Mars

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Quizás no lo supieras, pero eres como un agujero negro, atraes para luego, llevártelo contigo para siempre, y aunque parezca malo, no puedo estar más agradecido de que tú me llevaras contigo.

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Hoy pasó algo extraño, no estaba allí, frente a su telescopio, no había hojas en el suelo, no estaba su libreta, no había nada.

Eso me preocupó, pensé que siempre hacía lo mismo, a la misma hora.

Cuando bajé al jardín el suyo seguía estando vacío, algo en mi se rompió.

Suspiré algo decepcionado, y cuando me di la vuelta la vi, estaba en mi vieja casa del árbol.

Me estaba mirando con una sonrisa burlona en su rostro, cuando subí ella habló.

—Aquí estoy más arriba, más cerca del cielo, se ven mejor las cosas, ¿no crees?–Dijo mientras se hacía una coleta.

La miré sorprendido, ella me había hablado, estaba en mi jardín, estaba sentado a su lado.

—¿Qué me dices de Marte?–Preguntó sin dejar de mirar a través del telescopio, este se encontraba dirigido al cielo, que hoy estaba estrellado.

—Se llama así por el dios de la guerra de la mitología romana Marte, recibe a veces el apodo de planeta rojo debido a la apariencia rojiza que le confiere el óxido de hierro que domina su superficie. Tiene una atmósfera delgada formada por dióxido de carbono, y dos satélites: Fobos y Deimos.–Contesté, desde que ella comenzó a preguntarme yo me había estudiado cada detalle de cada planeta del sistema solar.

Ella me miró.—¿Sabes que en muchos aspectos es el planeta más parecido a la Tierra?

Yo negué con la cabeza y ella miró su libreta.—¿No te gustaría saber si hay finalmente la vida es posible allí? Algún día simplemente podríamos vivir en ese planeta.

Yo miré al cielo.—Espero que no, ya hemos destrozado este planeta, no quiero que hagamos lo mismo con otro.

Ella me sonrió, esa sonrisa nunca la olvidaré, fue la primera y última sonrisa sincera que me dio.

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