Mis manos comenzaron a temblar. Sentí que me desvanecía. El reloj pegado en la pared se detuvo y todo empezo a oscurecerse. Apenas digustaba de un sabor amargo en mi boca, como si la hiel se hubiese posicionado en mi lengua en una dominación sin retorno. Los bordes de las cosas se difuminaban con todo lo demás, como si todo estuviese mezclado; ya no me encontraba en un mundo coherente.
—Harry, hermano, ¿estás ahí?— pregunto Martín enterrado entre sollozos.
—¿Puedes venir por mí?— me limité.
—Sólo Oriana está aquí, le diré que vaya por tí.
—Gracias— colgué.
Hubiese sido muy suicida de mi parte conducir hasta el hospital, era imposible que yo tomara el mando frente a un volante en el estado que me encontraba y vivir para contarlo. Sólo imaginar el rostro de mi hermana enchufada a aparatos de los cuales dependía su vida sin remedio alguno, con su rostro pálidos, sus ojeras oliváceas rodeando el contorno de sus ojos, y sus labios secos y fruncidos semiabiertos podían hacer que perdiera la razón y peor aún, que la perdiera frente a las luces de un camión en la carretera. No me encontraba en condiciones óptimas para merodear por la ciudad bajo mi propia cuenta, no me sentía capaz de siquiera levantarme del suelo donde ahora me encontraba.
En otra ocasión, hubiese salido disparado en busca de la sobrevivencia de mi hermana, buscar una solución, estar a su lado en estos instantes aunque mi vida dependiese de ello. Pero, me doy cuenta que soy más débil de lo que creí. Me recuerdo detrás de un escritorio dirigiendo jóvenes y maestros, llamando mujeres y desgastándolas a mi antojo y degustar, viviendo todo y nada, lleno de cosas mundanas que me satisfacían carnalmente y dejaba en segundo plano cualquier necesidad de mi alma o mi consciencia. Y ahora, la mujer que me cuidó durante los últimos doce años estaba a punto de desprenderse de mí y de este mundo para siempre, todo por ése maldito accidente.
Escucho a lo lejos un auto y una bocina sonando desesperada. Me levanto de la alfombra gateando y salgo de la casa rápidamente. No me interesé en lo más mínimo en revisar si había dejado bien cerrado, o siquiera meditar en si había dejado encendida la televisión o no. Veo un auto rojo esatcionado a unos cincuenta metros. Me asomo por las ventanas y veo a Oriana con el cabello en una coleta mal hecha, nisiquiera me mira. Abro la puerta y me acomodo en el asiento. Oriana arranca el auto antes de que pudiese cerrar la puerta. Conduce a toda pastilla sin mirarme, se mantiene en silencio y con el rostro trastornado. No sé qué puedo decirle en éste momento. ¿Cómo está mi hermana? Eso sería muy estúpido, en una fiesta con los enfermos dudo que estuviese. Pero, debía saber que pasaba con Liz, aunque pareciera un tipo idiota, de todos modos, ya había afrontado que era uno. Mujeres, me han arruinado.
—¿Qué pasó con Liz?— rompo el silencio con una voz ronca. Me doy cuenta que las doce cervezas que me tragué como agua hace media hora han hecho efecto. Estoy medio ebrio.
—¡¿Estás borracho?! Eres un irresponsable, Zachary, eres un idiota— ya lo sabía—. No tienes respeto por nada. Nisiquiera te atreves a mandar un maldito mensaje de texto en blanco y una puta llamada. ¿Tanto te importa tu hermana? Juro por los tres pueblos de Mannhattan que si la que estuviese agonizando fuese la tal Jane, sacarías raíces al pie de su cama, pero como se trata de una simple mujer que no importa que se te haya cuidado tantos años, tu hermana, que ha sido como tu madre todo este tiempo no te interesa lo que le pase, en cambio, te emborrachas y te apuesto que lo hiciste porque la perrita te dejó por irse con algún tipo que le paga mejor por sus servi...
—¡Basta, Oriana! ¡Jane no es ninguna prostituta! Y si vas a hablar así de ella, prefiero irme caminando al hospital, así tenga que arrastrarme con las uñas, ¿me entiendes?— mi voz se alteró, igual que todo yo. Apreté mi mandíbula, no soportaba que alguien dijera algo malo de Jane. ¿Por qué todos se enfrascan en atacarla? Nadie la conoce como yo, nadie comprende su personalidad, nadie ha visto lo que ella es realmente, su lado amoroso, la Jane que me sonríe y juega, que me extraña, la que es cuando esta conmigo, esa es la verdadera Jane, y la amo con sus lados raros y buenos, porque todo eso raro es compensado por sus caricias, su presencia y toda la felicidad que me da.
—¿Lo ves? ¡Te pones como un tigre cuando te la mencionan! La amas más que a tu propia sangre—da un golpe en el volante.
—¿Sabes algo, Oriana? Eres una maldita hipócrita. Tú la conoces, y hasta finges que te agrada y ahora eres tan cínica de hablar de ella a sus espaldas.
—¡Por favor! Sabes que no soy la única que lo piensa. Recuerda el día que la conocimos: perturbó a los niños con sus teorías raras sobre el sexo. Es una depravada, nisiquiera la considero un ser humano, es algún desprendimiento del demonio. El infierno la expulsó para venir a atormentarnos.
—¡Cállate! ¡Para el auto!
—No seas idiota, Harry. Esa mujer te ha convertido en su títere. Eres un juego para ella, así como el tal Liam, su hermano y su disque mejor amiga. Todos ellos se han apartado de ella porque se han dado cuenta de lo que es a tiempo. ¿Qué pasa contigo? ¿Qué clase de manipulación enferma realiza contigo?
—Tú no la conoces, y te prohibo que sigas hablando mal de ella. No me hagas olvidarme que eres de mi familia.
—Eso lo olvidaste hace mucho, desde Paulette; ¿lo recuerdas? Incluso uniste tus apellidos con ella, y no creo que lo hayas hecho por nosotros, lo hiciste por ella. Tienes una debilidad por las mujeres, y no por cualquier tipo, sino por el más extraño gen de mujer.
—¿Quieres que nos pongamos a hablar de debilidades? ¿Quieres recordarme a Paulette? Genial. Recordemos otros lugares recónditos del pasado...De Ian, tal vez.
Noté como se erizaba su piel cuando mencioné el nombre, tragó saliva y entrecerró los ojos. Estaba escarbando en su pasado, uno no muy lindo y que había quedado enterrado entre las conversaciones prohibidas de la familia. Era como un tema tabú que no podíamos sacar a luz. Todo lo sabíamos, pero debíamos callarlo.
—No me vas a salir con eso, ¿cierto?— su voz se quebró.
Estaba seguro que Oriana odiaba su pasado, no lo compartía con nadie, porque la persona más cercanas a ella: su esposo, lo desconocía. Y el resto de la familia no conocía tan a profundidad la história como yo, nisiquiera sus hermanas, y Oriana no tenía la suficiente confianza conmigo como para desahogarlo frente a mí. Estaba segura que en las noches se atormentaba sola con el recuerdo. Había pasado ya hace muchos años, hace ocho o nueve años.
—No pretende torturarte, Oriana. Sólo quiero que te pongas en mi lugar.
—¡Tu situación no tiene nada que ver con la mía!— grita en un lloriqueo.
—¿Ah no? Pues, estás mal; lo mismo que sientes tú al recordar eso siento yo cuando alguien degrada a mi Jane, entiéndelo. No es igual, pero se siente lo mismo.
—¡Eres un imbécil, Harry!— dice atacada en llanto.
—Júralo que eso ya lo sabía, pero concédeme la razón que no soy el único que se lleva ese título. Al menos, mi situación no conlleva la pérdida de nadie más que de mi lado. No juego con la suerte o la moral de los demás, me juego mi vida, no la ajena..., no la de mi hija— susurro.
Oriana suelta en llanto.
—¡Te odio, Harry! Ahora veo porqué te llevas tan bien con esa víbora. Ella te ha hecho a su parecer, un títere frío. Eres con su perrito faldero: agachas la cabeza ante sus órdenes pero la defiendes con uñas y dientes, a toda costa.
—Como se defiende a la persona que más amas, más o menos.
—¡Tú no la amas! Simplemente estás obsesionado con ella. Es tu aventura más extrema.
Discutir con Oriana era caso perdido, ella no iba a convencerse de mis sentimientos por Jane, sólo pretendía herirme y que me rindiese ante ella, cosa que no haría, pero debía bajarle a su ataque contra la mujer que amo, y eso sólo podía hacerse dándole en lo que más le dolía, como ella lo estaba haciendo conmigo. Ahora, me sentía menos yo que nunca, y lo probaba haciendo lo que estaba apunto de hacer: lastimarla adrede.
—Al menos no tengo una hija que pague con los platos rotos—mascullé entre dientes.
