto un poco tensa.

-Tu quédate allí y no hables.

Pero cuando comenzó a gemir del dolor tuve que hacerle caso, sostuvo mi mano, me di cuenta que había caído en su trampa.

-¿Te gusta Rafael?.-pregunto pero me daba la sensación de que ya sabia la respuesta, ya que era obvio.

-Si.-dije.

-Si me lo imaginaba.- parecía que estaba molesto.

-¿Porque? Rafael es guapo, amable, cariñoso y protector conmigo, todo lo contrario que eres tú.

-Si, y aún así aquí estamos.- alzo entre sus dedos mi mano y la suya, tratando de mostrar algo.

-¿Qué quieres de mí?.- pregunté.

-Lo habría querido todo, a no ser por..., en fin ahora solo quiero algo para recuperarme ¿podrías hacerlo?.-apretó mi mano más fuerte.

-No, por ti no hago nada.-dije tratando de zafarme de el, fue imposible.

Lo que hizo fue atraerme hacia el, con solo una mano, y quedarnos a escasos centímetros de los labios de cada uno.

-Creo que esto no es traicionar a un hermano, si todavía no eres nada para el.- susurro.

Mi mente estaba divagando,estaba en un mundo subalterno donde habían imágenes miles de imágenes que no podía captar ninguna.

Y después se paró, cuando sentí sus labios sobre los míos, esto estaba mal una voz en mi cabeza lo sabía, estaba conociendo a Rafael y aquí estaba besándome con su hermano.

Me comió los labios, los devoró y yo sumisa me abrí a él.

Sabía que después de que el beso terminara, esto saldría mal, con mi corazón nuevamente agredido.

Cada beso era como si aspirará mi interior, hasta que por fin paro.

La suerte es que no dijo nada pero yo golpeé su pecho con mis puños hasta cansarme.

¿Quién se creía que era?

Luego me sentí tan cansada, por el esfuerzo que caí encima de él como un peso muerto.

Y luego no quedó nada más que la oscuridad.

El Infierno seguía viniendo por mi.

Me Enamoré de su Infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora