10

37 6 1
                                    


POV "Ella"

Habían pasado ya cuatro días desde la última vez, así que, hoy venían los amos para limpiarnos el cuerpo, ¿cómo lo llamaban ellos?... ¿ducha?

Algo ahogado y con eco sonó afuera de mi celda. Ya habían llegado.

Mientras el sonido de sus pasos chocaba contra esas paredes oscuras e igual de ásperas que apenas podía ver cuando ellos abrían la puerta; otra cosa parecía atrás de esas pisadas.

La puerta de mi celda retumbó por un momento, y con un insoportable chirrido oxidado, se abrió, dejando ver a los dos hombres a los que yo llamaba "amos y señores"

— Bueno, bueno. Ya estás despierta.

Mi señor que se hacía llamar "Marco", arrastró el cilindro delgado y azul de donde salía agua y se detuvo cuando casi toda su longitud estuvo dentro de la celda.

Y mi otro Amo que se nombraba "Leandro", traía bajo su brazo la tela blanca cosida con la que me vestían cada cuatro días.

— Desvístete, ¡rápido! — el Amo Leandro parecía molesto.

Pero tenía que obedecerle, porque no quería que me castigaran de nuevo con "la navaja de 7 colas" (Látigo de 7 colas con navajas amarradas en las puntas)

Cuando el atuendo sucio cayó al piso, el señor Leandro lo recogió y lanzó afuera de la celda y colocó en el catre, la tela limpia.

— Veamos— El amo Marco, sacó ese pequeño círculo de metal con grabado en ambas caras, que siempre traía con sigo— ¿cara o cruz?

— Emmm...

— ¡Habla rápido! — me gritó el amo Leandro.

— Cruz... Elijo cruz.

El señor Marco lanzó el círculo que él llamaba moneda, al aire y luego la atrapo.

— Cruz— Habló— Tienes suerte, niñata, hoy te toca el agua fría— Quise sonreír, de verdad quería hacerlo— Pero hay una condición— <<Siempre hay una condición>>— Será a presión.

No supe muy bien de qué me hablaba hasta que el amo Leandro me señaló la pared, quería que les diera la espalda.

El escalofrío comenzó en mis pies subiendo hasta mi nuca, el frío de la celda hacía que mi cuerpo desnudo se erizara, pero aun no entendía bien, fue así hasta que algo punzante me golpeó la espalda provocando un grito de mi parte: era el agua. A esto se refería cuando dijo presión.

— ¡por todos los dioses! ¡cierra la maldita boca!

Mordí mi labio para callarme y complacerle, pero dolía tanto...

El agua lacerante bajó a mis piernas y los sollozos era lo único que no podía callar.

— De frente.

Obedecí y me cubrí el pecho con los brazos, eso pareció desconcertar al amo Leandro.

— Abajo.

— ¿qué?

— Brazos abajo.

— Pero... Mi señor...

Este iba a acercarse y acto seguido, los bajé; no quería problemas.

El agua otra vez lastimó, y cuando el chorro a presión subió a mi pecho, no resistí el grito desgarrador y agudo que salió de mi garganta.

El dolor se expandió e hiso que me temblaran las piernas, esta horrible sensación de sentir como si mis pulmones se contrajeran y mis músculos empezaran a despedazarse, me hizo caer de lleno al piso.

No recuerdo mucho de lo que pasó antes de que perdiera las luces y me desmayara; solo una risa y un gruñido de regaño y molestia.

***

Abrí los ojos, estaba acostada en el catre, vestida y seca. ¿cuánto había pasado?

La celda aún se sentía fría y cerca de la puerta había un charco de agua...

Y no había notas al lado de la ventanilla.

Me acerqué, Dios, ¡cómo me dolía el cuerpo!

— E... ¿estás ahí?

No hubo respuesta, ¿le había pasado algo?

— po... por...— Mordí mi labio resistiendo el insoportable nudo en la garganta— Por favor.

Puse mi mano en el dintel raspante. Tenía tanto miedo.

— Por favor, dime que estás ahí... No te vayas tan rápido... ¡No me hagas esto! — la voz empezaba a cortarse— Háblame, no me dejes tan pronto... Te lo ruego.

La calidez que se entrelazó a con mi mano, hiso que una sensación eléctrica me recorriera la espalda, y pude tranquilizarme cuando, sus calientes labios besaron el dorso de mi mano... los hermosos labios de un "alguien" que no podía ver.

______________________________________

Directo al kokoro.

Nath H.

Blanco y AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora