Novena narración.

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Abrí los ojos y desperté en una habitación totalmente blanca, olía a productos de limpieza y medicina. Parpadeé varias veces confusa, no recordaba nada, mi mente estaba totalmente en blanco, traté de recordar algo pero cada vez que lo hacía me dolía la cabeza. Me levanté lentamente, estaba en una camilla. Miré a mí alrededor y por fin me ubiqué, estaba en la enfermería del Instituto pero seguía sin saber por qué.

—Hola —dijo alguien mientras la puerta de la enfermería se abría lentamente, rechinando un poco.

—Hola —saludé a quien quiera que fuera y que me dijera que rayos hacia aquí.

—Despertaste —por fin vi de quien provenía esa voz. Era Thomas White, un hermoso chico y algo popular del colegio, me encantaba desde que tenía memoria. Me sorprendí al ver que me había saludado, nunca había hablado con él, que yo recordara.

Me puse nerviosa al instante, él sabía qué me había pasado algo...

—Si... —susurré mientras miraba el piso— ¿Q-qué me pasó? —pregunté, tartamudeando levemente, estaba muy nerviosa.

—Bueno...—se rascó la nuca, un poco nervioso por mi pregunta— ¿No recuerdas nada? —frunció el ceño mientras me miraba desconcertado, a lo mejor no creía que lo hubiera olvidado todo.

—Nada —aseguré con un tono triste, deseaba saber por qué estaba ahí y por qué Thomas White me estaba hablando.

—Pues... es una larga historia —dijo y comenzó a contar una larga y vergonzosa explicación mientras se sentaba a mi lado en la camilla y me mirabas curioso, con esos ojos con los que tanto había soñado por años.

Me puse totalmente sonrojada. ¿Había hecho todo eso?

Me quedé un rato mirando a la nada en la enfermería y con Thomas a mi lado, no recordaba nada y lo que me decía tampoco ayudaba, quería morirme.

—Duerme un poco, quizá eso ayude para que recuerdes algunas cosas —me recomendó, se paró de la camilla y se despidió de mi dándome un beso en la frente, me sonrojé instantáneamente.

—Okay... —susurré nerviosa, me sonrió y tomó el pomo de la puerta de la enfermería para luego abrir la puerta. Muchos recuerdos llegaron a mi mente y por fin pude recordar todo lo que había pasado con el asunto de las cartas y el loco enredo en el que estaba metida— Pero primero... —le dije, dejando la frase al aire.

—Dime —me contestó, sonreí.

— ¿Tienes una hoja y un lápiz? —Pregunté— Ya esta tarde, me está dando un poco de sueño y necesito hacer la carta veinticinco esta noche, quedé por la veinticuatro y no puedo dejar las cartas sin final... —lo miré fijamente, sonriendo.

En realidad no me había acordado de nada hasta ese momento, pero es que después de ver sus ojos, cálidos y tiernos, explicándome poco a poco con ternura y cuidado, los recuerdos comenzaron a llegar; la vez en que me habló por primera vez, luego cuando me comenzó a hablar o la vez en que me choqué con él y fue el único que me ayudo, recordaba también el beso con aquella chica, mi caída torpe hace unas horas y su declaración a gritos, lo recordaba todo, absolutamente todo.

— ¿Estas bromeando? —cerró la puerta y caminó hasta la camilla.

—No, en verdad quiero terminar las cartas —le dije, sonriendo.

—Pero si no recordabas nada... —dijo, frunciendo el ceño, obviamente confundido.

— ¿Crees que lo olvidaría? —le pregunté, alzando la cabeza para mirarlo a los ojos.

—No lo sé, parecías tan... —pensó en alguna palabra para terminar la frase pero no se le ocurrió ninguna, era típico de él, algo despistado, un poco curioso y esa mezcla entre lo misterioso y abierto a todo era de lo que me había enamorado, de él, completamente.

—Shh —susurré y lo tomé por la camisa—. ¿Tienes una hoja y un lápiz? Es urgente... —supliqué, terriblemente cerca de él, no tenía control de mis manos, no sabía por qué había hecho eso, de un momento a otro me había vuelto atrevida, una combinación poco favorable y que nadie había visto.

—Claro —se alejó un poco y buscó en uno de sus bolsillos—. Toma —me pasó una hoja doblada en cuatro partes y un bolígrafo negro, el que usaba para estudiar.

—Gracias —respondí, me bajé de la camilla y busqué un lugar plano en el que escribir, lo único que encontré cerca fue un pequeño escritorio que utilizaba la enfermera para apuntar sus cosas, era muy parecido al mío, reí al imaginarme en mi habitación, escribiendo la última carta de todas...

 ***

*Narración dedicada a: rochiimene28

25 cartas a ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora