El verano había acabado y yo seguía en mi ciudad natal, Australia, viviendo con mi padre, o más bien el hombre que hacía de mi vida un infierno, mientras mi madre viajaba de un lugar a otro.
El despertador sonó avisándome de que tenía que salir de la cama y empezar un nuevo día, aunque para mí todos eran iguales.
Salí de la cama y me puse unos jeans, una camiseta de All Time Low. Me encantaba la música tal vez porque una canción podía describirme en 3 minutos y eran mi cura cuándo me ponía la música en mis oídos a todo volúmen. Por último me puse unas converse y peiné mi larga melena castaña, para recogerla finalmente en una coleta. Ya estaba lista así que bajé al salón para salir de casa, pero no pude evitar encontrame con mi padre tirado en el sofa.
—¿A dónde vas?—me preguntó como si no supiera que estaba pasando, probablemente estaría borracho, cómo la mayoría de las ocasiones en las que me hablaba.
—Hoy empiezan las clases—le dije atravesando el pasillo, intentando salir lo antes posible de casa y no llegar tarde en mi primer día.
—Esta bien, no te entretengas mucho cuándo salgas—cerró sus ojos y se acomodó en el sofá.
Tras 20 minutos andando llegué a mi instituto. Era la parte del día que más me gustaba porque no estaba con mi padre, pero aún así seguía siendo un infierno. Una marea de adolescentes hablando, contándose que hicieron durante el verano se dirigían a las clases juntos, mientras yo no iba acompañada de nadie, pero mejor sola que mal acompañada.
—Hola—escuché una voz y me giré.
—Hola—normalmente nadie se acercaba a mi amablemente así que me sorprende un poco.
—Tenemos un grupo de animadoras—dijo con un tono amable, pero la voz de esa chica rubia, delgada, de ojos azules sonaba demasiado cursi, pero igualmente decidí contestarle.
—Yo... nunca he estado en un grupo de animadoras—no sabía que decirle.
—Oh... cielo ¿cómo te llamas?
—Kayla.
—Bonito nombre Kayla... lamento decirte que en nuestro grupo no queremos a gordas antisociales que viven con su papi y no salen de casa nunca—un grupito de chicas se les unió y empezaron a reírse de mi, por un momento había pensado que alguien quería hablar conmigo, interesarse en mi, pero eso nunca iba a pasar.
Salí de allí y me dirigí a las clases. Atravesé una marea de gente sin librarme de los insultos de siempre "loca" "friki" "gorda" "antisocial" "rarita" acompañado de risas. Llegué a clase y saqué mis libros sin despegar la mirada de la mesa. Era mi último curso así que me repetía a mi misma que yo podía, que ya había pasado por esto antes y que si necesitaba sentirme bien solo tenía que esconderme en el baño y hacer lo que debía para calmar mi dolor. Suspiré y el profesor entró en la sala.
—Bienvenidos al último curso queridos alumnos—se paseaba por la sala mientras se ponía sus gafas—como ya sabéis hay 2 alumnos nuevos en esta clase.
—Mierda—pensé—Ahora dirá mi nombre y más abucheos.
—Dar la bienvenida a Kayla—se acercó a mi asiento y me señaló y yo me limite a levantar mi mirada y sonreír—y a Luke Hemmings.
¿Qué? Luke Hemmings era el chico del que todas babeaban y al que deseaban tener a su lado. Nunca le había visto en persona y ahora lo tendría en mi clase. No sabía quien era, pero como nunca nadie se fijaría en mi decidí volver la mirada a mi libro y centrarme en la clase. Sonó el timbre indicando que las clases habían acabado así que metí mis cosas en la mochila y salí de clase.
No había tanta gente como antes por los pasillos, podía ir tranquila sin ir andando entre empujones. Iba andando mirando mis pies avanzar uno tras otro cuándo sin darme cuenta choqué con alguien y caí al suelo. Levanté mi mirada para ver con quién había chocado.
—Perdón—dijo una voz profunda.
Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo cuándo miré los ojos de aquel chico. Nunca antes había sentido algo así me quedé embobada por dentro. Aquellos ojos azules eran los más bonitos que nunca antes había visto y ahora me estaban mirando y yo sentí que se me erizaba la piel. Estaba segura que nunca antes había visto a ese chico. Que nunca antes había visto a un chico más hermoso que él.