Todo tiene una relación.

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Era un día muy lindo para quienes podían disfrutar libremente de su mañana, todo estaba tranquilo (y eso pudo haber preocupado a Giotto si no estuviera tan perdido en sus recuerdos), él jefe Vongola estaba feliz, al parecer le entusiasmaba saber que su pequeño primo Tatsunari Sawada; (si por que Nono obligo a Iemitsu a reconocer a Tatsunari con su apellido de Nana) al parecer su abuelo Timoteo aún no aceptaba totalmente todo lo que había sucedido con Iemitsu, Tsuna y Nana, en gran parte eso le ayudaba a darse cuenta de sus errores e intentar remediarlos; estaba feliz por qué al fin alguien le enseñaría modales a su querido primo. Estaba un poco decepcionado de la actitud del menor, y que decir de los hermanos de sus guardianes (aunque como decía G no podía culparlos por negarse).

Ellos habían sido elegidos para ser sus protectores, pero no lo aceptaban, según los chicos ya había alguien al que le debían su confianza, hasta los hermanos de Deamon (que adoptó formalmente por los pedidos de alguien desconocido. La misma persona a los que estos le eran fieles). La curiosidad lo estaba consumiendo. Estaba un poco preocupado, los guardianes no deberían ser le fiel a alguien más que a su jefe aunque no podía aceptar quien era mejor. Sí su primo o este extraño.
Pero eso no haría cambiar a los chicos de opinión. No podía hacer algo si los elementos del cielo no lo aceptaban. Tampoco podía hacer algo si el anillo Vongola no lo quería como sucesor, no podía doblegar la voluntad de algo o alguien, ya que la voluntad que saldría doblegada si lo intentaba sería la de él mismo.

Miro por la ventana de forma analítica, recordó aquellas noches de verano, donde el cielo se mantenía despejado y en el podía observar las estrellas la osa mayor era su preferida. Aunque en ese mundo que vivía muy raras veces podía apreciar las estrellas sin estar pendiente a cada movimiento.
Tal vez sólo necesitan respirar, respirar muy lento, recuperar cada latido que perdió sentido desde que él chico no esta.

—¿Ahora donde estas?—murmuró mirando el cielo, las nubes estaban andando por el con tanta naturalidad que pensó ingenuamente por unos momentos que le gustaría ser una nube—. Todos mis lamentos son para ti—dijo entre suspiros—. Si me faltas tú no puedo respirar, me llueven los recuerdos de aquellos días que estuvimos juntos.

Miro el sol, las nubes suaves, miro todo que llegaba abarcar el gran cielo azul, podía sentir que el aire le hacía falta, su súper intuición le decía a gritos que algo sucedería ese día tan tranquilo y que su suave viento llegaba a hacer dormir a más de uno. Estaba evitando recordar, pero recordaría tanto en tan poco tiempo en un par de horas más que se desmoronaría llorando con el dolor en el pecho tan agudo y fuerte que su corazón se rompería.
Su reflexión se vio interrumpida por uno de sus guardianes, estaba tan perdido que cuando él apareció lo asusto haciéndole dar un brinco y caer de su silla.

—Eres un torpe Giotto—dijo la voz con un tono seco pero a la vez tan expresivo.

—Hiee—se sobo la parte afectada—. Debes aprender a no aparecer de esa forma Alaude.

—Llego él tutor—le informo con voz seria.

—¿Tan rápido?—cuestiono parándose—, se supe que llegaría a la hora del almuerzo—le comento sacudiendo su traje.

—¿Cuanto tiempo has estado mirando el cielo?—cuestiono con una ceja arqueada.

—No se, un par de minutos tal vez ¿por qué?—preguntó curioso.

—Giotto, ya es hora de almorzar, como no bajabas subí a buscarte, él tutor espera fuera de la mansión.—le aviso dándose la vuelta.

Él rubio se asusto, no podía ser posible que se hubiera perdido tanto tiempo entre pensamientos, de seguro sus guardianes y sus hermanos ya estaban preocupados, por que para que mandaran a su pareja eso quería decir que estaban muy preocupados por su estado.

Él  cielo se tiñe de dolor(En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora