Tercera parte - Entrevista a Elmer y Lolita

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Las luces del plató se encendieron de golpe, inundando el escenario con claridad. Elmer, que se había ausentado unos minutos para ir al baño, volvió justo a tiempo para ser testigo del repentino cambio.

Sonia, la animada anfitriona, estaba de pie frente al maquillador que le aplicaba brillo en los labios. Ella se ajustó un mechón suelto tras haberse retocado el maquillaje.

—5, 4, 3, 2...—murmuró la joven productora—. Estamos en el aire.

—Regresamos —dijo Sonia con una sonrisa deslumbrante—. Tenemos una invitada especial para ti.

Elmer frunció el ceño, su rostro entero terminó tensándose.

—Dígame que no es Lolita —respondió el hombre, con un tono que fluctuaba entre el miedo y la incredulidad—. ¡La producción me aseguró que ella no estaría aquí, que no vendría al programa!

Sonia soltó una risita nerviosa, mientras el público murmuraba expectante.

—Ya sabes como son estas cosas del ranking, querido. Esto es un programa en vivo, ¡y todo puede pasar! —Sonia hizo una pausa dramática, disfrutando del suspenso antes de dar el anuncio—. Así que, con tu permiso... ¡presentamos a Lolita!

El plató estalló entre sonrisas y aplausos. Desde el fondo del set, una mujer rubia, de casi un metro setenta, avanzaba con elegancia hacia el escenario. Vestía un ceñido vestido negro, ligeramente transparente bajo las luces brillantes del plató. Sus labios eran de un fucsia intenso, resaltaban su sonrisa perfectamente hermosa. Llevaba el cabello rubio recogido en una alta coleta que se movía ligeramente con cada paso firme que daba sobre sus zapatos de tacón rojos.

Elmer giró violentamente su cuerpo hacia el fondo del escenario, con una expresión de asombro mal disimulado en su rostro.

Allí estaba Lolita, la mujer que había conocido solo a través de una pantalla. Su presencia física, tan imponente como inesperada, lo desarmaba por completo. Se sentó del otro lado de la cama redonda, a varios metros de distancia de él, marcando una distancia más que evidente.

—¿Por qué está aquí? —Elmer murmuró, más para sí mismo que para Sonia—. El trato no era este. Me trajeron engañado.

Sonia se acercó a Elmer con un aire conciliador.

—Vamos, señor —dijo ella con una sonrisa traviesa—, si es tu sueño...

Lolita se levantó poniendose de pie, extendió su mano hacia Elmer y luego con una gracia casi teatral, volvió a su lugar.

—No lo puedo creer —Elmer sacudió la cabeza—. Esto es una ofensa. Primero, la tribuna está en contra de mí, ¡y ahora traen a Lolita! Algo que no quería que pasara.

Lolita, con esa sonrisa suya tan grande y reluciente, se inclinó ligeramente hacia él.

—Por fin nos conocemos —dijo con un tono dulce pero afilado—. Deberías estar contento.

Elmer negó con la cabeza, visiblemente incómodo.

—No, no estoy contento. No estaba preparado, ni mental ni físicamente. Ahora me siento... perdido en el limbo. La producción argentina es falsa.

Lolita rió suavemente, casi como burlándose del nerviosismo del moreno.

—Si quieres, te pellizco para que veas que esto no es un sueño.

Se levantó de nuevo, caminó hacia él y antes de que pudiera reaccionar, le dió un fuerte pellizco en el brazo. Luego volvió a su lugar, sonriendo satisfecha.

—Ves, Elmer —dijo con una risa burlona—, no es un sueño. Estoy aquí.

Sonia, con un gesto cómplice se dirigió al público.

A la Cama Con Sonia     (𝙽𝚘𝚟𝚎𝚕𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜𝚑)Onde histórias criam vida. Descubra agora