Nunca pensé que esa aburrida noche de verano pudiera conocer a la persona que más tarde sería el sol, la luna y todas las estrellas de mi sistema solar.
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Caminé descalzo por el césped dispuesto a entrar en casa cuando vi algo relucir en el jardín de al lado, al principio no le tomé importancia, pero al ver que el pequeño destello seguía estando presente no dudé ni un segundo en acercarme.
Miré a través de uno de los huecos de las viejas tablas de madera que separaban mi jardín del vecino, allí pude observar un telescopio, y a alguien sentado en el suelo mirando a través de él.
No pude resistirme y asomé mi cabeza por encima de las tablas, una chica de pelo color púrpura estaba allí, en el suelo tenía un montón de mapas y papeles esparcidos por todas partes.
En las piernas de la chica había una pequeña libreta, en la cual estaba apuntando algo.
Quise saber que era, pero no me atrevía a preguntarle, nunca habíamos hablado.
Con intención de irme me di la vuelta pero mi camiseta quedó enganchada entre dos de las tablas haciendo que, por desgracia, cayera al suelo produciendo un fuerte ruido.
Cuando me levanté la chica que antes estaba sentada frente el telescopio estaba frente a mi, solo nos separaba la verja, ella me miraba confundida, no sabía que hacer.
—¿Qué puedes decirme sobre Neptuno?–Preguntó ella.
No dejó de mirarme cuando comencé a hablar.— Es el octavo planeta en distancia respecto al Sol y el más lejano del sistema solar.–Dije algo confuso.
Ella asintió.—Forma parte de los denominados planetas exteriores o gigantes gaseosos, y es el primero que fue descubierto gracias a predicciones matemáticas. Su nombre fue puesto en honor al dios romano del mar, Neptuno, y es el cuarto planeta con mayor diámetro.
Dicho esto ella se dio la vuelta y se volvió a sentar en la posición que se encontraba al principio.