—¡Ya deja eso, maldita sea!
—Si tú no te callas, yo tampoco lo haré. Soy imbécil, pero no tanto como para doblegarme ante tus comentarios venesos— digo mirando a la ventana. Veo que la luna está en cuarto menguante, una pequeña nube gris difuminada se arrastraba bajo ella, como si la estuviese adorando postrándose frente a ella. Ella brillaba a la mitad, pero no se podía ver su lado escondido.
—Eres un maldito dominado. Sometido de mierda.
Ignoré sus palabras, no me dolían sus ofensas. Claro, me importaba una mierda mi moral, pero la de Jane era sagrada. Jane era mi posesión sacra, y nadie podía profanarla.
—Maldita dictadora, cortesana, ramera de prostíbulo barato de carretera— susurra bajito.
La sangre se me conbustiona y si Oriana no fuese mujer ya le hubiese arrancado la cabeza. Fingo no sentir dolor, aunque me arda todo mi fuero interno, sin embargo, me pica la lengua por martirizarla.
—Sigo creyendo que fue ella quien asesinó a Daniel y a Liliana.
—¿Ah si? ¡No me digas!— digo sarcástico—. Ahora, cuéntame. ¿No habrá sido Ian que vino a terminar lo que vino a hacer?
—¡No menciones ese nombre!— grita desperada.
—¿Ian?— estoy a punto de reventar, muero por verla llorar. Este no soy yo, soy un monstruo, pero no puedo detenerme ahora— ¿Tu amante de hace ocho años? ¿El que tu marido aún no sabe?...
—¡Cállate!— grita desmoralizada.
—¿El que huyo en cuanto pudo? ¿El que te atormentó por tantos años? ¿El del fantasma que te persigue por las noches?— siento perversión al decirle todo esto, como un sadismo moral.
—¡Ya basta! ¡No sigas!— llora atormentada.
—¿Quieres que me calle? ¿Así como obligaste a Berlín a hacerlo? ¿Así como la mantienes extorsionada para que no se lo diga a su padre?
—¡Maldita sea, cállate!—aumenta la velocidad, pero no me inquieta en lo absoluto.
—No voy a faltarte el respeto diciéndote lo que eres. Porque sencillamente; eres todo lo que acusas a Jane.
Veo que está demasiado perturbada, puede que haga algo pra que me calle, incluso provocar un accidente para morirse en este instante. Sé que prefiere la muerte antes que seguir escuchándome.
—¡No soy una zorra como Jane!
Esa fue la gota que rebalsa la copa.
—¡Eres un monstruo! ¡Eres peor que ella! ¡¡Tú, Oriana Lí!! ¡Tú callaste que tu amante, Ian, violaba a tu propia hija durante dos años sólo por no perderlo!
Oriana da un frenazo en seco y sale del auto, se lanza al suelo y llora con la garganta rasgada. Veo a dos calles el hospital de Mánchester. Salgo del auto y camino hacia el hospital. A mitad de la calle regreso la vista hacia Oriana quien está en el suelo vulnerable. Trato de sentirme a gusto con mis actos, pero es imposible. No me retracto, pero tampoco me enorgullezco.
Luego de llegar al hospital acudo a la sala donde está Samantha y los padres de Martín.
—¿Qué fue lo que pasó?— le pregunto a Delfina.
—Harry, hijo. Martín optó por despertar a Elizabeth para que esta pudiese hablar lo que la atormenta. Está muy débil, su ritmo cardíaco está desvaneciéndose. Ve a verla, ahora, no tienes mucho tiempo— murmura con sus ojos hinchados.
Entro a la habitación y me encuentro con los ojos abiertos de Liz, y a Martín llorando con su mano presionada en su rostro.
—¡Harry!— exclama Liz.
—¡Hermanita!— corro hacia ella y la abrazo intentando no lastimarla.
Martín alza la cabeza y me mira, está deshecho.
—Los dejaré solos. Liz necesita hablar contigo— se levanta y sé que va a ir a desahogar todo lo que no puede llorar aquí dentro.
Involuntariamente mis mejillas se empapan y hago un puchero ciendo como mi hermanita está en su última agonía.
—Jane— susurra.
Su voz ya no es la misma, es ronca y más parecido a un bisbiseo que a un susurro.
—Ella no está aquí— tomo su mano.
—Ella...Ella...fue quien— tose— incendió la casa.
—¿Qué?
—Ella estaba presente cuando me accidenté. Estaba en casa cuando...la encontre...llorando y...culpándose por la m...muerte de los niños.
—Liz, pero...
—Te lo juro, Harry. Por favor, créeme. No tengo prueba pero, créeme— suplicó.
—Si, te creo, hermanita— presiono mi frente contra la suya.
—Gracias. No sabes...lo torturador...que es escuchar...y no poder...decir esto...que me carcomía— habla entrecortadamente.
—No la ames, Zacky. Ella...es mala..., es pérfida....es tu perdición.
—Ya, tranquila— siseo acariciando su frente con mi pulgar.
—Prométeme...que nunca...nunca...volverás a dejar que te haga daño.
—Liz, Louis dice que puedes haber alucinado en tus sueños y...
—¡No! ¡Es verdad! ¡Ella fue!— comienza a llorar.
—No. No. No. No llores— yo lloro más.
—¡Prométemelo! ¡Por favor!— suplica.
—Liz...
—Ella...no te ama...por favor, si llegar a confirmar...lo que te digo...prométeme que...no volverás a dejar...que te haga daño.
—Te lo prometo, hermanita.
—Gracias, Harry...te amo, hermano— su rostro se suaviza y su mirada se fija detrás de mí, se pierde.
—¡Liz! ¡Liz!— sacudo un poco su brazo.
El pitido de la máquina comienza a hacerse más lento, hasta que se hace un zumbido.
—¡¡Liz!! ¡Martín! ¡Un doctor, por favor!— grito.
Inmediatamente entran un par de doctores y me expulsan de la habitación.
Cuatro de la mañana. El cuerpo de mi hermana yace en un ataúd en medio de la sala de mi casa. Toda la familia está presente. Martín ha desaparecido. Estoy en mi habitación, está hecha un desastre. Abajo velan el cuerpo de mi hermana. La vi hace unas horas: pálida, fría, dura e inmóvil. No es ella, es sólo su cuerpo.
El piso del baño está frío, esto dentro de la ducha. El frío de la cerámica me hace estremecer. Me degrado integralmente. Estoy solo, las tres mujeres de mi vida me han abandonado: mi madre, mi novia y ahora, mi hermana.
No puedo concretar en mi mente las palabras de Liz. Jane no mató a Lili y a Dani, es imposible que ella haya sido capaz de eso. No lo pienso mucho, mi dolor se concentra en la pérdida que acabo de conllevar. Recuerdo cuando mis padres murieron, Liz me cuidaaba siempre. Delfina, la madre de Martín se hizo cargo de nosotros por mucho tiempo. Fue tan increíble que su hijo terminara casándose con ella. Soy una bala perdida ahora, no tengo rumbo ni dirección, soy un ser vacío.
Siete de la mañana. Alguien golpea las puertas de mi habitación. No quiero saber de nadie, bueno, de nadie que esté en Mánchester.
—Harry, sal de ahí, te traje algo de comer— mumura Samantha a traves de la puerta. Golpea por un par de minutos hasta que me doy cuenta que se acaba su paciencia— Mierda, Harry. Abre la maldita puerta, no sólo tú estás sufriendo.
—¡Lárgate! No quiero ver a nadie— grito desde el baño.
—Ábreme— baja el tono de su voz.
—¡Fuera de aquí!
—Soy Jane— agudiza su voz.
—Eso no es gracioso— bufo.
—Tenía que intentarlo. Oriana me contó lo que pasó. Casi la matas.
—¿Casi? Que mala suerte— bromeo.
—Ábreme y hablemos.
—Que te largues, dije. ¿Ahora eres hostigoso?
—Harry, sabes que eres mi primo favorito. Sé de tus tarjetas del kamasutra y los aros que tienes bajo la cama.
Malditos aros. Me levanto del suelo y arrastro los pies hasta la puerta.
—Sabía que eso funcionaría— se adentra y deja una taza de café y un plato con un trozo de pan en la mesa de noche.
Samantha se posa frente a mí y me estira los brazos. Me abraza frotando mi espalda y siento su respiración contra mi hombro.
—Entiendo cómo te sientes. No te preocupes, ella está en un lugar mejor.
—Ya te contaron lo que debía decir, ¿No?
Samantha asiente con la vista plantada en el suelo.
—No sé que pensar, Harry. Jane me agrada muchísimo. Sé que ella tiene una personalidad peculiar y una forma de ver la vida bastante inusual. Pero, es la persona que tú elegiste, y nadie tiene porqué decirte con quien estar y con quien no. Es tu desición estar con ella, y si ya estás enamorado hasta el fondo not e queda otra que defenderla, te entiendo. Por otra parte, respecto a lo que dijo Liz, no sé qué opinar. Si eso es causa de sus sueños, sólo ignóralo y sé feliz con quien amas, dices que vendrá en unas horas, estarás con ella de nuevo y si te ama te apoyará en este momento tan dificil. No sé exactamente las razones por las que se fue, pero puedo suponerlas; tiene dieciocho años, te has precipitado un poquitín con tus afanes de bodorrio. Pero, en cambio, si es verdad lo que dijo Liz...no lo sé, eso no debería dejarse sin castigar.
—Pensaría la mismo si fuese cualquier persona, pero es tan dificil imaginarlo de...
—...la persona que amas— termina mi oración.
Asiente y veo que alguien está en la puerta. Samantha se volte y miro a Antolina vesida asquerosamente y con el cabello enmarañado, tiene ojeras y los ojos rojos; está drogada.
—¿Quién es esto?— pregunta Samantha.
—Antolina, una de mis alumnas— me aproximo a ella.
Antolina me acerca un celular y la miro confuso. Ella no me mira. Escucho una voz proveniente del aparato. Creo reconocerla.
¨¿Hace cuánto que conoces al director?
Como tres meses.
Wow, ¡Qué rápido ocurrieron las cosas entre ustedes! ¿Cómo fue todo?
Iba a incendiar una disco, él me durmió con cloroformo y me llevó a la estación de policía. Mi padre me consiguió la inscripción en Mánchester con Liz y me mandó a vivir con ella ya que yo no tenía edad para vivir sola y él necesitaba quedarse en Londres. Liz vivía con Harry, y el resto...no creo que quieras detalles.
Si que te gusta el fuego...sobre todo el día que se incendió la casa de la hermana del director. Si que la odias.
¿Vas a delatarme?
Dicen que no hay que morder la mano que te da de comer.
¿Por qué no eres mala conmigo ahora?.
Porque tú no lo fuiste conmigo cuando me hallaste en la calle literal y metafóricamente.
Te quedaría muy bien, ya regreso.
No. No necesito un flequillo.
Por favor, Jane. No te haré nada malo, tú matas gente yo no, eso significa que eres más peligrosa que yo¨
Samantha toca mi hombro.
—¿Es esa la voz de Jane?
Asiento.
—¿Quieres que...llame a la policía?
Asiento de nuevo.
—¿Quieres que lo hablemos antes?
Niego con la cabeza.
Estoy en shock, impactado. Ya no me siento yo, cada vez menos. Las ganas de morirme me carcomen, y más las de arrastrar a Jane conmigo hacia el infierno. Es increíble como pudo seguirla deseando.
Las horas están pasando más rápido. Mi mente se ha mantenido en blanco. Mi sistema nervioso ya no responde como antes, está transtornado.
Son las once de la mañana, mi estómago gruñe. Apenas he tomado una taza de café. Samantha me abraza por la espalda, estoy sentado en el desayunador. La casa está repleta de gente.
—¿Qué vas a hacer?
—Cumplir la promesa que le hice a Liz.
—¿Estás seguro, primo? ¿No querrías escuchar su versión primero?
—No tengo nada que escuchar de ella.
—La sigues queriendo, ¿verdad?
—Cada. Segundo. Más.
—Ya llegó— informa Delfina asomándose por la puerta.
Tomo una gran bocanada de aire y me preparo para lo que debo enfrentarme ahora, si sobrevivo a esto, soy antibalas.
Me levanto y salgo arrastras de la cocina. Veo el cabello castaño listo enmarañado de Jane, está de espaldas. Se voltea y me mira, su rostro es trastornado, asustado.
Corre y se lanza sobre mi, levanto mis manos para no tocarla. Lucho con todo dentro de mi para no corresponderle el abrazo. Su calor me llama, me indica que debo sostenerla en mis brazos, que lo necesito, su silueta es muy acorde a la mía y deseo estrujarla en un abrazo, pero me contengo y no lo hago.
-Lo siento tanto- susurra
-No. No lo sientes.
-Volví. Volví por tí. Quiero estar contigo, quiero amarte, quiero casarme contigo y vivir a tu lado por el resto de mi vida- intenta abrazarme e involuntariamente la detengo, estoy muriendo por hacer todo lo contrario.
-No, Jane. Eso ya no es posible- mis palabras salen con dificultad de mi boca. Es como si abandonarla fuera algo antinatural en mi cerebro.
-¿De qué hablas?
Lo pienso por un segundo y dudo, esto será muy duro para mí. La tomo del brazo y la saco de la casa; todos nos miran sorprendidos. Salimos al jardín y ella me mira confundida. Da un paso en dirección a mí y yo retrocedo inmediatamente, no puedo permitirme tenerla tan cerca, eso me haría dudar de mi desición.
-Ambos sabemos lo que pasa. No presenté cargos y eso minimizará tu condena pero, el resto está en manos de la ley- veo que un policía se acerca; hace unas horas hablé con él. Bajo de nuevo la mirada; no puedo presenciar esto.
-Jane Styles, está detenida por homicidio de dos menores- murmura.
Ella comienza a gritar y me escondo en mis pensamientos. No puedo seguir viendo esto. Mi corazón se entumece y me siento muerto dentro de esta capa de carne y hueso en la que estoy condenado a vivir. ¿Por qué todos se mueren menos yo?
Jane grita mi nombre, ve a su padre y llora en la patrulla. Jamás creí presenciar algo así, y hoy...veo como se llevan a la cárcel a la mujer que amo, y no hago nada para detenerlo.
La patrulla se va y subo a mi auto en dirección a la policía, soy un imbécil.
Allá encuentro a ___TN.
—Hola, Harry. Mis más sentidos pésames— me abraza.
—Gracias...estee...Jane..,
—Vienes por ella, ¿cierto?
—Sólo quiero hablar con ella.
—La acaban de meter a la celda.
—Esperaré.
—Descubrieron que Liam fue cómplice. Lo están transfiriendo.
—Usted...pagará la fianza, ¿cierto?
—No. Ni loca.
—¿Qué? ¿Va a dejar que su hija quede en la cárcel por años?
—Ella se lo buscó ¡Yo no maté a nadie para estar pagando fianzas!
—Es increíble que le haga esto— cabeceo.
—Aparte es mucho dinero. No lo gastaré.
—Yo lo pagaré— me ofrezco.
—¿Qué?— jadea.
—¿Cuánto es la fianza?
—Quinientos cincuenta mil libras.
Wow. Mucho. MUCHO dinero.
Styles entra con su hijo y se acercan.
—Hola, Harry. La gente te está buscando allá— me notifica Styles.
—Hola. Déjelos que busquen.
—¿Qué ha pasado con Jane?
—Más de medio millón de libras— dice su esposa.
Edward jadea.
—¿Dónde firmo un cheque?— dice Styles.
—Yo pagaré su fianza— digo antes que ___TN comente algo.
—Harry, eres muy amable pero, tú llamaste a la policía.
—Porque era lo correcto.
—¿Pagarás medio millón de libras sólo por hacer lo correcto?— pregunta Edward.
—Pagaré lo necesario para sacar a la mujer de mi vida de la cárcel.
—Harry...
—Déjalo— dice Styles.
—¿Desde cuándo tú me mandas a mí?— reclama ___TN. Oh no.
—Nunca, mi amor. Pero, sólo imagínate que yo hiciera esto por tí— la toma de la cintura y la mira a los ojos. No, por favor, en la estación de policía no.
—Es nuestra hija, nosotros debemos pagarlo.
—Esa niña ya no nos pertenece, ___TN; se ha entregado a este hombre, además ni que te importara tanto, la apostaste en un juego de póker.
—¿Me estás regañando?— ___TN y su tono de ofendida todo el tiempo.
—Cállate ya— la calla con un beso.
—Ay, papá. Aquí no— se queja Edward.
Regresa a mi mente la imagen de Londres, cuando los miré en el sofá y me arden las mejillas. Ellos al fin se despegan.
—Voy a rogarles que no le digan a Jane que yo pagué la fianza.
—Me parece razonable— dice Styles.
Una vez que pago la fianza entro a verla.
Trata de explicarme todo lo que pasó y yo lucho conmigo mismo para no aceptar sus disculpas y largarme con ella de este maldito lugar. Logro salir de aquél oscuro lugar y me dirijo a casa. Tengo que ir a correr a todo el mundo, enterrar a mi hermana e irme a la mierda.ÑAMÑAM talvez mañana suba mas capitulos no lo se pero bueno ya esta y una mala noticia........... YA SE VA ACABAR noooooooooooo :(. Gracias por leer besos :*
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MALA JANE
FanfictionEsta novela es ADAPTADA no es mia es la segunda temporada de una novela llamada Niña Mal esta super padre yo la ame Y bueno pues yo las amooo bye