3. Promesa.

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Llegaba otra vez a casa, por fin. Dejó las llaves, el abrigo, se quitó los zapatos y subió las escaleras hasta su pieza, encontró su hermosa cama de dos plazas y sin titubeos se tiró encima de ella a todo lo ancho, cerró los ojos, tratando de descansar, pero ya le dolía mucho, se soltó los botones de la manga y dejó en evidencia de nadie sus cortes, ¿A quién le importaría? Si después de todo había sido su gato, suspiró y pensó, "Cada loco con sus temas." Alias vicios, o como se quiera decir.

Ella para los demás era lo mejor, su vida social amplia, su campo laboral inquebrantable, se supone que debería tener una vida mejor que la de cualquiera ahí, pero no era tan "Perfecta." Aunque debía admitirlo, estaba en cierta medida "cómoda".

Aparte.

Ya hoy se cumplían seis años de la muerte de Alex, su hermano de diecisiete años. Resulta que había sido algo sin agonía, un choque con un camionero de la pista contraria que iba totalmente ebrio, la embestida había sido horrorosa, no lo habría logrado evitar, pero pasado todo ése tiempo no podía creerlo aún. El luto de ésa fecha era ir de negro, obvio, además de ir al cementerio a verle. Un deleite de viaje de dos horas, eso sí, si no habían detenciones.

En cualquier caso, aún no saldría, bastante mal humor se hacía si iba con los pies adoloridos por los dichosos tacones. La puerta principal se abrió otra vez, escuchó sin alarmarse, por el contrario, sonrió y dió vueltas en la cama como una tonta. Podría ser eso lo único en su vida que había resultado casi bien.

-¿Sarah?- sonrió.
- Arriba...- dijo, la verdad no había necesidad de alzar la voz, había un eco casi directo. Tomó la manga y la abrochó rápido. Ella la veía desde la puerta.
-¿Cómo te fue?¿Algo que...? - asintió.
- Lo que ocurre es que logré que mi compañía siguiera siendo mía y no de los accionistas, vuelvo a ser yo, otra vez.

Lo cierto es que las cosas no pintaban mal en su trabajo, nada mal. Solo ése pequeño detalle con los inversionistas y las ciento y algo personas a su cargo. Un poco estresante. Lo era, pero daba sus frutos.

-Sarah...¿Qué pasa?
- Hay demasiadas opciones a esa respuesta, cambiamos constantemente nuestro ánimo, sabes que nuestras emociones solo duran segundos, milésimas de segundos. Ahora estoy regular, pero bastantemente mejor.
- Lo digo porque no corres para ir a verle.- dijo con asomo de sonrisa pero tono tranquilo.
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- Lo sé, pero no quiero correr. Éste día no correré.- dijo mirándola fijamente y con suerte no notaría el cruel chiste que escondía debajo, se le apareció una nueva sonrisa mientras se miraban.- Es demasiado el milagro de que estés ahora aquí hablando conmigo de esto y no en tu cuarto jugando en la Xbox, ¿Es en serio?
- De echo, salieron demos de un juego, pero quiero que me acompañes a jugarlo.
- ¿Cuál?
- Outlast II... Fuera del manicomnio, el horror de siempre pero con un nuevo personaje, no soy una experta pero...
- Tranquila, voy a cambiarme, busco comida y tu preparas el sitio, ¡Pero solo las demos! Y si son muy largas me voy a ir antes de que anochesca, vengas o no conmigo...
- Tu prepara algo y está.- riendo salió de la pieza y trató de almacenar en su memoria los cortes para otro momento. Sabía que lo hablarían, tarde o temprano, pero ambas se conocían demasiado bien. Si hubiese sido otra ocasión, Karen llegaba a jugar y Sarah sólo se acercaría con comida para finalmente quedarse ahí.

*Una hora más tarde...*

- Me voy.
- Son las 15:34, termino de arreglar esto y vamos.
- Tu juego no da un muy buen rollo sobre los cementerios eh~...- se limitó a ordenar el desastre de comida que había quedado cuando ambas gritaron por un simple cuervo.
- Tranquila, es un juego, aunque... ¿Coincidencia? No lo creo... Es una señal...
- ¿De qué?
- Olvídalo, ahora, ¿Vamos o no?- tomó las llaves y se dirigieron a el auto.

Se conocían hace tantos años, ¿A los quince? Aunque a sus padres les encantaba fastidiar esto y que fuese desde que nacieron, era demasiado utópico su mundo, pero desafortunadamente sus hijas, Sarah más que Karen, tenía los pies muy ceñidos a la tierra, sin embargo, con Karen esa gravedad quedaba ligeramente desprendida de Sarah, se apoderban de ella las ideas, las tentaciones, más son parte de ella y no importaba que tratase de cambiar, los pies se aferraban a lo único que conocían.

Karen la quiso desde que tuvo uso de razón, y también fue en un principio totalmente "normal", pero pasado los años entre los quince y los diecinueve, tiempo en que sólo aprendió a vivir en soledad, notó que había un inevitable y trágico "algo más", aunque se rodease de mil personas, ella la seguía buscando entre la multitud.

Para ella Sarah era una promesa que con el tiempo volvería, ya que había abandonado la ciudad para estudiar y buscar su universidad, su beca, pero en cuanto la consigue... Bueno, inevitable es que nos remontamos al día en que la volvió a ver, en el hospital. Se preguntaba si ella había sido la primera en fijarse en ella, porque por su parte a penas hablaba, pero seguía siendo la misma. Eso le dió consuelo.

Tal vez no estaba bien, pero aunque así fuese... ¿Qué más podía hacer? Una amiga obvio tenía otros límites que algo más, sin embargo, ella siempre decía estar bien, y aunque por milésimas de segundos fuese cierto, junto a la caída de la noche, su insomnio ya se le había echo evidente a Karen, porque como dije, la busca entre la multitud sólo a ella, aunque sabe que tal vez nunca la encuentre. Espera.

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