¡Respirando libertad!

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Era huérfana desde los cinco años, los que me habían visto crecer decían que mi mamá había muerto en el parto y de papá que era una persona de negocios y nunca quiso hacerse cargo de mi.

Sentado enfrente, Pablo volvió a sacar esa carpeta amarilla que tanto odiaba.
Mi expediente, que ahora no serviría de nada.
Hoy cumplía dieciocho, el gobierno me daría una beca en una universidad estatal, con alimento y un techo donde dormir.

-Bueno, después de tanto tu última firma.-Pablo me pasó el bolígrafo y firme por mi libertad.

-Adiosito. Pablo.- sostuve mis cosas, las había metido en una caja y salí después de escuchar a Pablo gritar:
-¡No hagas algo de lo que te arrepientas!.

¿Quién cree que soy?.

Respiraba libertad, cuando llegue a la universidad, consulte donde estaba la residencia y por primera vez sentía que la mierda de vida que llevaba, cambiaría.

Encontré el dormitorio 201, con las llaves antes recibidas, abrí la puerta con caja en mano.

El cuarto no era enorme, pero habían dos camas grandes, un  televisor colgado en la pared, y una mini cocina, con un mini baño.
La vista que ofrecía era la mejor.
Mi residencia estaba un poco más lejos de la universidad, aún así no pensaba llegar tarde a ni una clase, mi intelecto me había sacado de ese lugar horrible y solo eso salvaría mi vida.

Tenía un compañero de cuarto; su nombre no lo sabía, solo que tenía dinero y había pedido una compañera (mujer) específicamente.

Así por esa razón tenía una de las mejores habitaciones, considerando que el gobierno me mantenía, yo estaba contenta.

De hecho se podría llamar Felicidad, si estaba feliz de la nueva vida que tendría fuera de todos los problemas.

Comencé a ordenar mis cosas, primero elegí la cama apartada de la ventana,  creo que el otro inquilino  querría la visita, coloque unos pocos recuerdos, como mi única muñeca de vestido amarillo, mi diploma por haber destacado en un instituto público, una foto de la casa de mis sueños que había recortado de un periódico.
Después con el armario, tenía mucho espacio considerando que había dos, coloque mis diez pantalones, mis diez camisas y ropa interior, contados.
Y mi único par de zapatos en la parte inferior.

Cuando me levante, la puerta se abrió.
Yo tenía suerte.
Mucha suerte.
Las cosas mejoraban.....

Entraron dos chicos, uno más alto que el otro, uno con los ojos verdes y el otro azules, los dos cuerpos eran trabajados, vestían casi igual, uno era castaño y el otro tenía cabello azabache.

El tipo de ojos verdes paso de mi, pero el otro se aproximó para saludarme.

-Hola.-me tendió su mano.-Rafael y ese era Samael.

-Hoo-las.- dije y el sonrío.

-¿Tu eres?.- me inspeccionó.

-Sky.-dije, y él asintió.

Esperaba que él fuera mi compañero de habitación.

-Veo que ya escogiste tu cama.-dijo el pelinegro.

-Si, si no te importa.-dije educadamente.

-Si me importa, cambia tus cosas esa será mía.- señaló la cama que previamente había escogido.

Ahora sabía que el encantador chico quien me había saludado no era mi compañero de habitación, sería el otro.

Desde ese momento supe que lo que había llamado suerte, no era más que la vida burlándose de mí nuevamente.

Me Enamoré de su Infierno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora