19.«Ben celoso, Nick Graham y madres incomprensibles »

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— Oye, ¿Hueles eso? — le pregunté a Walter olfateando el aire.

— ¿Que? — frunció el ceño también oliendo.

Me fue acercando a él lentamente, olfateando exageradamente.

— Huele como... como a fertilizante. Ah cierto, eres tu.

Estalle en carcajadas al ver la cara que puso, me la había pasado toda la noche riendo sobre su esplendorosa caída al jardín. En como podría hacerse una corona de flores tipo coachaella con todo lo que se le había pegado a la ropa, en que podría escurrir su ropa y hacer un perfume, y el olor a fertilizante inexistente, en como ahora era una terrible calamidad.  Lo mejor era su irritada reacción.

Walter caminó hasta la pista, yo lo seguí balanceando mi bola de boliche purpura.

— Eres como una floristería en época ventosa.

— Y tu como un molesto grano en el trasero — lanzó su tiro que botó todos los pinos.

Sacudí la cabeza incrédula, no ha fallado ni una en toda la noche. Le di una ultima mirada antes de deslizar la bola por la pista, siguió una trayectoria recta que al final se curvó a la derecha, siete pinos cayeron.

— ¡Ya lo sé! — exclamé como si hubiera descubierto la ubicación de la atlántida — No soportaste perder y ahora haces magia vudú, ¿Sabes?. Esas cosas se devuelven.

Una sonrisa brotó de sus labios, sus ojos cafés brillaron con arrogancia. Ese tipo de arrogancia que se tuvo que tragar para saltar por la ventana.

— La otra vez ganaste por la suerte de principiante — dijo — Pero creeme, eso no volverá a pasar.

Lancé mi segundo tiro que solo logró volcar un pino. Walter sonrió burlón.

— Engreído — le dije al pasar junto a él.

Con o sin magia vudú, he aprendido que Walter no es el tipo de persona que acepta una derrota, tiene la palabra «Insistencia» tatuada en la frente.

Camine hacia nuestro lugar topándome con Colette que seguía de lanzar, me dio una desalentadora sonrisa.

— ¡Arriba, mujer! — la animé.

Me dejé caer en el sofá de cuero rojo frente a la pista de bolos, estábamos empatados y francamente no creo que esta noche sea una noche de chicas.

Ben a mi lado guardó su teléfono con el ceño fruncido mirando hacia la otra pista a lado de la nuestra. Seguí su mirada hacia un grupo de chicos. Había un chico rubio, alto y tengo que admitir guapo, que miraba con el tipo de interés depredador a Colette preparándose para lanzar.

— Nick Graham — resopló volteando su rostro hacia mi.

Espere por una explicación que simplemente no brotó de su boca.
— ¿Conocemos a Nick Graham? — insistí.

Su ceño fruncido me decía que efectivamente lo conocía, y que no era precisamente de su agrado. Noté que era algo mono y a su vez extraño, ver a Ben, (que normalmente es mas risueño que un niño promedio), todo enfurruñado.

— Íbamos con el mismo tutor de matemáticas hace tres años — explicó — Su madre es amiga de la mía, estudia en Hamden y en algunas ocasiones jugamos basquetbol. Acaba de mandarme un mensaje.

— Genial.

— No, no es genial — replicó, mordaz — Preguntaba por Colette.

Le lanzó una mirada asesina a la parte superior de la cabeza de Nick que ya se dirigía a lanzar.

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