Eres Leyenda VI

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 La delirante persecución había acabado en una pista de hielo en mitad de la nada. Bufo continuaba vestido de príncipe de los pantanos, mientras que las dos mujeres habían cambiado sus bañadores por ajustados bodis y unas falditas que les quedaban de muerte. Sentado en el hielo, las observó patinar sobre afiladas cuchillas, parecían expertas y se permitían realizar virguerías. Cristina, vestida con un conjunto negro y amarillo, se deslizaba hacia atrás para coger al vuelo a Klakla, que acababa de dar lo que debía de ser un cuádruple mortal, siendo un borrón de ropa azul con unas alas doradas impresas a la espalda.

Bufo se puso en pie y caminó con dificultad sobre la superficie resbaladiza, sus botas de cuero no le ofrecían ningún tipo de adherencia, por no decir que se había olvidado de lo que era llevar calzado. Miró a su alrededor buscando a alguien más a parte de las dos bailarinas, Contra se había perdido al cambiar de escenario y aquel páramo congelado bajo la noche estrellada estaba desierto.

Estaba recreándose con el bamboleo de las tetas de las dos mujeres al saltar cuando notó unos golpes bajos sus pies. Al mirarlos se encontró con una mujer luchando por salir a la superficie, estaba desnuda y el tono azulado de su piel a causa de la asfixia y la hipotermia no eran un buen augurio. Bufo echó mano a su cinturón y allí encontró el hacha, le hizo un gesto a la aterrada muchacha para que aguantara y arremetió a hachazos contra el hielo para salvar a la que suponía que sería otra inquilina de la A. Aunque no le recordaba a ninguna que se hubiera tirado en el Coliseo, porque a un belleza como ella no la hubiera borrado del historial.

Consiguió abrir un boquete en escasos segundos y metió la mano para sacarla. Quizás le agradeciera el haberla salvado de la muerte (aquella vez) dejándose calentar...

Pero unas garras se aferraron a su brazo, tirando de él hacia abajo. Aquella mujer no era real, sino parte de la pesadilla. Tiró en sentido contrario, sintiendo un dolor punzante en la carne y el agua se tiñó de rojo.

"No es mi sangre, es tinte para que me asuste. No es mi sangre, es tinte para que me asuste", se repitió para no dejarse vencer por el terror. "Soy más fuerte que esta tía", se concienció para variar el sueño a su favor. Sacudió el brazo con violencia y pegó tirones pese al preocupante tono escarlata que estaba tomando toda el agua bajo el hielo.

La mujer se impulsó fuera del agua hasta la cintura, sus ojos eran rojos, sus dientes se habían afilado y se le había deformado la cara en una mueca terrible.

–¿Crees que eres el único que elige a sus víctimas? –chirrió su voz–. ¿No quieres que te la coma? –le hizo un gesto obsceno con la lengua para después cerrar la mandíbula con brusquedad.

–¡Una y no más! –le respondió pateándole la cara y consiguiendo hundirla, pero aquel movimiento lo desestabilizó y cayó de culo.

El burbujeante líquido escarlata se tragó sus piernas. Arañó el hielo para no ser arrastrado, pero el trozo se rompió.

Cuentos del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora